Émulos suizos de Blaise Cendrars
Charles-Alexandre Cingria, Nicolas Bouvier, Anne-Marie Schwarzenbach, Ella Maillard, Hugo Lötscher, etc ... las literaturas suizas tienen muchos otros escritores viajeros del estilo de Blaise Cendrars. Eslabones de tradiciones procedentes del proceso migratorio, responden de generación en generación al llamado del amplio debate sobre su propia humanidad.
“Los viajes son un medio, no un fin. Una herramienta de descentración, una escuela para la contemplación, un buen aprendizaje del empobrecimiento. Viajar a menudo se asemeja a un juego de roles: se ofrece el lujo de recomenzar la vida cada mañana. Contrariamente, la vida tiene más intensidad, más amplitud, más sacudidas. Al regreso se es más uno mismo”. Así habla Blaise Hofmann, originario del cantón de Vaud, de 35 años y ganador del Premio Nicolas Bouvier 2009.
“Cingria y Cendrars eran muy amigos. Bouvier habló de su deuda con ellos. Hoy, la joven Aude Seigne dice haberse nutrido de Nicolas Bouvier. Coincidentemente, se entiende muy bien con Blaise Hofmann. Para mí, el punto común entre esas personas que se leen entre sí está en la búsqueda, por medio de los viajes, de una sensación poderosa, más fuerte de lo normal, de estar en el mundo, de tener consciencia del mundo”, analiza Caroline Coutau, directora de Ediciones Zoé.
“En Suiza están los grandes viajeros pero también los paseantes, los caminantes, los escritores de confesiones e incluso aquellos que viajan en la habitación, todos se inscriben en la misma lógica. Bouvier, Cingria, Pestelli, Anne-Marie Schwarzenbach, más periodista que escritora, Ella Maillart, más aventurera que escritora, pero también Robert Walser que era un caminante. Cendrars era un viajero del planeta y un viajero del interior, pero lo son todos, más o menos. Sin ser necesariamente narcisistas, hablan de sí mismos, tal vez para hablar mejor de su propia humanidad. Es por ello que los leemos y que nos interesan”.
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Blaise Cendrars
Mercenarios convertidos a la literatura
Fueron los suizos de expresión alemana los que comenzaron. Para Peter Utz, profesor de Literatura Alemana en la Universidad de Lausana, la tradición se remonta al tiempo de los mercenarios: “Muchos suizos eran nómadas exiliados que se hicieron espectadores muy atentos, al grado de que la expatriación los condujo a una especie de secuencia literaria, especialmente en el momento del retorno al país, que a menudo actúa como catalizador”.
El primero de estos “mercenarios convertidos a la literatura”, Ulrich Brägger (La vida del pobre de Toggenburg, 1856), devino un escritor a su regreso de Berlín, después de servir en el ejército prusiano de Federico II. “Sus escritos muestran una mirada particular, una mirada de extranjero que marca una diferencia con esta Suiza que reencuentra sin verdaderamente reconocerla. La mirada del que retorna se vuelve crítica por una especie de dificultad al encontrar una vida y una sociedad que ya no son las suyas”, dice Peter Utz.
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Blaise Cendrars: un ‘outsider’ en La Pléiade
Con toda neutralidad
“Todas esas personas se colocaron en posición de observadores precisos, más que en la de jugar el papel activo de la ficción”, señala Caroline Coutau. “Se quedaron a distancia, atentos a los detalles, encerrándose en un gran pudor y en una gran discreción, eso es quizá muy suizo”.
Peter Utz añade: “La discreción manifestada por muchos de estos escritores se deriva quizá de la posición de espectador convertida en doctrina oficial desde 1914 de una Suiza neutra y del discurso de ‘neutralidad intelectual’ defendido por Carl Spitteler”, y que le valió el Premio Premio Nobel de Literatura en 1919.
Peter Utz
El viaje es una gran metáfora de la ficción, un paisaje del imaginario
Doble pertenencia
Berlín se mantuvo como un polo de atracción muy fructífero para los escritores de habla alemana. Peter Utz se refiere a “Thomas Hürlimann, que necesita esa distancia para escribir sobre Suiza, o Matthias Zschokke, que no escribe acerca de Suiza, pero se dice más suizo en Berlín que en ningún otro lado”.
En el mismo sentido, está París para los suizos de expresión francesa e Italia para los oriundos del Tesino, ya que la situación particular de la literatura suiza proviene del hecho de que el lugar de pertenencia política no se sobrepone a la cultura de referencia. “Siempre se ha tenido que buscar un centro de gravedad al exterior, en la cultura de referencia, y eso induce a una especie de doble pertenencia, al mismo tiempo que una suerte de ida y vuelta entre los dos”, analiza Peter Utz.
Debido a lo exiguo de su territorio, los escritores del Tesino abrieron sus horizontes hacia Italia, dice Guido Pedrojetta, profesor asistente de italiano en la Universidad de Friburgo. Cita el caso de Enrico Filippini, cuyo Último Viaje narra el retorno al Tesino con un cáncer. “Después de haber pasado toda su vida en Italia, tuvo que volver a sus orígenes, transformar su cuna en ataúd. En ese sentido, tanto real como metafísico, el viaje se convierte en trayectoria de vida”.
Acantonados al sur del Gotardo, los escritores del Tesino consideran también al resto del país como una tierra de descubrimiento, con la misma mirada que si fueran al extranjero. “Con El juego de Monopoly, Giovanni Orelli, por ejemplo, escribió un delicioso retrato de Suiza”, dice Guido Pedrojetta.
Peter Utz
En sus archivos, Hugo Lötscher dejó una maleta llena de…¡150 jabones que se llevó de hoteles donde se alojó durante sus viajes!
Un informe de tierra de subsistencia
Desde las regiones extremas de Europa o del Mediterráneo, y tras el desarrollo del transporte, los viajeros se han aventurado gradualmente en Asia, omnipresente entre los escritores suizos, un poco en América o África, aunque menos.
“La relación con el extranjero fue durante mucho tiempo una relación de subsistencia, propia de los países con recursos limitados hasta la Primera Guerra Mundial”, señala Daniel Maggetti, profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Lausana.
En el siglo XX, el género de literatura de viajes siguió creciendo, sobre todo en cuanto a la forma. “Antes, era para describir lo real, para relatar los acontecimientos que verdaderamente habían sucedido y en los que el narrador había sido actor”, explica Daniel Maggetti. El género se ha desarrollado en paralelo, pero más allá del diario de viaje o del reportaje. Cendrars es particularmente innovador, ya que ha logrado asociar el relato del viaje clásico transformando la realidad y agregando su mitología personal”.
Nicolas Bouvier (Ginebra 1929-Ginebra, 1998), referencia para muchos viajeros y escritores.
Charles Albert Cingria (Ginebra 1883-Ginebra 1954), viajó por Suiza, Francia, Italia, Alemania, España, África, Turquía.
Enrico Filippini (Locarno 1932-Roma, 1988), El último viaje.
Blaise Hofmann (Morges, Vaud, 1978), Premio Nicolas Bouvier 2009 por Estío.
Thomas Hürlimann (Zug, 1950) vive en Berlín.
Hugo Lötscher (Zurich, 1929 Zurich 2009), estudió en París y viajó por América Latina, el Lejano Oriente, Estados Unidos y Brasil.
Ella Maillart (Ginebra 1903-Chandolin 1997), viajó al Cáucaso en 1930, recorrió Asia Central, China, India, Afganistán, Irán y Turquía.
Giovanni Orelli (Bedretto 1928), autor de El juego de Monopoly en Suiza.
Lorenzo Pestelli (Sevenoaks 1935 – Marrakesh 1977) Viaje a Japón a través de Nepal, Tailandia, Malasia, Indochina y la India.
Anne-Marie Schwarzenbach (Zúrich 1908-42), viajó a España, Persia, Rusia, Estados Unidos, Afganistán.
Aude Seigne (1985), Premio Nicolas Bouvier 2011 por Crónica del Occidente Nómada.
Robert Walser (1878-1956) recoge la admiración de los más grandes escritores de principios del siglo XX, sobre todo en Berlín.
Matthias Zschokke (Berna 1954), Premio Femina extranjero 2009.
Traducción, Marcela Aguila Rubín
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