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Arte nazi: “Berna puede ser un ejemplo para el mundo”

Hitler y Goebbels con obras robadas a los italianos. Photo 12

Hildebrand Gurlitt, comunista y con un cuarto de sangre judía, se convirtió en uno de los cuatro marchantes de arte oficiales de Hitler. Un nuevo libro analiza el fascinante ascenso de este personaje, que legó su colección de obras maestras descubierta en 2012 al Museo de Arte de Berna.

Las autoridades fiscales alemanes descubrieron las 1 280 obras de arte en el domicilio muniqués de Cornelius, el hijo de Hildebrand. La colección, que incluye obras de artistas de la talla de Picasso, Renoir o Matisse, ha sido descrita por Ronald Lauder (presidente del Congreso Judío Mundial) como “los últimos prisioneros de la Segunda Guerra Mundial”.

En ‘The Munich Art Hoard: Hitler’s Dealer and His Secret LegacyEnlace externo(El tesoro artístico de Múnich: el marchante de Hitler y su legado secreto), la periodista afincada en Berlín Catherine Hickley traza la historia de la colección y examina los desafíos legales y éticos que plantea el arte saqueado.

El libro conduce al lector desde el antisemitismo de la Alemania de preguerra, cuando muchos judíos se vieron obligados a vender sus bienes a precios ridículamente bajos, hasta el dilema al que se enfrenta hoy el Museo de Arte de BernaEnlace externo, que en noviembre de 2014 anunció que aceptaba la colección que recibió en herencia de Cornelius.

A lo largo de la obra, Hickley desvela el perfil de “un hombre lleno de contradicciones”. Hildebrand fue el primer director de un museo alemán que fue despedido por defender el “arte degenerado” tan odiado por los nazis; posteriormente fue acusado de ser un oportunista sin escrúpulos, aunque finalmente fue exonerado de culpa por los Aliados después de la guerra. Hildebrand murió en un accidente de coche en 1956, a la edad de 61 años.

Catherine Hickley es una periodista especializada en el arte robado por los nazis y colabora ocasionalmente con swissinfo.ch.

Trabajó 16 años para Bloomberg News y durante ocho años escribió sobre arte y cultura desde Berlín.

Fue testigo de la caída del Muro de Berlín cuando trabajaba como profesora de inglés en Alemania Oriental, en 1989.

swissinfo.ch: Cuando saltó la noticia del descubrimiento de este tesoro artístico en noviembre de 2013, estaba claro que era una gran historia para contar. Si bien fue Cornelius Gurlitt acaparó toda la atención, su libro se centra en su padre. ¿Por qué?

Catherine Hickley: Cinco de los seis primeros capítulos se centran en Hildebrand Gurlitt. Para mí siempre estuvo claro que él era el personaje verdaderamente interesante de esta historia. Cornelius era de lejos la figura más trágica: llevó una vida muy solitaria, en reclusión completa, y heredó de su padre esta enorme responsabilidad. Pero no pudo con ella, especialmente hacia el fin de su vida.

Hildebrand Gurlitt era el personaje ambivalente y paradójico que realmente me interesaba. He intentado descubrir cómo este hombre –que básicamente era un antinazi, posiblemente comunista, tenía un cuarto de sangre judía y amaba el arte degenerado que los nazis odiaban–, aceptó trabajar para Hitler y comprar obras de arte para el Führermuseum de Linz.

Descubrí que fue una combinación de codicia, ambición y un deseo de estatus que le llevaron a sacrificar su integridad moral. No cabe duda de que compró obras de arte a precios irrisorios de judíos que intentaban abandonar el país; y que posteriormente las vendió con gran beneficio. Y tampoco cabe duda de que sabía que las obras que compraba habían sido robadas a los judíos.

Esto me mostró que se opera en un régimen criminal, cuando se trabaja en esas circunstancias, en un gobierno totalitario, la única forma de avanzar es renunciar a los principios éticos.

Para hacer lo correcto y preservar una posición éticamente aceptable tendrías que dar prioridad a la ética por encima de todo lo demás. Pero en muchos casos esto implica poner en riesgo la propia vida. Y ya sabemos que la mayoría de la gente no hizo eso. Por tanto, en mi opinión, Hildebrand Gurlitt es uno más de tantos alemanes que prefirieron hacer concesiones en lugar de asumir el riesgo de oponerse al régimen abiertamente.

Tampoco creo que fuera especialmente malvados. Pienso que, simplemente, olvidó por completo su brújula moral mientras hacía lo posible por medrar dentro de un régimen maligno.

swissinfo.ch: Dicho esto, después de la guerra tampoco hizo grandes esfuerzos por ayudar a los judíos a recuperar sus pinturas robadas. Hubiera sido una oportunidad para enmendarse, ¿no?

C.H.: Sí, me parece uno de los aspectos más imperdonables de su carrera. Cuando los judíos que le vendieron arte fueron a buscarlo tras la guerra y le preguntaron dónde estaban las obras y qué había sido de ellas, rehusó darles información. A menudo dejaba que los abogados contestaran las cartas, diciendo que no recordaba lo que había pasado con las piezas, y que su negocio de venta de libros se había incendiado durante la guerra. O sea que en el momento que hubiera podido ayudar a los judíos sin temor a represalias, no lo hizo.

swissinfo.ch: La colección Gurlitt fue un secreto a voces durante décadas en el mundo del arte. ¿Nadie escribió sobre ello antes?

C.H.: No. Los marchantes que estaban al tanto desconocían las verdaderas dimensiones del caso. Sabían de la colección y conocían algunas obras, pero pienso que nadie era consciente del alcance del asunto.

No deja de ser sorprendente que tanta gente supiera de esta historia y nadie escribiera sobre ella. O que nadie haya pensado en investigar en profundidad el origen de estas obras de arte.

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Al interior de la Colección Gurlitt

Este contenido fue publicado en Las obras fueron halladas en 2012 en el apartamento de Cornelius Gurlitt en Múnich. Los materiales gráficos habían sido apilados del piso al techo, detrás de envolturas de alimentos y latas vacías. Más de 200 de esas pinturas, de un valor inestimable, eran objeto de órdenes internacionales de búsqueda desde hacía tiempo. (Fotos: AFP/Staatsanwaltschaft Augsburg)

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swissinfo.ch: ¿Qué lecciones hemos aprendido de la colección Gurlitt?

C.H.: De momento me pregunto si hemos aprendido la lección. Cuando escribí mi libro, era más optimista, pero en los últimos seis meses no han ocurrido muchas cosas que yo esperaba que ocurrieran. Solo dos de los lienzos de Gurlitt han sido restituidos a sus legítimos propietarios, un resultado que deja mucho que desear. Hay otros dos de los que sabemos son arte robado y que aún no han sido restituidos.

Toda la burocracia que implica las restituciones ha sido terriblemente lenta y obstaculizadora. Es por ello que los legítimos dueños están muy frustrados.

swissinfo.ch: ¿Ha habido un cambio de actitud en Alemania hacia el arte robado?

C.H.: En efecto, se ha producido un enorme cambio de actitud, lo que es de agradecer. Creo también que las clases dirigentes son muy conscientes del problema del riesgo que representa este tema para la imagen de Alemania. Al mismo tiempo estoy convencida de que todos desean que no vuelva a ocurrir un caso Gurlitt, pues esto podría volver a pasar y nada ha cambiado en el sistema legal.

La familia Gurlitt

Cornelius Gurlitt (1932-2014) nació en Hamburgo, hijo de Hildebrand Gurlitt (1895-1956), uno de los cuatro marchantes de arte oficiales de los nazis, y Helene Gurlitt (1895-1968), una bailarina. Tuvo una hermana, Renate, conocida como Benita (1935-2012).

La hermana de Hildebrand, Cornelia (1890-1919), fue una artista. El hermano, Wilibald (1889-1963), tuvo cuatro hijos.

El abuelo de Cornelius, también llamado Cornelius (1850-1938), fue un arquitecto e historiador del arte.

Su bisabuelo, Louis (1812-1897), fue un pintor paisajista de origen danés y alemán cuyo hermano, otro Cornelius (1820-1901), fue un compositor. 

Otra cosa que ha cambiado es que ahora se dispone de mucho dinero para investigar la procedencia de las obras. El presupuesto del Gobierno federal y de los ‘länder’ destinado a la investigación en los museos ha sido aumentado hasta casi 6,5 millones de francos suizos en 2015, lo que es muy importante.

Esto significa que los museos van a tener que investigar de dónde vienen las obras. Algunos ya lo han hecho, y no quiero dar a entender que los museos alemanes no se ocupen del tema, pero hay aún muchas instituciones que no han hecho lo suficiente. Este dinero es un incentivo para investigar, pues ahora realmente reciben fondos específicos para hacerlo.

swissinfo.ch: Usted afirma que responsabilizar a los museos de la restitución de arte saqueado es como poner al zorro a cuidar a las gallinas…

C.H.: Los museos consideran que su trabajo es preservar sus colecciones –es su mandato primario. Solo algunos directores de museos son conscientes de la necesidad moral de dar prioridad a la restitución de las obras robadas por los nazis. Y a menudo esto constituye un problema: la gente no quiere perder las obras más prestigiosas de una colección por culpa de una reclamación. Por tanto, está claro que la misma gente que no quiere tener que devolver obras no puede ser la misma que decide si las piezas deben, o no, ser restituidas. Hay algo profundamente erróneo en esta situación.

swissinfo.ch: Hace un año, el Museo de Arte de Berna (Kunstmuseum) decidió aceptar la Colección Gurlitt, que Cornelius le legó en su testamento. Ahora la colección se ve envuelta en varias querellas legales. Algunos afirman incluso que Cornelius no estaba en su sano juicio cuando hizo el legado. Por ello no se ha exhibido un solo lienzo hasta el momento. ¿Cree usted que el museo lamenta su decisión?

C.H.: Espero que no. Mi deseo es que el Kunstmuseum de Berna vea esto como una fantástica oportunidad. Primero, porque es una gran colección, y segundo, porque es una gran oportunidad para hacer lo correcto, y debería ser así. Esto quiere decir, por supuesto, exhibir las obras de arte, pero también hacer públicos en Internet todos los detalles sobre la procedencia de las obras de la colección. Esto significa solicitar información a otras personas, buscar a los herederos, cuando sea posible.

Pero si lo haces bien y tienes los necesarios recursos, como creo es el caso en Berna, entonces el caso del Kunstmuseum podría convertirse en un ejemplo para el mundo. Al mismo tiempo, tendrían esta maravillosa colección de arte, que completa magníficamente la colección permanente del museo.

swissinfo.ch: El público quiere ver algunas de estas pinturas. ¿Cuándo será posible?

C.H.: En estos momentos no lo sabemos. Solo hay rumores hasta que le tribunal de Múnich se pronuncie [sobre el recurso contra el testamento]. Parece que el fallo será en febrero, pero ya veremos; podría retrasarse por numerosas razones. Pero espero de todo corazón que una vez conocido el fallo podamos ver una exposición con estas obras.

Obviamente, es algo que requiere una reflexión cuidadosa, mucho tacto y diplomacia, e involucrar a los potenciales propietarios.

Cronología

22 de septiembre de 2010: Los funcionarios de aduana alemanes efectúan un control de rutina en un tren procedente de Suiza y descubren que Cornelius Gurlitt, de 77 años, lleva 9 000 euros (10 800 francos suizos) en efectivo (justo por debajo del límite permitido de 10 000 euros). Esto genera sospechas de evasión fiscal.

28 de febrero de 2012: Las autoridades entran en el piso de Gurlitt en Múnich y descubren 1 400 obras de arte que se consideraban desaparecidas desde la guerra. El descubrimiento se mantiene en secreto, mientras los expertos investigan el origen de las obras.

3 de noviembre de 2013: El semanario alemán ‘Focus’ publica un artículo sobre el asunto que da la vuelta al mundo.

28 de enero de 2014: Un grupo de trabajoEnlace externo revela que, tras un examen inicial, al menos 458 lienzos pueden ser obras robadas.

10 de febrero de 2014: En el domicilio vienés de Gurlitt se descubren más de 60 obras, entre ellas lienzos de Picasso, Renoir y Monet. Más tarde se supo que en la casa había 238 obras en total.

7 de abril de 2014: Los abogados de Gurlitt llegan a un acuerdo con el Gobierno alemán, según el cual el coleccionista se compromete a devolver el las obras a los herederos o precedentes propietarios.

6 de mayo de 2014: Gurlitt muere a los 81 años en su piso de Múnich, sin volver a ver sus pinturas confiscadas dos años antes.

7 de mayo de 2014: El testamento de Gurlitt nombra al Museo de Bellas Artes de Berna como heredero universal de la colección. El museo anuncia que revelará si acepta, o no, el legado a finales de año.

21 de noviembre de 2014: Uta Werner, prima de Cornelius Gurlitt, recurre el testamento y asegura que Cornelius no estaba en sus cabales en el momento de redactar el documento. De prosperar su demanda, tendría derecho a la mitad de la herencia. La otra mitad iría a su hermano, quien no discute el legado y está de acuerdo en que las obras se queden en Berna.

24 de noviembre de 2014: La dirección del Museo de Arte de Berna informa que acepta la colección.

Traducción del inglés: Rodrigo Carrizo Couto

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