De Galeano dicen que murió, pero yo no me lo creo…
Hacía poco había escrito a su amigo paraguayo Ticio Escobar, “estoy luchando ferozmente contra el cáncer, aunque ello me cueste la vida”. Así, con ese mismo ingenio imperturbable con el que enfrentó la muerte, Eduardo Galeano enfrentó la vida. En Suiza recuerdan también a ese humanista que amaba el futbol.
Sus restos mortales permanecen en el paisito, en esa “Suiza de América Latina” que evocó con rabia y con ternura, pero su palabra echó raíces en los diversos confines del mundo, a lo largo de medio siglo de ejercicio político y literario, y florece entre todos aquellos que comprendieron que una utopía no es el espejismo del “optimista ‘full time’Enlace externo”, sino el camino para seguir adelante.
De Suiza y del trabajo
A Eduardo Galeano, según su propio decir, la votación en Suiza contra una iniciativa para reducir las horas laborales, sin desmedro del salario, lo había dejado “turulato”. El trabajo, dijo, «es una obligación universal desde que Dios condenó a Adán a ganarse el pan con el sudor de su frente, pero no hay que tomarse tan a pecho la voluntad divina”.
“Me gusta andar mientras las palabras me caminan dentro”, había dicho este escritor, periodista, caricaturista, editor y, sobre todo, “sentipensante”Enlace externo que conoció ‘Días y noches de amor y de guerra’Enlace externo y que pasó por el tamiz de su verbo fluido y contundente, la gloria y la miseria de la condición humana.
Defensor a ultranza de la soberanía latinoamericana y crítico implacable del neoliberalismo, este latinoamericano nacido en Montevideo que reivindicaba el derecho a soñar y celebraba la indignación de los indignadosEnlace externo, hizo visibles a los más desamparados.
En la generosidad de su discurso cupieron todos: las Madres de la Plaza de MayoEnlace externo, las de AyotzinapaEnlace externo, los niños de la calle, los emigrantes, las víctimasEnlace externo de la dictadura militar, las del nuevo desorden económico internacional, las de los narcoestados… Habló del miedo pero también de la esperanza…
Su retorno al “abrazo inicial”Enlace externo se produjo el lunes 13 de abril. La noticia estremeció a esa América Latina cuyas venas siguen abiertas, pero no solo. Los titulares de diversos periódicos del orbe dieron cuenta de su partida y en la redes sociales se desató el torrente de su palabra.
‘Le Temps’ abordó una de sus mayores pasiones. En su artículo “Así habló (de futbol) Eduardo GaleanoEnlace externo”, el cotidiano suizo refiere que algunos de los más bellos aforismos de ese deporte fueron anotados por el indeclinable hincha del Nacional de Montevideo. “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de futbol”, evocó el diario ginebrino a aquel que enseñó a leer el futbol a MaradonaEnlace externo.
Tabaré Vázquez, presidente de Uruguay: «Galeano fue un claro expositor de la cruda realidad de América Latina»
Las venas abiertas
Muchos medios informativos del mundo, incluida la radio-televisión suizaEnlace externo, aludieron a esa Cumbre de las Américas de 2009 en la que Barak Obama recibió un ejemplar de ‘Las venas abiertas de América Latina’ de manos de Hugo Chávez, “ese extraño dictador”Enlace externo que llegó al poder por la vía reiterada de las urnas y “fue el primer presidente de la humanidad que (en referéndum revocatorio) puso su cargo a disposición de la gente”.
Eduardo Galeano habló del comandante: “De Hugo ChávezEnlace externo dicen que murió, pero yo no me lo creo…”
De Salvador AllendeEnlace externo: “Dijo, ‘voy a nacionalizar el cobre y de aquí no salgo vivo’ y tuvo el coraje de su verdad y cumplió su palabra”.
De CubaEnlace externo: “Hay cosas que no me gustan pero es un ejemplo de dignidad, un país chico que ha sobrevivido a 12 presidentes de Estados Unidos, y el país más solidario del mundo”.
Habló también de Paraguay y de ese “golpe de Estado mal maquillado”Enlace externo contra el presidente Fernando Lugo:
Recuerdos de un “suizo revolucionario”
Eduardo Galeano había llegado a Asunción para asistir, el 15 de agosto de 2008, a la investidura de Fernando LugoEnlace externo, el obispo que trocó la sotana por la banda presidencial para bregar por los desposeídos, tras 61 años de régimen del Partido Colorado, incluidos los 35 de la dictadura de Alfredo Stroessner.
“Llego para compartir la alegría de este país por la nueva era que se abre con Lugo”, dijo el escritor uruguayo a su arribo a Paraguay. Para asistir “a la resurrección de la otra Iglesia”, añadió en alusión a la Teología de la Liberación.
Joan Manuel Serrat, cantautor: «Con su trabajo y actitud, Galeano ha servido de referencia en la vida»
La víspera de la ceremonia, y en un Teatro Municipal desbordante, el escritor uruguayo había dado lectura a extractos de su libro ‘Espejos’Enlace externo, esa historia de la humanidad contada “desde el punto de vista de los que no han salido en la foto”.
“Fue una velada fascinante”, recuerda Walter Suter, diplomático retirado y presidente del Consejo del Público de swissinfo.ch. “Galeano cautivó al auditorio con su aura, con la fineza de su ironía y la profundidad de su palabra sin pretensiones grandilocuentes”.
Como Galeano, Suter había viajado a la capital paraguaya para asistir a la toma de posesión de Lugo, con quien había trabado amistad años antes cuando el prelado era obispo de San Pedro y él, representante oficial de Berna en Asunción.
Frente al Teatro Municipal, y en forma previa al evento literario, un pequeño grupo se reunió en el ‘Café Littéraire’. Ahí, el entonces presidente de la sección internacional del Partido Socialista de Suiza fue presentado al escritor. “¿Un embajador suizo revolucionario? ¡Vaya sorpresa!”, exclamó Galeano.
Eduardo Galeano, se inició en el periodismo a los catorce años, en el semanario socialista El Sol, en el que publicaba dibujos y caricaturas políticas que firmaba como «Gius». Posteriormente fue jefe de redacción del semanario Marcha y director del diario Época. En 1973 se exilió en Argentina, donde fundó la revista Crisis, y en 1976 continuó su exilio en España. Regresó a Uruguay en 1985, cuando Julio María Sanguinetti asumió la presidencia del país por medio de elecciones democráticas. Posteriormente fundó y dirigió su propia editorial (El Chanchito), publicando a la vez una columna semanal en el diario mexicano La Jornada. Desde entonces residía en su Montevideo natal, haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político. Continuar.Enlace externo
Fuente: El Resumen.com
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