El León de Lucerna, entre turismo y polémica
Este martes, 10 de agosto de 2021, se cumple el 200º aniversario de la develación del León de Lucerna, uno de los monumentos más famosos de Suiza. Durante su creación, este memorial que honra el sacrificio de los guardias suizos del rey de Francia, generó una viva polémica. Dos siglos más tarde, el carácter controvertido del león parece apagado, pero podría resurgir en cualquier momento.
El León de Lucerna se encuentra un poco al exterior del casco antiguo, en las alturas. Se trata de un enorme monumento de arenisca, de unos 10 m de largo y 6 m de ancho, situado detrás de un pequeño estanque. Representa a un león con una lanza clavada en el costado. El orgulloso animal agoniza, con su pata derecha apoyada en un escudo con el lirio de la monarquía francesa y colocado junto a otro escudo con una cruz suiza.
Evento histórico
Además de los símbolos, el monumento lleva inscripciones: una dedicatoria en latín Helvetiorum Fidei ac Virtuti (a la lealtad y la valentía de los suizos), fechas, también en latín, una lista de 26 nombres y dos números en cifras romanas, DCCLX (760) y CCCL (350).
El monumento hace referencia a un momento clave de la Revolución Francesa: la toma del Palacio de las Tullerías por una multitud de insurgentes armados el 10 de agosto de 1792. Este importante acontecimiento marcó un hito en la Revolución, con la caída de la monarquía y el inicio del Terror, que culminó con las masacres de septiembre.
Por parte de Suiza, este día se asocia sobre todo al sacrificio de los guardias suizos que defendieron el palacio. Los nombres inscritos en el monumento son los de los oficiales que murieron ese día, y los números 760 y 350, hacen referencia, respectivamente, al número aproximado de guardias muertos y sobrevivientes.
Un monumento polémico
El monumento fue erigido a instancias de Karl Pfyffer von Altishofen, de Lucerna, un oficial de la Guardia Suiza que estaba de permiso en Lucerna el fatídico día. En 1819, un cuarto de siglo después de los hechos, publicó las memorias de sus camaradas en un libro intitulado Récit de la Conduite du Régiment des Gardes suisses à la Journée du 10 aoûtde 1792 (Relato de la Conducta del Régimen de los Guardias suizos en la Jornada del 10 de agosto de 1792). La emoción provocada por el libro lo incitó a organizar una suscripción pública entre los círculos católicos conservadores para financiar la construcción de un monumento conmemorativo en Lucerna.
“El libro de Pfyffer es más una hagiografía que un estudio histórico”, afirma Alain-Jacques Tornare, historiador especializado en la Revolución Francesa y las relaciones franco-suizas. Todo en esta historia ha sido manipulado para crear la imagen de una Guardia Suiza masacrada por despiadados revolucionarios”.
El número de víctimas, en particular, es problemático. Si bien la cifra de 26 oficiales muertos es exacta, las pérdidas de las bases están infladas. Estudios históricos recientes sitúan el número de guardias muertos en torno a 300, y no 760 como se indica en el monumento. “El mayor número de sobrevivientes y el hecho de que murieran más o menos el mismo número de guardias que de revolucionarios, atenúa la idea de una ‘masacre’ de la Guardia”, subraya Alain-Jacques Tornare.
Pero más allá de las cifras, es sobre todo la visión de Suiza que transmite el León lo que ha provocado la polémica. Se trata de una obra que glorifica a una Suiza conservadora y contrarrevolucionaria, lo que fue sentido como una provocación por los círculos liberales de la época, que incluso intentaron perturbar la inauguración y dañar el monumento. “Es la reacción de una Suiza protestante y liberal que prefiere un desarrollo económico interno a esta emigración militar al extranjero”, explica Alain-Jacques Tornare. Por otro lado, los liberales ven en ese monumento un recordatorio del nexo extremadamente estrecho con una potencia extranjera, en un momento en que intentan crear una Suiza que vuele con sus propias alas”.
Atracción turística
La controversia no restó en absoluto atractivo al lugar. El León de Lucerna se convirtió casi inmediatamente en una atracción turística. “Se hizo todo lo posible para que el escenario fuera perfecto. Rodeado por un estanque de agua y un jardín inglés, el monumento es fascinante y encaja bien con el ambiente romántico de la época”, anota el historiador.
“Además, el monumento fue objeto de una buena operación de mercadotecnia, sobre todo con la venta de pequeños leones esculpidos”, continúa. Es divertido, se trata de un modernismo comercial al servicio de una visión arcaica de la historia”.
La fórmula funciona y los turistas del siglo XIX acuden. Entre estos admiradores se encuentran artistas y escritores, incluido el famoso autor estadounidense Mark Twain, que calificó al León como “la pieza de piedra más triste y conmovedora del mundo”.
Monumento políticamente sensible
La fama del León de Lucerna también cruzó el Atlántico de una manera más concreta, ya que sirvió de modelo para el León del Cementerio de Oakland, en Atlanta, un homenaje al soldado desconocido del ejército confederado. Como muchos otros monumentos sureños, recientemente fue objeto de depredación a raíz del movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan).
No hay nada de eso en Lucerna. Sin embargo, también ahí el contexto histórico del monumento puede convertirse en una cuestión delicada. Memoria de la contrarrevolución, el León de Lucerna se convirtió en la década de 1940 en un punto de encuentro para los movimientos de extrema derecha. El fenómeno alcanzó su punto álgido entre 1989 y 1992, una época en que la votación sobre la adhesión de Suiza al Espacio Económico Europeo caldeaba los espíritus.
Las autoridades de Lucerna adoptaron medidas para evitar que el monumento fuera explotado políticamente. “Se hizo todo para sanear al León, para hacerlo inofensivo”, dice Alain-Jacques Tornare. Se añadieron notas explicativas, como se hace hoy en día con ciertas estatuas polémicas. El lugar fue ocupado con conciertos, por ejemplo, para evitar las concentraciones. Las autoridades fueron más restrictivas con las reuniones públicas. En 1992, por ejemplo, no obtuve el permiso para dar ahí una simple conferencia para la Alianza Francesa de Lucerna”.
Tres décadas después, la situación está en calma. Pero ¿podrían las cosas volver a caldearse con respecto al viejo león? “Eso podría volver a suceder rápidamente en caso de soltar las riendas”, responde Alain-Jacques Tornare. Todo movimiento identitario necesita lugares donde identificarse, y en Suiza no hay muchos. Veo dos en particular: el León de Lucerna y la pradera de Rütli”.
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La pradera del Rütli, la cuna de Suiza
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