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Retrospectiva de Niki de Saint Phalle en Museo de Arte de Zúrich

Angel protector en estación de Zúrich
Bienvenidos a Zúrich: El ‘Ángel de la Guarda’ de Niki de Saint Phalle protege a los viajeros que pasan por la estación central de Zúrich. Keystone/eddy Risch

El Museo de Bellas Artes de Zúrich celebra la obra de Niki de Saint Phalle con una retrospectiva que, aunque completa, se queda corta a la hora de transmitir el sentido de aventura y la escala pública de su arte.

El espíritu de la artista francoestadounidense Niki de Saint Phalle (1930-2002) sigue proyectando una sombra viva y colorida sobre cualquier viajero, visitante o transeúnte cotidiano que pase por la principal estación de trenes de Zúrich. La escultura de un ángel de la guarda de 11 metros de altura que cuelga en el vestíbulo les da la bienvenida. Sus colores y formas dan fe de las señas de identidad de Saint Phalle: es una de sus Nanas, portadora de los tarros comunicantes de la carta del Tarot de la Templanza, símbolo muy querido por la artista. La carta representa el equilibrio, la paciencia y la moderación

L’ange protecteur fue un regalo de la empresa de seguridad Securitas a los Ferrocarriles Federales Suizos con motivo de su 150 aniversario en 1997. Desde entonces, se ha convertido en un alegre elemento del paisaje de la ciudad. Las Nanas de Niki fueron concebidas en los años sesenta como símbolo de mujeres alegres y liberadas, precursoras de una era matriarcal.

La exposición del Museo de Bellas Artes de Zúrich, abierta hasta principios de enero, ofrece un recorrido cronológico por la carrera artística de Niki. Pero, por muy cuidada que esté la curación, la obra de Saint Phalle no cabe en las cuatro paredes de un museo. El legado que dejó, tras una trayectoria de más de medio siglo, estaba destinado a ocupar y habitar espacios públicos, en constante y eterna interacción con el público.

Pintura de figuras de mujer.
Primeras obras de Saint Phalle, a principios de los años 50: la artista aún firmaba sus cuadros con el nombre de su primer marido, el escritor Harry Mathews. Eduardo Simantob/SWI

El visitante solo vislumbra débilmente las actitudes vanguardistas y violentas que se esconden tras la obra que dejó la artista, movida en gran parte por su búsqueda de liberación de un entorno burgués constreñido y el deseo de curarse de los abusos sexuales. 

Su obra es también una dinámica colaboración con su amante de muchos años, el artista cinético suizo Jean Tinguely, una relación artística bien representada en el museo de Zúrich. 

Saint Phalle y Tinguely fueron los Bonnie and Clyde del mundo del arte, en palabras del cineasta alemán Peter Schamoni, que produjo el documental más completo sobre su obra hasta la fecha, ‘Niki de Saint Phalle – ¿Quién es el monstruo, tú o yo?’ (1995). Schamoni, fallecido en 2011, habló de la larga colaboración de la pareja en una entrevista concedida a la televisión pública suiza SRF, en 2006.

Puede ver la película completa aquíEnlace externo.

Dicho todo esto, una retrospectiva de la obra de Saint Phalle es muy bienvenida, incluso dentro de las limitaciones de un museo. Su trayectoria arroja una luz importante sobre el desarrollo del arte contemporáneo en la segunda mitad del siglo XX y la lucha por el reconocimiento adecuado de las mujeres en la escena artística.

Curar las heridas

El impulso básico de Saint Phalle hacia el arte fue una necesidad personal, una forma de superar experiencias traumáticas de su niñez y su juventud temprana.

Creció en un entorno social aristocrático y opresivo. Víctima de abusos sexuales por parte de su padre, se casó joven, a los 18 años, y fue madre a trompicones. Tuvo episodios regulares de depresión y tendencias suicidas, y fue internada en un psiquiátrico donde fue sometida a electroshocks. Para la exmodelo (a los 18 años había aparecido en revistas de moda como Elle, Vogue y Harper’s Bazaar), el arte no era solo un capricho, sino la única salida.

Esculturas de mujeres.
Novias, madres, monstruos: ‘Autel des Femmes’ (Altar de mujeres, 1964). Eduardo Simantob/SWI

Disparando a las bestias

Tras divorciarse de su primer marido, el escritor Harry Mathews, en 1960, Saint Phalle se sumergió de lleno en su práctica artística y se convirtió en una celebridad instantánea por “asesinar” sus montajes a quemarropa. También promovía espectáculos con la participación del auditorio, como sesiones de tiro, en las que invitaba al público a coger su rifle de calibre 22 para disparar.

Como dice en el documental de Schamoni: “Los hombres de mi vida, esas bestias fueron mis musas. El sufrimiento que me infligieron y la venganza [contra ellos] alimentaron mi arte durante muchos años. Les doy las gracias”.

Niki apunta con un rifle a una pintura de un hombre.
“Disparé contra todos los hombres, grandes, pequeños, gordos, delgados, contra papá, contra mi hermano. Porque era divertido y me hacía sentir muy bien: me encantaba ver sangrar y morir a los retratos. Me convertí en una terrorista del arte. La pintura es un crimen. Maté a la pintura”. Bw Only

Más tarde, ampliaría el simbolismo de sus objetivos a líderes mundiales.

Escultura de cabezas
Niki de Saint Phalle: ‘Jefes de Estado”- Estudio para King Kong’ (1963). Eduardo Simantob/SWI
King Kong, por Niki de St. Phalle
«King Kong», 1962-63. Eduardo Simantob/SWI

Los males de la mujer

Las búsquedas íntimas de Saint Phalle coinciden con el auge de los movimientos de liberación femenina. Cuando se abría camino hacia la fama internacional, su falta de educación artística formal no fue un impedimento para participar con los artistas vanguardistas de la época en exposiciones colectivas en Europa y Estados Unidos.

Saint Phalle se encontró así en una posición privilegiada para promover la participación de las mujeres en las artes, aunque se abstuvo de formar parte de algún grupo feminista en particular.

Nikki de St. Phalle con otros artistas.
La única chica del grupo: Nikki de Saint Phalle con los demás artistas participantes en la exposición ‘Dylaby’ en el Stedelijk Museum de Ámsterdam (1962). De izquierda a derecha, Per Olof Ultvedt, Robert Rauschenberg, Martial Raysse, Daniel Spoerri y Jean Tinguely. Christer Strömholm, Strömholm Estate

La colaboración con Tinguely, en la que se superpusieron vida, amor y obra, fue un duelo en el que Saint Phalle contrapuso el arte mecánico de Tinguely -principalmente hecho de construcciones de ingeniería- a su postura humanista femenina. A principios de la década de 1960, una vez superadas muchas de sus bestias interiores (aunque no todas), pasó a desarrollar su propia voz y estilo feministas.

Icono feminista

Las Nanas fueron el resultado de años jugando con muñecas de tamaño natural que representaban a mujeres como novias, madres y monstruos, en las que buscaba rasgos que pudieran imponer una declaración femenina en un escenario dominado por los hombres.

Nana” era la denominación común de las prostitutas durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue el título de una popular novela del escritor francés Émile Zola (1880) y de un “escandaloso” cuadro de Édouard Manet (1877), que representaba a un hombre y a una chica burgueses vestidos con enaguas y corsé. En los años 60, el término era una forma coloquial, aunque no ligeramente sexista, de referirse a una novia.  

Estas referencias no pasaron desapercibidas para Saint Phalle, que reunió la mayor parte de sus Nanas en una exposición antológica en Estocolmo en 1966.

Hon
Fotografía fechada el 31 de mayo de 1966 de Niki de Saint Phalle con sus colegas Jean Tinguely (izquierda) y Per Olof Ultvedt durante la construcción de su gigantesca escultura ‘HON’ en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Una representación de 25 metros de largo, 6 de alto y 9 de ancho de una figura embarazada con una entrada, situada en su vagina, que daba la bienvenida a los visitantes a un interior amueblado con un bar, un planetario, una galería de arte falso y una sala de proyección de cortometrajes. La escultura, destruida posteriormente y de la que solo hay registros fotográficos, recibió más de 100 000 visitantes. Keystone / Hans Erixon

Aclamada como uno de los primeros iconos feministas, Saint Phalle pronto invertiría las expectativas con su serie de esculturas ‘antinana’ conocidas como las Madres Devoradoras. En ellas, la maternidad se representaba como cualquier cosa menos alegre o liberadora. 

Romper con la representación tradicional de la maternidad como un momento de plenitud en la vida de una mujer le acarreó oleadas de insultos y críticas, especialmente por parte de los llamados círculos feministas de segunda generación de los años setenta.

Escultura de dos mujeres tomando té.
Malas madres: ‘Tea Party, ou le Thé chez Angelina’ (Fiesta del té, o el té en casa de Angelina, 1971) Eduardo Simantob/SWI

Venta

En esa década, su serie de Nanas era extremadamente popular. Sus enormes y coloridos despliegues iban en contra de la escena artística contemporánea, dominada por el conceptualismo y el minimalismo. La producción de esculturas cinéticas con Tinguely en espacios públicos, impulsada en los años 70, recibió amplia cobertura mediática.

Dibujo de mujer embarazada.
Este dibujo de la amiga embarazada de Saint Phalle, Clarice Rivers (1964-65), sirvió de primera inspiración para sus ‘Nanas’. Eduardo Simantob/SWI

El espacio público adquirió una importancia decisiva en sus proyectos, cada vez más monumentales y costosos. Para permitirse la construcción del más ambicioso de ellos, el Jardín del Tarot, que acabaría costando unos 5 millones de dólares (unos 12 millones de francos actuales), comercializó sus populares Nanas y diseñó un perfume de marca con su nombre. Esta decisión, que le permitió mantener su independencia económica, empañó su reputación en el mundo del arte.

Artivismo

Estas reacciones a sus obras no la cogieron desprevenida. Nunca sintió la necesidad de demostrar sus credenciales feministas y sumergió su obra posterior en el activismo político, con videos pioneros que llamaban a la concienciación sobre la epidemia del sida y expresaban su preocupación por la cultura armamentística estadounidense.

Dibujo de armas y figuras humanas acribilladas.
Guns’ (2001). Desde el hecho de disparar a las obras de arte hasta la denuncia de la cultura armamentística estadounidense, la indignación de Saint Phalle sigue tocando la fibra sensible hoy en día. Eduardo Simantob/SWI

Final feliz

Sus esfuerzos por hacer realidad su Jardín del Tarot dieron sus frutos. Su construcción, que duró más de 20 años, contó con la colaboración de los habitantes de la región de Garavicchio, en la Toscana, lo que la convirtió en una obra colectiva que la comunidad podía reclamar con orgullo como propia.

Tinguely murió en 1991, y el Jardín del Tarot está lleno de homenajes, algunos explícitos, otros discretos, al compañero de viaje más querido de Saint Phalle.

Y hay que viajar para apreciar y disfrutar su legado. Hay 30 obras públicas en Europa, repartidas por Suiza, Alemania, Reino Unido, Luxemburgo, Italia y Suecia. También hay cinco en Asia Oriental (Japón, Corea del Sur y Taiwán), dos en Israel y 12 en Estados Unidos. 

Proyecto del Jardín del Tarot configuras coloridas.
El proyecto ilustrado del Jardín del Tarot, que muestra algunas de las 22 grandes esculturas que representan los 22 arcanos mayores. Está situado en Capalbio (10 km al noroeste de Roma, Italia), sobre unas ruinas etruscas. Niki de Saint Phalle adquirió el terreno en 1979 y la construcción, ayudada por artesanos locales, duró hasta el final de su vida. La propia artista pasó algún tiempo viviendo dentro de una de las esculturas. Fue abierto al público en 1998. Eduardo Simantob/SWI

Editado por Virginie Mangin

Adaptado del inglés por Marcela Aguila Rubín

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