Jaun, un cementerio tallado en madera
Jaun es un agradable pueblo en el corazón de los Prealpes de Friburgo. Situado a más de mil metros de altitud, tiene un atractivo turístico sorprendente: su camposanto. Los crucifijos de madera con bajorrelieves tallados a mano que ilustran la vida y las pasiones de los difuntos hacen que el cementerio sea patrimonio cultural.
A primera vista, el camposanto junto a la iglesia parece una exposición al aire libre en la que artesanía, arte y espiritualidad se dan la mano. La luz y los colores de la naturaleza de este espléndido día de otoño en el que paseamos por él resaltan más, si cabe, su belleza.
Nos acompaña Werner Schuwey, profesor jubilado y organista. Schuwey creció en JaunEnlace externo y ha seguido de cerca el comienzo y el desarrollo de la tradición de los crucifijos funerarios que han hecho famoso este cementerio. Pero, ante todo, era amigo y confidente del hombre que dio origen a esta costumbre: el escultor autodidacta Walter Cottier, fallecido en 1995.
Un talento que emerge del dolor
Como explica Werner Schuwey, las circunstancias que revelaron el talento artístico de Walter Cottier fueron dolorosas: la muerte de su abuelo, en 1948, y la extrema pobreza que impidió a la familia comprar un crucifijo o una lápida. Con 27 años, el propio Walter Cottier creó un monumento de madera para la tumba de su abuelo: un crucifijo con un capitel cubierto de tejas. También talló la parte inferior a ambos lados de la cruz. En un lado, la profesión del difunto. En el otro, un símbolo que ilustraba lo que él más amaba.
Los habitantes de Jaun, conmovidos por la belleza de la obra, comenzaron a pedirle monumentos similares con los que honrar a sus muertos. Más tarde, el reglamento del camposanto estableció que todas las tumbas tenían que estar decoradas con una cruz de madera con dos relieves. Hay retratos, escenas de la vida rural, símbolos de diversos oficios y aficiones, flores e incluso animales.
Un estilo incomparable e inimitable
Tímido y atormentado, Walter Cottier trabajaba en un aserradero, amaba la naturaleza y le gustaba recoger el heno para sus ovejas. “Era un verdadero artista, no podía trabajar por encargo, respetando los horarios como un artesano. A veces se levantaba en mitad de la noche porque estaba inspirado. No dejaba de trabajar. Necesitaba inspiración, intuición, impulsos”, relata Werner Schuwey.
Un trabajo meticuloso, con el cuidado preciso en los detalles, como nos muestra el antiguo profesor que nos guía a través de las obras de Cottier que adornan el cementerio de Jaun.
Experto conocedor de la obra de Walter Cottier, Werner Schuwey señala que “cada obra y cada cuerpo de Cristo eran diferentes”. El propio artista era “único”, y su estilo “incomparable” e “inimitable”.
La tradición continúa
Tras la muerte de Cottier, la tradición que él inició se ha mantenido en el cementerio de Jaun gracias a otro autodidacta: Reynold Boschung. Aunque con un estilo nuevo.
El escultor nos recibe en su estudio donde, junto a su banco de trabajo, observamos una impresionante colección de cinceles y gubias que de inmediato nos permite imaginar la precisión que su arte implica.
Carpintero de profesión, también comenzó a tallar crucifijos por casualidad. Fue en 1988 con motivo de la muerte de un allegado: su suegro. Sin embargo, antes de ponerse a trabajar pidió permiso a Walter Cottier, primo de su madre. Aquí se inició la colaboración entre los dos. Y poco antes de morir, Walter Cottier recomendó a Reynold Boschung que continuara. Una actividad que desarrolla en su tiempo libre.
Al igual que hiciera Walter Cottier, para llevar a cabo sus trabajos, Reynold Boschung utiliza madera de pino. “Es una madera muy fina, que va bien para tallar, especialmente los detalles pequeños”. Ahora solo talla los bajorrelieves, el elemento que distingue los crucifijos de Jaun. Salvo raras excepciones, compra en Italia los cuerpos de Cristo ya hechos a máquina. Esculpir a mano lleva demasiado tiempo: entre 30 y 40 horas tallar un crucifijo de 40 centímetros. Y él no puede dedicarle tanto tiempo como si esta fuera su profesión. Esto conllevaría precios más altos. “La mayoría de la gente ya no lo querría”, observa.
Pedidos desde el extranjero
La reputación de estas esculturas que hablan de la profesión y de lo que apasionaba a los difuntos atrae visitantes a Jaun. También llegan al pueblo compradores venidos de toda Suiza e incluso del extranjero. Reynold Boschung está esculpiendo un relieve para una tumba en LenkEnlace externo, Cantón de Berna. No conocía al difunto, por lo que para representar al campesino utiliza una fotografía como modelo. Esculpirá las cascadas del SimmeEnlace externo de Lenk al otro lado.
“Me lo ha pedido la familia. Primero hice un dibujo, porque a menudo la gente se hace una imagen mental en color. Pero en el relieve, no hay color. Con el dibujo en blanco y negro, la imagen cambia, y la gente ve mejor cómo quedará en relieve. A veces añado algo para embellecer la imagen. Aquí pondré los pinos que hay alrededor de la cascada”, explica el escultor.
Un futuro incierto
En Jaun, hasta ahora, ningún joven ha expresado el deseo de tomar el testigo. Aun así, Reynold Boschung no parece preocupado. “Estoy sano y no pretendo irme tan rápido”, dice riendo este hombre de 57 años. Además, si el día que decida abandonar sus gubias y cinceles, no hay nadie en Jaun para hacerse cargo de la tarea, el trabajo podrán realizarlo artesanos de otras regiones, destaca.
Sin embargo, a modo de precaución, Reynold Boschung ya ha comenzado a preparar el relieve que adornará su propia tumba. Nos muestra la obra sin acabar, y descubrimos con asombro que se representa a sí mismo como un cazador, su gran pasión. ¿Colocará en el otro lado algún símbolo del oficio del carpintero? “Aún no lo he decidido, pero realmente no soy carpintero, tal vez escultor”. Aunque ya ha decidido cómo será el crucifijo: ¡El Cristo en la cruz mirará al cielo!
Traducción del francés: Lupe Calvo
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