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Álvarez Frugoni, la luz ante todo

Evocadora obra de Álvarez Frugoni: 'Jardin Rojo'.

En el programa cultural de este fin de año, el Consulado de Suiza en Barcelona pone el acento sobre el trabajo del pintor suizo-uruguayo que reside en Mallorca.

Encuentro con un artista que prefiere el resplandor natural de una villa balear a los focos de las galerías.

Sus vínculos con la Confederación comenzaron como una historia de amor en 1982, cuando desembarcó en Friburgo para presentar sus cuadros en una exposición.

Álvarez Frugoni no era todavía el pintor de hoy en día reconocido en Europa. Lo que él conocía entonces de Suiza era su imagen reluciente, envidiable, transmitida por su padre -allí en Uruguay- que repetía a sus hijos que el pequeño país enclavado en los Alpes disfrutaba de un sistema democrático ejemplar.

Entonces Álvarez anunció a su familia que se iba a vivir con Renata, la mujer suiza de expresión alemana que conoció en Friburgo, lo que llenó de felicidad a su padre. Su hijo nos confiesa hoy que esta unión le concedió un equilibrio sagrado, imprescindible para su arte.

Rumbo a Montevideo

«Mi mujer es logopeda, ella trabaja con la palabra, yo lo hago con el silencio», explica Álvarez.

Dos universos complementarios que encuentran su espacio ideal en una pequeña localidad mallorquina –Alaró- situada al pie de la sierra de Tramontana y a 24 kilómetros de Palma, lugar donde viven los Frugoni desde 1997.

La esposa enseña, el marido pinta. Durante mucho tiempo viajaron por el mundo, depositando sus esperanzas aquí y allá, según las circunstancias.

Tras su estancia en Suiza a principios de los años 80, decidieron establecerse en Uruguay. «Nos queríamos alejar entonces de esa Europa envuelta en los tormentos políticos de Oriente Próximo», afirma el creador.

Rumbo a Montevideo fue donde el pintor encontró su identidad y adquirió otra. «Allí obtuve la nacionalidad suiza. Cuando fui convocado por la embajada para mantener una conversación, estaba angustiado. Mi francés estaba lejos de ser perfecto y no hablaba nada de alemán. Pero todavía recuerdo, hoy en día, de este diálogo que acabó transformándose en una amistad profunda con el que era en ese momento el embajador de Suiza en Uruguay».

Temperamento insular

Estos encuentros iluminaron su vida y su trabajo. El encuentro con Mallorca resultó decisivo. Es la luz que encaminó los pasos del pintor a esta resplandeciente isla de las Baleares.

Los artistas, como se sabe, tienen un temperamento insular. «Une gente egocéntrica», indica Álvarez, mientras nos invita a entrar a su taller estudio, lleno de sol en una jornada otoñal.

En su interior están colocados una quincena de cuadros, óleos y lienzos, sobre el que figura ‘Aurora’- más una brillante en rojo vivo -‘Invierno’- dormita sobre una blancura azulada.

Un motivo que siempre aparece regularmente en los lienzos de Álvarez Frugoni: la cabra. Ella frecuentemente representa la ingravidez, como algunos animales en la obra del pintor francés Chagall.

Gente simple, demasiado simple

¿Por qué la cabra? ¿Siempre ella? «La cabra soy yo», precisa el artista. Como ella, puedo sobrevivir, o más bien vivir en medio de lo más inhóspito».

Esta experiencia la adquirió, hacia el fin de la década de los 70, cuando pasó tres años en una recóndita localidad de Venezuela, junto a una selva tropical, a cuatro horas de camino de Caracas. Allí, frecuentó personas simples, muy simples, que creían que Suiza era un país rico porque allí había mucha nieve.

«La nieve para ellos es un lujo: asociada al hielo, permite obtener agua para beber, fría y que sirve para conservar la carne y el pescado».

La selva tropical constituyó una fuente de inspiración para Frugoni. En sus obras, a veces, aparecen animales salvajes, generalmente pintados en el reverso. Efecto plástico que recuerda el estilo figurativo de Georg Baselitz, al que Álvarez respeta mucho. Es a quien admira dentro de la gran pintura, por su lado universal, duradero.

Lo que lamenta de algunos de los artistas actuales es su avidez comercial. De Jeff Koons, por ejemplo, dice que se sabe vender, y que para hacerlo encontró un buen filón: la provocación.

«Soy un idealista, sueño quizá demasiado». Reconoce que prefiere las luces auténticas de un pueblecito mallorquín antes que los focos de las galerías.

swissinfo, Ghania Adamo, Mallorca
(Traducción: Iván Turmo)

En 1961, entra a la Escuela de Bellas Artes de Montevideo.

A partir de 1966, enseña diseño durante 8 años en el colegio ‘Nuestra Senora del Huerto’, en Florida, Uruguay.

En 1974, se establece por su cuenta y abre su taller de pintura en Caracas, Venezuela.

En 1979, crea el colectivo de artistas ‘Taller 69’.

Deja América Latina en 1982 y se va a Suiza algunos años antes de regresar a Uruguay.

En 1983, obtiene el Premio ‘Bienale of Contemporary Art Scandicci’, en Florencia.

Tiene exposiciones en Ginebra, Berna, Zúrich, París, Madrid, Barcelona…

90% de sus obras se venden en Suiza.

Desde1997, vive y trabaja en Alaró, Mallorca. España.

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