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Convertir la madera en combustible, una idea que fracasó

hombre transportando madera en 1940
Trabajadores de HOVAG transportando madera para transformarla en combustible. Eth-Bibliothek Zürich

Rodeada por las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, Suiza se vio obligada a hacer uso de sus recursos en los años de guerra. En el campo de la industria, el país alpino recurrió a tecnologías entonces punteras, como la hidrólisis de la madera.

Esta epopeya industrial, comenzó con la creación de la empresa HOVAG en Ems en 1936. Rebautizada como Ems-Chemie en 1978, la fábrica con sede en el cantón de Grisones, produce ahora polímeros de alto rendimiento y especialidades químicas en 25 centros de producción de 16 países. El grupo emplea a unas 2.500 personas y tiene unas ventas netas de más de 2.000 millones de francos suizos. Actualmente, la empresa la dirige Magdalena Martullo-Blocher, hija del exconsejero federal Christoph Blocher, que compró la empresa en 1983 a la familia de su difunto fundador, Werner Oswald.

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Werner Oswald (1904-1979), fundador de HOVAG. Privatarchiv

Ingeniero agrónomo de formación, Werner Oswald creó la empresa para producir combustible a partir de la madera cultivada por los agricultores de montaña. Se trata de un material que está perdiendo terreno, suplantado poco a poco por el gas y la electricidad. Para ello, compró al ingeniero alemán Heinrich Scholler la licencia de un proceso que convierte la lignina, componente de la madera, en glucosa mediante ácido clorhídrico. Un proceso conocido como sacarificación. En mayo de 1936, fundó Holzverzuckerungs AG, HOVAG de forma abreviada, con el objetivo de producir alcohol a partir de residuos de madera.

Desde el principio, Werner Oswald recurrió a subvenciones para mantener el negocio, ya que el alcohol fabricado a partir de madera era mucho más caro que los productos importados. Consiguió el apoyo del cantón de los Grisones, pobre en industria pero rico en bosques. En 1937, los Grisones prometió al gobierno federal aportar la mitad de cualquier subvención estatal. El Consejo Federal tardó en responder, y cuando por fin estaba convencido de que el proyecto era viable, estalló la Segunda Guerra Mundial.

Para Werner Oswald, la guerra fue una oportunidad. La gasolina se estaba convirtiendo en un bien escaso y estaba estrictamente racionada. Por ello, presentó a Berna un proyecto para producir un combustible alternativo a partir de alcohol y metanol. Es cierto que la construcción de una planta de este tipo costaría seis veces más de lo previsto inicialmente. Pero el agrónomo confiaba en que la producción pudiera comenzar en el plazo de un año. El empresario demostró ser un excelente vendedor. Utilizando el pathos patriótico, recurrió a la «fuerza vegetal de nuestro suelo» y al «apego a la tierra» de la población agrícola. Se ganó el apoyo de políticos y asociaciones automovilísticas, que instaron al Consejo Federal a apoyar la producción de combustibles alternativos. La maniobra fue todo un éxito. En la primavera de 1941, el gobierno aportó 2,4 millones de francos y el cantón de los Grisones 1,2 millones.

Construcción de la fábrica HOVAG, primavera de 1942.
Construcción de la fábrica HOVAG, primavera de 1942. Schweizerisches Bundesarchiv

Los expertos de la Alemania nazi

El 2 de agosto de 1941 se puso la primera piedra. El periódico Neue Zürcher Zeitung advertía lo siguiente: «¡Que una buena estrella gobierne la fábrica de madera de Ems!». Pero el inicio de las obras fue sólo el preludio de una carrera de obstáculos que iba a durar varios años. Los materiales de construcción escaseaban debido al racionamiento de la guerra. Los empleados tuvieron que hacer el servicio militar y, como la industria suiza carecía de conocimientos técnicos, la mayor parte de la maquinaria tuvo que encargarse a la Alemania nazi. En otoño de 1942 comenzó la producción de alcohol, pero los expertos alemanes no pudieron poner en marcha la planta de metanol. A finales de año, HOVAG sólo había entregado 178 toneladas de combustible en lugar de las 5.000 contratadas. El gobierno tuvo que adelantar a HOVAG 6 millones de francos para compensar el déficit. Cuando, en 1943, HOVAG entregó sólo la mitad de la cantidad prevista, el Consejo Federal se impacientó y exigió que se pusiera fin a «angustiosas incertidumbres, esperanzas y promesas sin cumplir».

En agosto de 1944, tres años después del inicio de los trabajos, la producción de «agua de Ems», como se conocía al combustible alternativo, se puso por fin en marcha. A pesar del retraso, Werner Oswald redactó un informe en el que elogiaba su trabajo. «Las numerosas dificultades se habían superado gracias a nuestros propios recursos. Hemos asumido resueltamente nuestras responsabilidades”. Para entonces, el colapso de Alemania ya era previsible. Para HOVAG, las consecuencias fueron desastrosas. A principios de 1945 ya escaseaban más de 3.000 toneladas de carbón alemán para la producción de metanol.

En el informe anual de 1944, publicado poco después del final de la guerra, se afirmaba que HOVAG había logrado «poner a disposición toda su producción desde el momento de las restricciones hasta la actualidad, prestando así un servicio esencial a nuestro país». En 2011, la historia oficial de Ems-Chemie, una empresa autorizada y financiada por la familia Blocher, también propagó esa información. Sin embargo, si se examina en profundidad, el historial es menos glorioso. Además del grave retraso, la construcción de la planta costó 37 millones de francos suizos en lugar de los 15 millones previstos inicialmente. El agujero en las arcas se colmó con un aumento del precio del combustible, decidido por las autoridades a raíz de la guerra. El proyecto patriótico de Werner Oswald sólo se realizó parcialmente. La transformación de la madera «autóctona» exigía el pago de derechos de licencia anuales de 100.000 francos a la Alemania nazi por el uso de la fórmula para el proceso. El “agua de Ems» dependía por tanto de especialistas, maquinaria, materiales y carbón de la Alemania nazi, así como de la España franquista.

Ni siquiera el argumento de venta de que HOVAG apoyaba a los agricultores de las montañas de los Grisones resistió el escrutinio. Durante la guerra, la madera fue más demandada que nunca como fuente de energía. En consecuencia, HOVAG tuvo que adquirirla a un precio muy elevado en toda Suiza.

Después de la guerra

En marzo de 1946, el fin del racionamiento de gasolina supuso la sentencia de muerte para el modelo de negocio de HOVAG. Sin embargo, la situación de la planta de Ems seguía siendo envidiable. La planta se había amortizado y las deudas habían desaparecido gracias al elevado precio de venta del combustible. Mejor aún, el grupo se beneficiaba de una garantía de compra estatal. HOVAG suministró al gobierno un total de 100.000 toneladas de combustible hasta 1956. En 1949, este combustible era casi diez veces más caro que la gasolina importada. Ese precio no sólo reembolsaba la totalidad de los costes de producción, sino que también garantizaba el pago de dividendos a los accionistas y liberaba fondos para la investigación.

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Dibujos animados de 1951 y 1953 que representan a Holzverzuckerungs-AG (HOVAG) como un niño llorón que nunca tiene suficiente para comer. Nebelspalter

Para continuar sus actividades sin el apoyo económico de la Confederación, HOVAG se vio obligada a desarrollar nuevos productos. Werner Oswald se centró en los fertilizantes, las fibras sintéticas y los plásticos, sin renunciar al combustible. Contrató a antiguos especialistas del centro de pruebas del ejército alemán en Peenemünde para diseñar un cohete propulsado por combustible Ems. El cohete se vendería al ejército suizo. HOVAG también desarrolló un granulado de napalm llamado «Opalm» para mezclarlo con gasolina Ems. Pero ambos productos resultaron demasiado caros para el gobierno suizo.

En 1952, casi se había suministrado la cantidad total de combustible prevista en la garantía de compra estatal. Werner Oswald advirtió que, sin más subvenciones, tendría que cerrar la mayor parte de la empresa. Para salvar los puestos de trabajo, el gobierno concedió primero una ayuda transitoria de dos años, y luego, en otoño de 1955, el Parlamento suizo aprobó una ayuda federal adicional por valor de 38 millones en cinco años. Los liberales de derechas lanzaron con éxito un referéndum contra esa decisión.

Tras una reñida campaña, la decisión llegó el 13 de mayo de 1956: el pueblo se negó a seguir apoyando a HOVAG. «Esta mañana la oscuridad se precipita sobre los valles de los Grisones. También es un día triste para muchas familias de trabajadores, cuyo destino fue sellado ayer por el pueblo suizo, que rechazó que HOVAG continuara con el trabajo de la madera», lamentaba el periódico Bündner Zeitung. La prensa regional estaba convencida de que a la planta de Ems le esperaba la ruina. Es cierto que Werner Oswald había interrumpido su fábrica de procesión de madera y había despedido a 150 trabajadores. Sin embargo, al mismo tiempo siguió haciendo negocios, sin subvenciones.

Posteriormente, los beneficios netos aumentaron año tras año. Ya en 1958, el periódico National-Zeitung señaló que la reconversión estaba dando «frutos de oro» y declaró que HOVAG era el «milagro económico suizo». Sólo el diario Weltwoche tenía una opinión diferente, que afirmaba que Suiza había ofrecido a «estos señores de Ems» una «fábrica construida con nuestro dinero». Una fábrica bien equipada, con filiales, poderosa financieramente y que paga dividendos». El Weltwoche estaba convencido de que «Werner Oswald había engañado a todo el pueblo suizo, incluido al Gobierno».

Adaptado del francés por Carla Wolff

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