Cómo gestionar una pandemia en Baarle, el pueblo de las «mil fronteras»
Ricardo Ruiz Varo
Bruselas, 2 may (EFE).- Dos ayuntamientos, dos iglesias, dos cuerpos de policía… y dos paquetes de medidas covid en una localidad compartida por Países Bajos y Bélgica. Así es Baarle, el pueblo de las «mil fronteras», donde gestionar las restricciones de la pandemia no ha sido tarea fácil.
Willem Van Hool hace cada mañana el trayecto desde su casa, en la zona este de la localidad, a su trabajo como director en la oficina de turismo de Baarle, en la céntrica calle Sint Annaplein.
Son apenas 800 metros, pero durante su paseo rutinario, Van Hool cambia de país hasta ocho veces.
«Es divertido», precisa a Efe, cuando es preguntado por lo raro de una localidad en la que paseando se puede cambiar de Bélgica a Países Bajos sin ser consciente más de una veintena de veces, dependiendo del trayecto.
UN ROMPECABEZAS TERRITORIAL
De apenas 8.000 habitantes, Baarle en realidad se llama Baarle-Hertog (belga) o Baarle-Nassau (neerlandés) y es un auténtico rompecabezas, ya que está compuesto por 30 enclaves: 22 «islas» belgas en territorio neerlandés, que a su vez poseen ocho exclaves neerlandeses en su interior, explica a Efe el alcalde de la parte belga, Frans De Bont.
La mayoría de las líneas de frontera entre países, cuya distribución proviene de riñas medievales entre nobles, están marcadas con líneas de cruces en la acera, símbolo de la ciudad.
Las cruces pueden internarse en una licorería y salir por una tienda de ropa o entrar en casas particulares, como la de la calle Loveren número 2 (belga) o 19 (neerlandesa), de cuya puerta cuelgan las banderas de ambos países y que se ha convertido en la principal atracción turística de la localidad.
La línea también pasa incluso por dentro del consistorio belga, algo de lo que, dice el alcalde, «están muy orgullosos», hasta el punto de que está señalada en la sala de juntas con luces led.
UNA DECLARACIÓN DE HONOR PARA CRUZAR DE CALLE
El gobierno belga exigió, desde enero hasta finales de abril, que cualquier persona que entrara o saliera de territorio belga portara consigo una declaración de honor especificando el motivo del traslado, algo «muy molesto» en Baarle.
«Teníamos que llevar la declaración para demostrar que vivíamos aquí, que este era nuestro territorio y que teníamos que poder ir a los Países Bajos y a Bélgica, a las tiendas de allí», dice De Bont.
Esta difícil situación se vivió con el resto de medidas restrictivas que estipularon las autoridades belgas y neerlandesas: confinamientos y toques de queda distintos, cierres de establecimientos en un país y en el otro no, etc.
Como algunos establecimientos y edificios están compartidos por ambos países, como es el caso del centro cultural, al final ambos ayuntamientos tomaron la decisión de aplicar las normas más estrictas lo que, según el alcalde belga, fue «muy incómodo».
Un ejemplo es la apertura de terrazas, que en Países Bajos fue el 28 de abril, mientras que en Bélgica solo podrán a partir del 8 de mayo.
BELGAS Y NEERLANDESES, UNA RELACIÓN «SANA»
Preguntado sobre si belgas y neerlandeses se llevan bien, Willem, el director de la oficina de turismo, responde entre risas, «tenemos que hacerlo… y lo hacemos bastante bien».
Cuenta que los ediles de Baarle-Nassau y Baarle-Hertog se reúnen varias veces al año en el «GOB», cuyas siglas significan «Organismo conjunto de Baarle», para decidir asuntos comunes como la construcción de carreteras.
«Tenemos que llegar a un buen acuerdo: Quién hace el trabajo, cuál es el terreno más barato, etc. Juntos hacemos un plan completo y entonces podemos empezar», relata.
Willem asegura que belgas y holandeses viven de una forma «sana» su nacionalidad y forma de pensar.
Hay muchas familias de doble nacionalidad en Baarle, como ocurre con el propio De Bont, que está casado con una holandesa, lo que, asegura, es un signo de que «nos estamos convirtiendo en una especie de municipio europeo».
Antes de despedirse, Willem señala orgulloso: «En el mundo hay 64 enclaves entre países y nosotros tenemos 30, así que somos la capital mundial de los enclaves». EFE
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