Colección Bührle: Ann Demeester habla sobre arte, guerra y contexto histórico
La Kunsthaus de Zúrich lleva a cabo un nuevo intento para exponer la controvertida Colección Bührle. SWI swissinfo.ch ha hablado con la directora Ann Demeester sobre esa exposición.
En otoño de 2021, la Kunsthaus de Zúrich inauguró una exposición de obras principalmente impresionistas, cedidas por la Fundación Emil Bührle. Desde el inicio de esa muestra, el museo fue objeto de numerosas críticas internacionales por ello: Bührle fue traficante de armas y había adquirido varias de esas obras durante el régimen nazi en circunstancias que luego se han aclarado.
Además, antes de su inauguración, la fundación interfirió en las averiguaciones sobre los antecedentes históricos de la controvertida colección. Ahora, con la nueva directora Ann Demeester, el museo se ha aventurado nuevamente y ha revisado la exposición -el contexto de adquisición de los cuadros cuenta con mayor espacio- bajo el título «Arte, contexto, guerra y conflicto».
Demeester explicó a SWI swissinfo.ch su forma de abordar la colección, en clara ruptura con la de su predecesor, y la diferente situación a la que se enfrenta la Kunsthaus de Zúrich en comparación con el Museo de Arte de Berna (Kunstmuseum Bern), que también tuvo que lidiar con otro caso de gran repercusión, la Colección Gurlitt.
SWI: En una entrevista en 2022, usted afirmó que el arte queda a merced de la historia tras la muerte del artista. ¿Se siente entonces enfadada con Emil Bührle por lo que le hizo a estas obras?
Ann Demeester: Intento no enfadarme con los muertos. Eso no ayuda mucho. Pero siempre soy consciente de que en el tema de la Colección Bührle, el arte y la historia no podrán separarse nunca. Las obras de arte son en sí mismas inocentes, pero al mismo tiempo son testimonio de crímenes y de profundas injusticias. También se han convertido en documentos que recuerdan el terror del régimen nazi.
Con esta exposición queremos mostrar ambas cosas: se trata de una maravillosa colección de extraordinarias obras maestras. Pero es también una colección controvertida. En ella figuran obras que anteriormente pertenecieron a coleccionistas judíos, casos que aún están discutiéndose. Además, el resto de las obras de arte se compraron con el capital de Emil Bührle, un capital que procedía en gran parte de la venta de armas a la Alemania nazi.
SWI: ¿Por qué compró Bührle precisamente esos cuadros?
A.D.: Bührle compraba obras de artistas de primera fila, de gran calidad y valor. Sus intereses iban desde los maestros antiguos hasta la escultura medieval y el modernismo clásico temprano. Sentía aversión por el arte abstracto. Al principio tampoco quería comprar a Picasso porque era comunista, pero me contaron que al final lo hizo de todos modos porque en aquella época Picasso ya formaba parte del catálogo de grandes maestros. Bührle estuvo siempre muy atento a los grandes nombres del canon artístico.
SWI: Pocas veces se ha hablado tanto de la Kunsthaus de Zúrich como en los dos últimos años. ¿Es esto también una oportunidad?
A.D.: Eso sería cínico, hay demasiado sufrimiento detrás de esta colección. Pero creo que la Colección Bührle nos ha obligado a tomarnos en serio nuestro papel, a enfrentarnos al mundo y no limitarnos a ser un hermoso palacio de arte. Tenemos que ser un museo de hoy, en el que existen también discusiones dolorosas y que no siempre puede vivir en la armonía.
SWI: Hace una semana hubo un contratiempo: el consejo científico asesor dimitió al unísono.
A.D.: Sin el consejo asesor esta exposición tendría otro aspecto; nos han dado una información increíblemente importante durante los últimos 12 meses sobre los temas de la exposición y sobre cómo invitar activamente al público a participar. Sin ellos, podríamos haber adoptado una perspectiva muy diferente. Pero al final, consideraron que Bührle sigue estando demasiado en el centro y que, por el contrario, las víctimas no lo están suficientemente. Respetamos esa opinión, pero lo vemos de otra manera.
Una «historia de beneficiarios»: Por qué dimitió el Consejo Científico Asesor
Una semana antes de la inauguración el consejo científico asesor presentó su dimisión, tras efectuar numerosas declaraciones. Los miembros del consejo asesor criticaron que la exposición siguiera centrándose demasiado en la figura de Emil Bührle como tema central. En su opinión, la nueva exposición margina a las víctimas de la política, de la que Bührle se benefició como empresario y coleccionista.
Además, sostienen que no se reconoce suficientemente la vida de los anteriores propietarios de las obras. La exposición se centra en la «historia de los beneficiarios» en lugar de destacar a las personas que dieron forma al modernismo a través de su apoyo a los artistas.
Afirman que la exposición tampoco muestra con suficiente detalle la política de exterminio nacionalsocialista, fundamental en la historia de la colección, ni la política de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial: «la exposición tampoco menciona el papel de Suiza como punto de encuentro de obras saqueadas o vendidas como consecuencia de la huida», declaró Stefanie Mahrer, miembro del Consejo Asesor.
SWI: Otra de las críticas del consejo asesor es que los cuadros pueden contemplarse sin necesidad de ver el contexto, y que ese contexto histórico del que proceden las obras no se muestra de forma suficientemente destacada.
A.D.: Nuestro deber como museo es explicar el contexto de los cuadros. Pero no queremos cubrirlos con capas y capas de información ni taparlos sólo para hacer el contexto más evidente. Queremos que las obras respiren y también que puedan existir como tales obras de arte.
Creo que no se puede eludir la historia en nuestra exposición: comienza deliberadamente con un cuadro que es hermoso pero que tiene una historia muy compleja y dolorosa: el retrato de Irène Cahen d’Anvers, de Renoir. Queremos que los visitantes vean ese cuadro como una obra maestra del impresionismo.
Toda la familia de Irène Cahen d’Anvers murió asesinada en campos de concentración y su retrato fue confiscado por los nazis. Tras la guerra, se lo devolvieron antes de que ella se lo vendiera a Bührle en 1949.
SWI: ¿Cómo ha hecho para mostrar todo esto?
A.D.: Desde la primera sala, el recorrido por la exposición está predeterminado; los espectadores tienen que pasar por las declaraciones en vídeo sobre la exposición, por la sala que habla del destino de los coleccionistas judíos, así como por la de la investigación de procedencias.
SWI: Al final, los visitantes entran en una sala donde también pueden dar su opinión.
A.D.: Me interesan las reacciones, mi equipo y yo tenemos mucha curiosidad al respecto. Tenemos también una sesión semanal en la que nos gustaría hablar personalmente con el público. ¿Qué preocupaciones tienen, qué inquietudes nos plantean? Esta exposición no es para nosotros un punto final: ¿qué sacamos de ella para las siguientes fases de la exposición? ¿Cómo deberíamos cambiar?
No queremos complacer a todo el mundo. Tampoco podremos responder a todo. Pero queremos entender qué debates son importantes para nuestros visitantes. Seguiremos invitando a expertos. Si tuviéramos que retroceder en el tiempo, volveríamos a invitar inmediatamente al consejo asesor. Sin duda, sin vacilar.
SWI: ¿Hasta qué punto el debate sobre Bührle trasciende la Kunsthaus?
A.D.: Tengo dudas sobre eso. Llevo un año en Suiza. Como inmigrante reciente, debo ser algo reservada. Pero creo que la Colección Bührle es una pars pro toto (una parte por el todo, en latín) y que representa mucho más que una simple colección.
La gente me dice que puede ser una especie de piedra de toque para dar a conocer mejor la historia de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas de las personas con las que he hablado me han dicho que estamos entrando en una nueva fase de la memoria en la que el papel de Suiza se verá aún más cuestionado.
La cuestión no es tanto la de la culpabilidad o la inocencia, sino quizás la de qué significaba entonces la neutralidad. ¿Qué significaba en una guerra mundial ser políticamente neutral y seguir comerciando con todo el mundo? Pero para eso necesitamos debates fuera de la Kunsthaus que se relacionen con la investigación existente.
SWI: Hasta ahora se ha referido al debate público, pero también hay una especie de diplomacia con la Fundación Bührle y la Sociedad de Arte de Zúrich (Zürcher Kunstgesellschaft). ¿Ha habido alguna condición al respecto?
A.D.: La Fundación Bührle no nos impuso ninguna condición. La colección debe permanecer unida, pero tenemos libertad para comisariarla. Eso estaba claro, pero no quiero dar un juicio apresurado sobre los hechos. Tampoco se sabe a ciencia cierta qué aportará la investigación del historiador Raphael Gross, encargado de revisar la procedencia de los cuadros.
SWI: ¿Podemos esperar un modelo similar al de Berna, según el cual, en caso de sospecha, las obras se devuelven a sus legítimos propietarios?
A.D.: Sentimos una gran admiración por el trabajo del Kunstmuseum de Berna, pero creo que hay una gran diferencia entre su situación y la nuestra. El Kunstmuseum de Berna es el propietario de las obras sospechosas. Nosotros no lo somos en el caso de la Colección Bührle. Esto no es una excusa, sino un hecho.
En marzo de 2023 introdujimos una nueva estrategia en la investigación de la procedencia para nuestra propia colección. Para las obras de nuestra propia colección, las circunstancias y la estrategia están claras, pero aún no para la colección de arte de la Fundación Bührle.
Texto adaptado del alemán por J.M. Wolff
Vídeo adaptado del inglés por Carla Wolfff
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