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¿Cómo llegó Suiza a ser Suiza?

De Morgarten a Viena, entre el mito y la historiografía

En memoria de Marignano: La basílica de Santa Maria della Neve en Mezzano conserva el osario de los caídos de la batalla que fue restaurato recientemente gracias a una iniciativa de la fundación Pro Marignano. Keystone

Este año se celebran en Suiza cuatro efemérides que han contribuido a construir la identidad histórica de este país. Una ocasión para reflexionar sobre la propia imagen de Suiza y acerca de la disparidad entre investigación histórica y discurso público sobre la Historia.

En 1315, en la localidad de Morgarten, las tropas del cantón de Schwyz derrotaron al duque Leopoldo I de Habsburgo. Un siglo después, en 1415, la Confederación ocupaba los territorios del actual cantón de Argovia. En 1515, los suizos, tras haber controlado durante tres años el ducado de Milán, fueron derrotados por las tropas francesas y venecianas en Marignano. En 1815, las potencias europeas, reunidas en el Congreso de Viena, garantizaron la integridad territorial y la neutralidad de Suiza.

La batalla de Morgarten tuvo lugar el 15 de noviembre de 1315, en los alrededores del lago de Ägeri, cantón de Zug. El duque Leopoldo de Habsburgo, que probablemente se dirigía con su ejército hacia Schwyz, fue derrotado por las tropas de este cantón y obligado a huir. Quizá el motivo de la rivalidad fue una disputa entre los habitantes de Schwyz y la abadía de Einsiedeln, o bien el conflicto que oponía a los Habsburgo y a Werner von Homberg, conde imperial de Uri, Schwyz y Unterwald.

La conquista de Argovia por parte de los confederados se produjo como consecuencia de la hostilidad entre el rey de Alemania, Segismundo, y Federico IV de Habsburgo, duque de Austria. Estas tensiones se agravaron durante el Concilio de Constanza en 1415, al abandonar Federico la ciudad y ayudar a huir al antipapa Juan XXIII. Segismundo condenó al duque y exhortó a los vecinos a ocupar sus posesiones.  A los confederados les tocó Argovia, territorio que conquistaron entre abril y mayo de 1415.

La batalla de Marignano, donde se enfrentaron las tropas suizas y las del rey de Francia, Francisco I, y de la República de Venecia, tuvo lugar los días 13 y 14 de septiembre de 1515 en Melegnano y San Giuliano Milanese, al sudeste de Milán. Los suizos sufrieron una grave derrota y tuvieron que devolver el ducado de Milán, que controlaban de hecho desde 1512. La batalla puso fin al proyecto de expansión de la Confederación hacia el sur.

El Congreso de Viena (1814–1815) puso fin al periodo de conflictos desencadenados por la Revolución Francesa. Como antiguo vasallo de Francia, Suiza fue también objeto de negociaciones. Las potencias europeas habían puesto su objetivo en la pacificación interna y en la creación de un Estado pantalla entre Francia y Austria. El 20 de marzo de 1815, el Congreso ratificó la integridad de la Confederación y acordó su neutralidad perpetua en beneficio de los Estados europeos. Esta decisión fue confirmada tras la derrota de Napoleón en Waterloo. En la Paz de París del 20 de noviembre de 1815 las grandes potencias se hicieron garantes de la integridad y de la neutralidad suizas.

Hasta el siglo XIX se desarrollaron, en torno a estos acontecimientos, narraciones fundamentales para la identidad histórica de este país. Y hoy se hallan todavía presentes en el discurso público sobre la Historia suiza, especialmente en el ámbito del debate sobre las relaciones entre Suiza y Europa. Durante todo este tiempo la historiografía no ha sido capaz de cuestionar radicalmente esa interpretación y su alcance.

Hechos y leyendas

La batalla de MorgartenEnlace externo, descrita por primera vez por el fraile franciscano Johannes von Winterthur una treintena de años después de los acontecimientos, ha sido elevada a símbolo de la lucha por la independencia de la Suiza primitiva contra la dominación de los Habsburgo.

Sin embargo, desde el punto de vista histórico, esa interpretación es, como mínimo, aventurada. Son prácticamente inexistentes las fuentes sobre las que podría basarse una reconstrucción histórica de la batalla.

Tanto los motivos de la batalla como su desarrollo siguen siendo, en cierto modo, desconocidos. Incluso se ignora el lugar preciso del combate, de modo que desde el siglo XIX este hecho ha sido fuente de desencuentros entre los cantones de Zug y Schwyz, como recordó hace algunos años el historiador Roger Sablonier en un libro dedicado a los primeros años de la Confederación (‘Gründungszeit ohne Eidgenossen’, 2008).

“La interpretación tradicional de la batalla de Morgarten sigue siendo seductora para los suizos nacional-conservadores, desde una óptica de defensa de la libertad suiza contra todo lo extranjero, hoy la Unión Europea u otros organismos internacionales”, afirma el historiador Thomas Maissen, autor de una reconocida Historia de Suiza (Geschichte der Schweiz, 2010). “En realidad, la Confederación empezó a tomar forma en el siglo XV, y hasta aquel momento los Habsburgo habían sido unas veces rivales y otras socios de los confederados”.

Marignano y la neutralidad

La batalla de MarignanoEnlace externo en 1515 supuso el final del proyecto de expansión suiza en Lombardía. Con la derrota del ejército confederado, Milán volvió a manos del rey de Francia Francisco I. Ahora bien, pretender derivar de esta derrota la decisión de la Confederación de mantenerse fuera de los conflictos europeos y emprender la vía de la neutralidad, como se ha hecho a menudo, es una operación sin base alguna.

“No hay rastro de que la Confederación se retirara entonces de la política europea”, afirma Maissen. “En 1536 Berna conquistaba Vaud y, temporalmente, algunos territorios saboyanos al sur del lago Lemán. No obstante, se produjo un cambio importante con la Reforma. En un país dividido resulta imposible tener una política exterior; la Zúrich protestante no podía, por ejemplo, aliarse con Lucerna o la España católica”.

Por otra parte, indica Maissen, en la época de las guerras de religión la propia palabra neutralidad tenía una connotación negativa: “No se podía ser neutral entre Dios y el diablo”. Solo en los últimos decenios del siglo XVII, y en el contexto del sistema de Estado nacido tras la Paz de Westfalia, pudo ese término entrar en el lenguaje político de la Confederación.

Señoríos comunes

Por lo que respecta al Congreso de VienaEnlace externo de 1815, no hay duda de que supuso una etapa significativa para el reconocimiento de la neutralidad suiza. “Pero es importante tener en cuenta que la neutralidad suiza entraba entonces en la lógica europea y que fue una concesión de las potencias europeas. Suiza servía de pantalla entre Francia y Austria”, señala Maissen.

En su opinión, la insistencia en el tema de la lucha contra los Habsburgo con la batalla de Morgarten, y en la neutralidad con relación a Marignano y el Congreso de Viena, es engañosa. “De los cuatro aniversarios, al final el más importante es el menos conocido y del que menos se habla: la conquista de ArgoviaEnlace externo en 1415”, puntualiza el historiador.

“La ocupación de Argovia permitió a la Confederación una continuidad territorial que no tenía anteriormente.  Además, los nuevos territorios, que se convirtieron en el primer Señorío común, proporcionaron a los confederados una tarea colectiva. Hasta 1798 la gestión del Señorío fue  cometido principal de la Dieta, la única institución federal”, observa Maissen. Y esto contribuyó al desarrollo de una entidad estatal suiza.

Thomas Maissen cursó Historia, Latín y Filosofía en Basilea, Roma y Ginebra. Entre 1996 y 2004 fue colaborador del diario ‘Neue Zürcher Zeitung’, y desde 2004 a 2013, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Heidelberg. Actualmente dirige el Instituto Histórico Alemán de París. Es autor de una Historia de Suiza (Geschichte der Schweiz, 2010).

Sacha Zala estudió Historia, Ciencias Políticas y Derecho Constitucional en las Universidades de Berna y Carolina del Norte. En sus investigaciones se ha ocupado, entre otras cosas, de la Historia de la Historiografía. Desde 2008 dirige la edición de ‘Documentos Diplomáticos Suizos’ (dodis.ch). Enseña en la Universidad de Berna y en otras universidades suizas. Desde 2014 preside la Sociedad Suiza de Historia.

Oportunidades y riesgos

Ante la evidente distancia entre investigación historiográfica y discurso público sobre la Historia, cabe preguntarse en qué medida los aniversarios, como los que se celebran este año, pueden servir para divulgar resultados de la investigación histórica más reciente y no suponer, por el contrario, un riesgo de consolidación de interpretaciones tradicionales y, tal vez, instrumentales de la historia nacional.

“Los aniversarios pueden ser una oportunidad para debatir cuestiones históricas y también para impulsar nuevos estudios”, dice Sacha Zala, presidente de la Sociedad Suiza de HistoriaEnlace externo. “Sin duda, el centenario de la Primera Guerra Mundial en 2014 ha contribuido al florecimiento de trabajos sobre un periodo histórico que había quedado relegado.  Pero quizá se trate de una excepción”.

“En realidad existe el riesgo de que en los aniversarios prevalezca un discurso en competencia con el debate científico”, añade Zala. “Paradójicamente, los historiadores son bastante flojos en el debate público sobre la Historia. A diferencia de las ciencias exactas, la historiografía está obligada a competir en sus interpretaciones con otros agentes, como los medios de comunicación o la política”.

El progreso de los estudios históricos

El debate en torno a las efemérides suizas es el ejemplo de un fenómeno que de ningún modo se limita al país alpino. En todas partes la narrativa nacional sobre los hechos clave para la identidad nacional es puesta en tela de juicio por una historiografía que se encuentra ahora emancipada de su papel de siervo del Estado.

Antiguamente, y en particular en el siglo XIX, los historiadores jugaban un papel determinante en sentar las bases ideológicas para la construcción de los Estados-Nación. “Pero después de la Segunda Guerra Mundial y mediante el desarrollo de una historiografía crítica, los historiadores han abandonado definitivamente esa función de legitimación acrítica del Estado”, apunta Zala.

“El discurso científico ha cambiado mucho desde entonces”, afirma por su parte Thomas Maissen. “Hoy día, todos los historiadores académicos participan en congresos internacionales. La historia nacional también debe ser materia internacional, debe ser traducible y plausible en un contexto supranacional”.

Traducción del italiano: José M. Wolff

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