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El Gran Hotel Locarno, donde todo comenzó

Dormida durante los últimos 17 años, la majestuosa dama que es el Grande Albergo Locarno ha abierto sus puertas brevemente para permitirnos echar un vistazo a la historia del festival, guiados por Frédéric Maire, director de la Cinemateca Suiza y antiguo director artístico del Festival de Cine de Locarno.  

El Gran Hotel (Grande Albergo Locarno), como se llamaba, se inauguró en 1876 y en 1925 acogió las negociaciones de los Tratados de Locarno, que dieron lugar a un acuerdo que debía garantizar la paz en Europa Occidental tras el trauma de la Primera Guerra Mundial.  

Tras la Segunda Guerra Mundial, y para contrarrestar el festival de cine de Venecia –cuyos orígenes se consideraron íntimamente relacionados con el régimen fascista de Mussolini–, en la parte italiana de Suiza se proyectó un nuevo festival de cine.

Laurine Chiarini, retrato
Laurine Chiarini fue uno de los miembros suizos de la Academia de la Crítica de Locarno de 2019. Estudió literatura, teoría del cine, inglés y ruso, con especial interés en las obras de Vladimir Nabokov, Ernst Lubitsch y Federico Fellini. Durante sus estudios, participó como miembro del comité del cineclub de la Universidad de Lausana y, anteriormente, como miembro del comité de la Sociedad de Habla Rusa de la Universidad de Aberdeen (Escocia). Trabaja en una asociación económica privada del cantón de Vaud, encargada de la integración local de empresas internacionales. Laurine Chiarini

Y la casualidad quiso que Locarno acogiera este nuevo festival, ya que en 1945, en su primera edición, este tuvo lugar en Lugano.

Para instalar la pantalla, en la segunda edición, había que talar algunos árboles de la sede principal, pero los habitantes de Lugano rechazaron esta idea en referéndum. Así que la pantalla se trasladó al jardín del Gran Hotel de Locarno que, al estar en un terreno privado, pudo reorganizarse y adaptarse a sus nuevos fines cinematográficos.  

Los tiempos de gloria

Con las sillas rojas VIP (las mejores) más cerca de la pantalla, en el jardín del Gran Hotel en aquella época podían sentarse 1 200 espectadores.  

Incluso después de 1971, cuando las proyecciones nocturnas se trasladaron a la Piazza Grande, el edificio siguió siendo el punto neurálgico del festival, donde cinéfilos de todas las edades y procedencias se daban cita.

Durante el día el recinto tenía una actividad inusitada. Igual que en la cubierta de un barco, las plantas reflejaban diferentes niveles jerárquicos: la planta superior estaba reservada a los invitados, a veces famosos, y a los representantes de la industria; la intermedia era donde se celebraban las ruedas de prensa y otros actos profesionales; la planta baja –con su jardín, tiendas y terraza– era el lugar natural de encuentro del festival, donde las estrellas y los lugareños se mezclaban en una multitud única y feliz.    

La piscina era otro punto de encuentro. Tras la última proyección de la noche, las fiestas seguían allí hasta altas horas de la madrugada. La piscina, de vez en cuando, también acogía entrevistas, como cuando un joven Frédéric Maire, actual director de la Cinemateca Suiza pero periodista radiofónico entonces, entrevistó a Jean Rouch mientras el cineasta francés se daba un chapuzón.  

Caído en desgracia

El Gran Hotel cerró definitivamente sus puertas en 2005, y fue todo un reto encontrar otro lugar a la altura del encanto, la presencia y la grandeza del Gran Hotel.

Aunque la Piazza Grande ofrece un ambiente arquitectónico similar, hasta la fecha nunca se ha podido reproducir la mezcla de gente, los géneros y la atmósfera única del Grande Albergo.

Las arcadas que rodeaban la entrada del hotel, adornadas con glamurosas fotografías de rostros famosos, formaban un majestuoso telón de fondo. La entrada que en su día dio la bienvenida a personajes como Marlene Dietrich o Josef von Sternberg hoy en día está cerrada por una verja y flanqueada por un McDonald’s, a la izquierda, y una tienda de ropa, a la derecha. Entre ofertas de compra rechazadas y planes de reforma que nunca han visto la luz, el Gran Hotel se ha mantenido en pie, pero la maleza se ha comido su jardín y su terraza se encuentra cubierta de musgo. Se ha convertido en un lugar de recreo muy querido por los gatos locales.

Futuro incierto

Hace un par de años, el banco Credit Suisse estimó que para renovar el hotel y volver a ponerlo en funcionamiento hacía falta una cantidad económica considerable: entre 80 y 100 millones de francos (81,5 y 102 millones de dólares).

Aunque el edificio no está catalogado como monumento históricoEnlace externo, algunos objetos de su interior siguen teniendo cierto valor. Los muebles se subastaron hace unos años; y la mayoría de esas piezas encontraron nuevos hogares en la región, excepto la gigantesca lámpara de Murano que todavía pende en la escalera.

La lámpara de cristal de Murano, que forma parte de un lote más amplio de otras lámparas –aunque mucho más pequeñas–, no puede venderse sola. Dado el tamaño del objeto (considerado durante mucho tiempo el más grande de su clase en Europa) no parece que vaya a abandonar el vestíbulo del Gran Hotel a corto plazo.        

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A pesar de que en repetidas ocasiones se ha intentado que el Gran Hotel vuelva a abrir únicamente para el periodo del Festival, pocas son las personas que logran ver algo más allá de las ventanas tapiadas del hotel. Gracias a la organización puntual de una rueda de prensa o al rodaje de una película, solo unos pocos tienen la suerte de poder admirar su –en otro tiempo– majestuoso interior.

El Gran Hotel –objeto frecuente de curiosidad para quienes se aventuran hacia sus puertas– sigue siendo un lugar fascinante para quienes aman explorar el urbanismo y fuente de inspiración para los artistas. Este es el tema del cortometraje Grand Hotel, rodado por Giulio Pettenò, participante en 2019 en la Academia de Cineastas de Locarno.  

Su decadente fachada, recuerdo vivo del festival, sigue en pie de momento, ajena a la bulliciosa vida de la ciudad a escasos metros de aquí. 

Traducción del inglés: Lupe Calvo

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