Luz a la obra olvidada del suizo Adolf Methfessel sobre la Guerra del Paraguay
La obra del artista suizo ha pasado durante siglos desapercibida para el gran público. Con motivo de una exposición en Buenos Aires, SWI swissinfo.ch se adentra en la obra pictórica del, hasta ahora, poco conocido pintor de guerra.
Es escasa la información que nos ha llegado sobre la vida de Adolf Methfessel. De hecho, no existe mención alguna sobre la biografía del artista ni siquiera en Wikipedia, en ningún idioma.
Adolf Methfessel era un artista polifacético. Su obra maduró en el continente sudamericano, donde no solo mostró su faceta como naturalista, arquitecto, paisajista, arqueólogo y explorador de la fauna y flora sudamericana, sino que también destacó como pintor de guerra.
A través de la pintura, Methfessel dejaba entrever su arraigo emocional a su país de origen, Suiza. El artista nació en Berna en 1836. Unos años más tarde, en 1864, se trasladó a Argentina con el título de arquitecto paisajista bajo el brazo. Lo cierto es que faltan datos en su biografía temprana para responder a la preguntar fundamental: ¿por qué emigró a Argentina?
“Se desconoce la razón que le trajo a Argentina. Es posible que estuviera relacionado con la imagen que Argentina promocionaba en el exterior: un país en construcción, una tierra de provisión”, señala a SWI Leontina Etchelecu, curadora de la muestra del Museo LarretaEnlace externo.
Y, en efecto, Argentina era una nación en ciernes que buscaba su futuro en el viejo continente. Once años antes de la llegada del suizo, la primera Constitución Argentina incluía ya un artículo, que persiste en su versión actual y que estipula lo siguiente: «El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.»
Adolf Methfessel, o “Adolfo”, como fue bautizado tras su arribo a la Argentina, llegaba a un país que lo recibiría con los brazos abiertos.
Una Buenos Aires prometedora, lejos de la realidad
Muchos historiadores coinciden: entre 1860 y 1870, Buenos Aires dejó de ser una aldea para convertirse en una ciudad. Methfessel llegó en medio de esa transición.
Arribó a una ciudad indeterminada, entre colonial e industrial, donde la creciente preferencia de la élite por bienes materiales y culturales europeos chocaba con las condiciones de vida principalmente pobres de la mayoría. Buenos Aires era una ciudad donde las promesas de riqueza hechas a quienes decidían establecerse en ella quedaban destruidas apenas llegaban los barcos al puerto.
Sin embargo, Methfessel tuvo mejor suerte: su grado universitario y su origen masón le abrió las puertas de exclusivos clubes de caballeros de Buenos Aires, sociedades de empresarios y profesionales que contaban con una gran participación de extranjeros letrados. No obstante, poco tardó en entender que, en aquellos años de mediados del siglo XIX, la atención se concentraba en las zonas limítrofes con otros países vecinos, es decir, en las fronteras.
Cuando Adolf Methfessel llegó a Buenos Aires, 1.000 km al norte estallaba la guerra más sangrienta de la historia de Latinoamérica: la Guerra de la Triple Alianza o la Guerra Grande.
Este conflicto bélico que enfrentó a Paraguay contra Argentina, Brasil y Uruguay, tuvo como detonante un golpe de Estado con el que un grupo de liberales uruguayos, con apoyo brasileño, derrocó al Gobierno Federal de Uruguay, aliado del gobierno paraguayo.
Este último, ante este acontecimiento, intervino en la defensa de los gobernantes depuestos, desencadenando así un enfrentamiento con los tres países vecinos, aliados entre sí en la defensa de políticas de comercio liberales y en contra de la propagación de modelos económicos autónomos en la región (como el paraguayo).
La guerra, que se extendió a lo largo de seis años, fue tan desproporcionada como despiadada. Según distintas fuentes, al final del conflicto, Paraguay había perdido cerca del 60% de su población y, se estima, más del 90% de su población masculina adulta. El pintor suizo fue testigo de esa masacre.
La guerra, escenario del arte
Methfessel no fue a la guerra como soldado, sino como trabajador. En los clubes porteños de caballeros, el suizo conoció al general Bartolomé Mitre, presidente de la República Argentina y comandante de los ejércitos aliados. Allí, Mitre le presentó a algunos empresarios interesados en hacer negocios con la guerra mediante la venta de un amplio abanico de productos, desde lápices hasta armas o ropa, a las tropas aliadas.
El joven suizo, necesitado de trabajo y predispuesto a la aventura (sin olvidarse de llevar consigo sus propios cuadernos y lápices), partió a los selváticos campos de batalla como representante comercial.
“Nos acompaña el señor D. Adolfo Methfesseld (sic). Este joven es el único que sigue al ejército aliado dibujando todos los lugares que conquistan nuestras armas, levantando planos y formando croquis de las batallas…” publicaba en mayo de 1869 el periódico La Tribuna de Buenos Aires, uno de muchos medios que cubrió los avatares de la guerra. Casi por accidente, mientras cumplía con su rol de vendedor, Methfessel se convirtió en cronista de guerra.
Los dibujos del suizo plasman un amplio espectro de experiencias de la guerra. Ilustró tanto la panorámica de un campamento brasileño a orillas de un río en Villeta, como la marcha de tropas argentinas a través de la selva; dibujó la lucha entre humo y metralla de soldados brasileños y paraguayos, así como la devastadora imagen de unos soldados argentinos descansando sobre las ruinas de una iglesia de la ciudad paraguaya de Humaitá.
En estas obras, que pueden verse en la muestra del Museo Larreta, también hay lugar para imágenes de cierta intimidad: como el dibujo del cuartel del General Mitre en Tuyutí, una escena calma, probablemente antes de la batalla de Tuyutí, la más grande de la historia de Sudamérica con 70.000 hombres en combate y más de 20.000 muertos.
Una de sus obras más destacadas es el díptico «Mucho buen tiempo / Mucho mal tempo». En el cuadro aparecen dos escenas: a la izquierda, unos soldados que beben mientras pescan a orillas del río; a la derecha, un soldado paraguayo apenas protegido de la lluvia por un árbol con unos soldados a su espalda a punto de atacar.
Sus dibujos fueron publicados en Buenos Aires mientras aún sucedía la guerra, adelantándose a las famosas pinturas panorámicas documentales del artista argentino Cándido López.
En 1869, cuando Paraguay se acercaba a la derrota, la firma Litografía Pelvilain publicó el ‘Álbum de Methfessel’, el cual comprendía veinte láminas que mostraban por primera vez estas imágenes “tomadas del natural”.
La publicación se vendió holgadamente entre el público de un bando, que tenía hambre de imágenes que representaban el fervor patriótico, como del otro, que contemplaba en ellas el horror y la indignación. En Argentina, la guerra fue motivo de fuertes críticas que continúan hasta la actualidad.
Los cuadros de Methfessel, sumados a una treintena de acuarelas que pintó veinte años después de que terminase el conflicto, ayudaron a documentar las atrocidades de la guerra.
Vuelta a Suiza
Methfessel llegó a Buenos Aires con 28 años y volvió definitivamente a Europa con 68. En Argentina, además de presenciar la guerra más sangrienta de la región, estudió arqueología y llegó a dirigir dos expediciones en la provincia de Catamarca; diseñó la primera fisonomía del Parque 3 de febrero de Buenos Aires, imprimiendo nociones de un estilo europeo que son hoy una insignia porteña; viajó a zonas inhóspitas del país, donde registró los aspectos científicos de lo que observaba y retrató la belleza natural argentina a través de su pintura paisajística.
Al volver a Suiza, Adolf Methfessel siguió pintando su entorno. Sin embargo, al retratar su ciudad natal, decidió hacerlo bajo una mirada documental retrospectiva. El artista decidió dejarse llevar por un sentimiento nostálgico y retrató Berna con los puentes y edificios que existían antes de su partida y que habían sido derribados mientras vivía en Sudamérica. Estas obras tardías también pueden apreciarse en el Museo Larreta, junto con el retrato del hospital en que el propio Adolf Methfessel murió en 1909 a los 73 años.
Editado por Eduardo Simantob, Carla Wolff y Patricia Islas
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