Gran éxito del Festival de Locarno, aunque su futuro es una incógnita
La última edición del Festival de Cine de Locarno ha superado las expectativas más optimistas ya sea en cifras —términos objetivos— como en crítica —criterios más subjetivos—. Cómo será la próxima edición es algo que va a depender del rumbo que le dé su nueva presidenta, Maja Hoffmann.
Hay muchos modos de medir el éxito o el fracaso de un festival de cine. Las cifras pueden mostrar la imagen de su salud financiera, su capacidad organizativa, su relevancia para la industria cinematográfica y su atractivo para el público. Pero las experiencias subjetivas, como la calidad del programa, las ovaciones (o abucheos) y las reacciones de la prensa general y cinematográfica, dan una idea de su posición crítica.
Locarno ha cumplido prácticamente todos estos criterios, como ha podido comprobar SWI swissinfo a lo largo de los 10 días que ha durado el festival.
Empecemos por las cifras. A las proyecciones han asistido 146.930 personas (86.530 en las salas y 60.400 en la Piazza Grande al aire libre), esto supone un aumento del 14,3 % con respecto a la edición de 2022. En lo que a la asistencia de profesionales se refiere, las acreditaciones (incluidas las online) han aumentado un 31 % y han sido un total de 4.639, de las cuales 1.530 han correspondido a representantes de la industria cinematográfica y 783 a periodistas y fotógrafos.
Los espacios de ocio y encuentro con programas de música, arte y entretenimiento que se han llevado a cabo en paralelo al festival han congregado a 105.000 personas, un 62 % más que en la edición anterior.
Si analizamos las cifras vemos que el festival ha logrado sobreponerse a los contratiempos de la pandemia de COVID-19. La edición de 2020 fue cancelada, en 2021 atendió a un público básicamente local —debido a las restricciones para viajar— y el año pasado todavía se aplicaron medidas estrictas y se registraron muchos casos de infecciones por COVID.
La huelga hace presencia
A pesar de que muchos invitados especiales —como la actriz y productora Cate Blanchett y el actor británico Riz Ahmed— han cancelado su presencia en solidaridad con la huelga de guionistas y actores que se lleva a cabo en Hollywood, en las calles y las salas, este año se ha hecho visible (y audible) una asistencia internacional más amplia. Los resultados de la huelga —aunque esta tiene lugar en Estados Unidos— repercuten enormemente en la reestructuración de la industria en todo el mundo.
La huelga ha sido uno de los temas de conversación ineludibles. Ha habido una solidaridad general con quienes están en huelga, pero también se han escuchado algunas voces escépticas, como la del director español Albert Serra. No obstante, otras personas invitadas parecían tener la misión de difundir en Locarno el mensaje de quienes están en huelga. El actor estadounidense David Krumholtz, que ha trabajado en Oppenheimer y ha estado en Locarno representando la película Lousy Carter, de Bob Byington, se ha negado a hablar de Oppenheimer y en cambio se ha mostrado deseoso de hablar de la huelga, mostrando su agradecimiento por el enorme apoyo que estaba recibiendo de sus colegas europeos.
Donde las películas son las estrellas
Las verdaderas estrellas de Locarno —a pesar de los invitados especiales— han sido las películas, tal y como en varias ocasiones ha subrayado Giona A. Nazzaro, el director artístico del festival. Las elevadas cifras de asistencia dan una pista, pero lo más importante es que el ambiente general parecía ser de satisfacción entre comentaristas de cine y prensa especializada.
Es cierto que la elección casi unánime de la crítica para el premio principal, el Leopardo de Oro, no ha coincidido con la del jurado. Do Not Expect Too Much from the End of the World (No esperes demasiado del fin del mundo), del director rumano Radu Jude, ha sido muy aplaudida al final de las proyecciones. Mucha gente —entre ella quien esto escribe— la considera la mejor película de Jude y una rara obra maestra del cine.
Sin embargo, Jude solo ha recibido un premio especial del jurado, mientras que el gran premio ha sido para Critical Zone, del cineasta iraní Ali Ahmadzadeh.
La película —rodada en las calles de Teherán en secreto y sin permiso de las autoridades iraníes— sigue un día en la vida del narcotraficante Amir, que hace sus negocios mientras conduce durante la noche por todo Teherán.
Amir no encaja en ningún cliché de traficante de drogas: sus clientes lo ven como una mezcla de santo, curandero, sanador del alma o psicólogo. Su impotencia sexual le hace al mismo tiempo seguro y atractivo para sus socios y clientela, casi todas mujeres. Estas mujeres fuertes y rabiosas contra el Estado mulá sorprenden: se maquillan, fuman, esnifan drogas, tienen orgasmos y una de ellas —quizá en la escena más significativa— saca la cabeza por el techo solar del coche de Amir y grita repetidamente “fuck you” («que te jodan»).
Política frente a arte
El jurado, sin duda, ha priorizado una postura política frente a la proeza fílmica, de la que Radu Jude hace gala con maestría. Pero la elección también puede estar perfectamente justificada: Critical Zone es una película peligrosa, es decir, pone a sus realizadores en situaciones de riesgo vital.
El premio lo ha recogido el productor Sina Ataeian Dena, que no ha ocultado su rabia por el hecho de que el director no haya podido estar presente en el festival: oficialmente tiene prohibido salir de Irán y probablemente no podrá volver a rodar ninguna película en su país.
> Vea aquí una charla a través de Zoom entre el productor Sina A. Dena y el crítico italiano Mauro Donzelli, en Locarno, y el director de la película, Ali Ahmadzadeh, en Irán:
El premio a la mejor dirección, otorgado a la ucraniana Maryna Vroda, también podría verse como un mensaje político de solidaridad con quienes luchan en la guerra contra el ejército invasor ruso; pero Stepne —su primer largometraje— es muy meritorio también por sus cualidades cinematográficas.
La película se rodó antes de que comenzara la “operación especial” rusa en febrero de 2022, “pero no hay que olvidar que la guerra había comenzado en 2013”, ha recordado Vroda a SWI. La cinta cuenta la historia de dos hermanos —uno ingeniero y el otro miembro del aparato de seguridad del Estado— que regresan a su pequeña y aislada aldea para ocuparse de su madre que se está muriendo, así como del funeral.
El siglo de guerras, hambrunas, miseria y destrucción que asola Ucrania durante la mayor parte de su historia reciente se filtra a través de actos y diálogos sutiles, y de relatos menos sutiles, pero profundamente conmovedores de experiencias personales contadas por la gente mayor del pueblo, a quienes la directora ha elegido teniendo en cuenta sus experiencias vitales.
Se han repartido otras delicias cinematográficas entre las numerosas secciones del festival: la retrospectiva del cine popular mexicano, una selección panorámica de películas de todos los continentes (excepto África), curiosidades y alguna que otra obra que, por supuesto, no ha conseguido gustar ni al público ni a la crítica. En cualquier caso, en Locarno quienes aman el cine han podido recrearse viendo películas que quizá no tendrán gran difusión en las salas de cine o en las plataformas de streaming.
El mundo del espectáculo
En términos de negocio cinematográfico, Locarno ha conseguido poco a poco captar la atención de ejecutivos, agentes de ventas y distribuidores. La revista estadounidense Variety —de obligada lectura en la industria— envió a uno de sus redactores jefe, John Hopewell, a seguir los acuerdos que se han cerrado en Locarno, en busca de pistas sobre las próximas tendencias del negocio.
Hopewell ha prestado especial atención a las películas y proyectos que participan en Open Doors, una de las secciones de Locarno dedicada a fomentar las producciones en países con industrias cinematográficas incipientes. A partir de 2022 y hasta el año que viene, se centrará en América Latina y el Caribe, excluyendo a los países más importantes, como Brasil, Argentina, Chile, México y Colombia. Una prueba de la importancia de Locarno en la promoción del cine lejos de la mirada de la industria.
En cuanto a los acuerdos, Hopewell ha declarado a SWI que las ofertas más competitivas en Locarno no han sido para las favoritas de la crítica o del público, sino para una película infantil, Snot & Splash, del director finlandés Teemu Nikki. Según Hopewell, esto demuestra que los distribuidores siguen mostrando recelo a las películas más artísticas o complejas para su público, y apuestan por la relativa seguridad de las películas familiares.
El relevo
La 76.ª edición de Locarno también ha sido el último año de Marco Solari como presidente del festival. Conocido en Suiza como uno de los grandes señores del cantón del Tesino (de habla italiana), las amplias conexiones políticas y empresariales de Solari han ayudado a mantener a flote el festival, defendiendo siempre su relevancia, no solo para la economía del cantón del Tesino, sino para el conjunto de Suiza.
El festival está estrechamente relacionado con las principales instituciones cinematográficas del país, como la Cinemateca Suiza, el Festival de Cine de Solothurn (dedicado en exclusiva a producciones suizas) y el festival de documentales Visions du Réel, entre otros, todos ellos visiblemente presentes en Locarno. Solo se desmarca el Festival de Cine de Zúrich que, con un concepto curatorial completamente distinto, basa su atractivo internacional sobre todo en largometrajes comerciales que tarde o temprano llegarán a las salas de cine o a las plataformas de streaming.
El estilo de gestión de Solari es conocido por dar rienda suelta a la dirección artística al tiempo que mantiene un enfoque práctico en todas las cuestiones políticas, sociales y operativas. Su identificación natural con el Tesino hace de él un embajador del cantón dentro y fuera de las fronteras suizas.
La nueva presidenta, Maja Hoffmann, no podría ser más diferente. Heredera de la empresa farmacéutica Roche, apenas conoce el Tesino y no habla italiano. Es, sin embargo, una coleccionista de arte de renombre internacional, que forma parte de los consejos del New Museum of Contemporary Arts (Nueva York), la Serpentine Gallery de Londres y el Tate International Council (Londres), entre otros.
Además de estar al frente de otras instituciones, como la Kunsthalle de Zúrich y el Instituto Suizo (Nueva York), en 2004 fundó la Fundación LUMA, que promueve las artes y las instituciones en un espectro amplio. También se ha introducido en la producción cinematográfica, principalmente de documentales dedicados al arte.
Hoffmann no ha estado este año en Locarno (“Dice que no quería robarle el protagonismo a Solari”, según un responsable del festival que no ha querido ser identificado). Dada su aversión a las entrevistas y el hecho de que todavía no haya compartido ningún plan respecto al festival, no es de extrañar que, entre las personas implicadas en el festival, exista cierta aprensión.
¿Cambiará Hoffmann de rumbo? ¿Hará el festival más comercial? ¿O lo acercará más al circuito artístico? Probablemente en respuesta a esta incertidumbre y temor, los medios locales, así como los invitados internacionales han hecho llamamientos públicos inequívocos durante el cierre del evento.
El periódico Corriere del Ticino exhortó a la nueva presidenta a que no olvide “lo que hace a Locarno Locarno” —su “espíritu impregnado de curiosidad, valentía y, sobre todo, de amor por la libertad y la justicia”—, mientras que el productor holandés Matthijs Wouter Knol, miembro del jurado de este año, publicó un llamamiento en su página de Facebook: “Locarno, quédate como estás, por favor, realmente sobresales”.
Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo
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