El discreto encanto de los anticuarios de libros
A pesar de la desaparición de muchos anticuarios de libros suizos, el oficio sigue vivo en el país alpino. Algunos libreros de Ginebra, Basilea y Zúrich nos han permitido acercarnos a este exclusivo negocio, en el que todavía rige un código de caballeros.
Un visitante atento que se paseara por las calles del centro de Zúrich hace 20 años habría notado una particular profusión de tiendas de anticuarios de libros, especialmente en el casco antiguo. A principios de este siglo, había 36 librerías de viejo en la ciudad, según Marcus Benz, antiguo presidente de la Asociación Suiza de Anticuarios de Libros y Comercio de Sellos (Vebuku/SlacesEnlace externo). “Ahora no quedan más que seis comerciantes activos», afirma Benz.
En Ginebra ocurre lo mismo. Alexandre Illi, propietario de Illibrarie, en la Grand Rue, una popular calle comercial que albergaba hasta seis librerías de lujo no hace mucho tiempo, es el único superviviente. Al igual que otras muchas librerías ordinarias, acabaron convirtiéndose en boutiques, tiendas de telefonía móvil u oficinas: señal de un cambio en los hábitos de consumo, pero también del encarecimiento de los alquileres en los barrios céntricos de las ciudades suizas.
Illi afirma que el fin del secreto bancario suizo también afectó a la clientela de este sector. «He notado, después de 2014, un descenso de las visitas, especialmente de aquellas personas que, regularmente, solían pasarse por aquí dos veces al año cuando venían a Ginebra a comprobar sus cuentas bancarias».
Asimismo, Internet tiene también su parte de culpa, ya que hizo que muchos anticuarios de libros abandonaran el negocio, pero los supervivientes siguen utilizando muy poco la red.
«Es un negocio cara a cara», resume Timur Yükcel, propietario de Erasmushaus en Basilea, posiblemente el comerciante de libros antiguos y raros más exclusivo de Suiza. Yükcel asegura que el número de tiendas en Basilea no ha variado mucho en los últimos años, pero la Erasmushaus no es un lugar al que los transeúntes puedan acudir para echar un vistazo a las estanterías. Las visitas solamente se hacen con cita previa; Yükcel imprime un catálogo cada año, lo envía a sus clientes y dirige su negocio personalmente.
Incluso para los que tienen sus tiendas abiertas a la calle, como los marchantes de Zúrich Gertrud y Marcus Benz, de la librería EOS, y Peter Bichsel, el tiempo que pasan junto al mostrador es s una parte mínima del trabajo. La adquisición de libros antiguos y raros consume buena parte del tiempo de los anticuarios, y sus fuentes son siempre las mismas: subastas, colecciones privadas (normalmente cuando el propietario muere) y colegas. Yükcel también tiene contactos con abogados de familias importantes que se ponen en contacto con él en caso de que un coleccionista fallecido deje una biblioteca.
Un mundo muy pequeño
SWI swissinfo.ch se reunió con Markus Benz y Peter Bichsel en una trastienda repleta de libros dentro de la tienda EOS de Benz, situada justo enfrente de otro anticuario de lujo, Biblion. Propietarios de las dos principales librerías en activo del casco antiguo de Zúrich, Benz y Bichsel parecen más colegas que competidores. Todos los libreros se manifestaron como tales en nuestras entrevistas. El mundo de los bibliófilos es muy reducido, todo el mundo se conoce, y la mayoría de los coleccionistas serios tienen sus marchantes preferidos.
«Envío catálogos a la mayoría de los coleccionistas importantes del mundo, pero no todos son clientes míos», dice Yükcel. «Hay coleccionistas que no me compran a mí. Le compran a otro colega y yo sé exactamente quién es [esa persona]. Así que, si tengo un libro para ese cliente, se lo envío a mi colega y él lo vende por mí».
No hay espacio para los especialistas
Según Benz, a finales del siglo pasado había tres sectores principales en el negocio: el vendedor de segunda mano, el especializado (sobre todo en artes o ciencias naturales) y los bibliófilos que pueden permitirse libros antiguos y raros. Hoy, todos son generalistas. «Ya no se puede vivir solamente de la segunda mano o de los nichos», dice Peter Bichsel, haciéndose eco de todos los demás. Algunos temas se siguen vendiendo mejor que otros -mencionan la filosofía y las artes, por ejemplo-, pero la contracción del mercado ha obligado a los marchantes a tomar otras decisiones.
Ninguno de ellos refiere ningún efecto positivo de Internet en las ventas, ya sean directas o a través de plataformas como AbeBooksEnlace externo (propiedad de Amazon), o en la prospección de nuevos clientes. Los compradores en línea van directamente a por un libro que les interesa, no buscan títulos ni obras que encontrar de improviso, como puede ocurrir en una tienda física.
Yükcel, por ejemplo, no hace publicidad en línea y se centra en el mercado de gama alta. «Hace dos días vendí un libro por 400 francos», dice. «Me cuesta el mismo trabajo vender un libro de 400 francos que un libro de 400 000. Entonces, ¿por qué molestarse en poner en Internet un libro de bajo coste? Si lo hiciera, estaría todo el tiempo de pie en mi sala de empaquetado y haciendo paquetes por 400 CHF. No se puede ganar dinero con eso».
La Erasmushaus de Yükcel alcanza su punto de equilibrio financiero con unos 50 libros al año, y gran parte de sus existencias incluyen piezas de 6 dígitos. La mayoría del resto de anticuarios de libros tienen mercancías más modestas: una venta excepcional oscila entre los 40 000 y los 100 000 francos.
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Libros raros
Los coleccionistas
Antes, algunas instituciones como las bibliotecas universitarias eran compradores importantes, sobre todo las de Estados Unidos. Ahora ya no es así, si exceptuamos escuelas como Princeton, Yale o Harvard. Los bibliotecarios solían venir de compras a Europa una vez al año, pero la digitalización de las bibliotecas ha absorbido una gran parte de los presupuestos. Además, afirma Yükcel, ha habido un cambio de interés temático. Gran parte de la literatura que buscan los bibliotecarios está relacionada con temas más recientes, como la cultura hip-hop y las obras del colectivo LGBTQ.
El cliente privado típico es un hombre blanco de mediana edad. Las mujeres, según la impresión subjetiva de los marchantes, son más bien lectoras que coleccionistas. No les emociona la posesión del libro como objeto. «No hay pruebas científicas de ello», señala Bichsel, «pero observo que las mujeres constituyen la mayor parte de la clientela joven de hoy en día».
Desde el punto de vista geográfico, los suizos son solo una parte de la “clientela”, que no hay que confundir con los clientes que compran y se van; aquellos son clientes que compran y vuelven. Los estadounidenses y los alemanes, sobre todo, son los que mantienen a flote este negocio en Suiza. Los compradores asiáticos en general, y los chinos en particular, no son todavía tan ostentosos como en el mercado del arte. Alexandre Illi dice que vende a coleccionistas de todo el mundo, y que los compradores japoneses son sus principales clientes de Asia. Pero la mayor parte de su clientela procede de Francia y Bélgica. Todos los marchantes son unánimes en señalar a París, en primer lugar, y a Londres, en segundo, como los principales centros internacionales de este sector.
Todos los años se celebran ferias de libros antiguos y raros en París, Nueva York, Londres, Tokio y otras muchas ciudades, sobre todo del hemisferio occidental, y son siempre una oportunidad pero también un riesgo. Hay que tener una idea clara del tipo de gente que asiste a ellas y, en consecuencia, elegir los libros que se van a llevar. Los anticuarios suizos asisten a muchas de estas ferias, pero no son especialmente entusiastas. Zúrich organiza su propia feria de anticuarios todos los años en noviembre, pero tanto Bichsel como Benz señalan que su principal objetivo es servir de encuentro social para los aficionados más que de evento de ventas.
Pasión frente a negocio
Los anticuarios de libros navegan por un pequeño mercado que se rige por un discreto código de caballeros, pero la pasión por los libros tiene que estar bien equilibrada con el instinto comercial. De lo contrario, ningún anticuario de libros dura mucho tiempo en el oficio.
El olfato comercial de Alexandre Illi es muy alabado por sus colegas – es el único anticuario suizo con el que Timur Yükcel hace negocios de vez en cuando – pero pone su pasión por los libros por encima de todo. «Empecé a trabajar con mi padre [el fundador de la casa] en 1989 y nunca hice otra cosa para ganarme la vida. Es mi pasión porque hay que ser apasionado, si no, no funciona», afirma.
Timur Yükcel, aparentemente el marchante más desapasionado, es tajante al afirmar que no hay ningún libro que no vendería jamás. «Pero claro, si es algo que me apasiona, le pongo un precio terrible».
Traducido del inglés por José M. Wolff
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