En el corazón gélido de los Alpes
Cumbres majestuosas, paredes de roca impresionantes y una inmensa lengua de hielo que toca la cima: la región del Jungfrau-Aletsch, declarada patrimonio de la UNESCO, resguarda uno de los paisajes más espectaculares de los Alpes suizos en un área de más de 800 km2.
La región está rodeada al oeste por la línea ferroviaria del Lötschberg y al este por la carretera del Grimsel. Su margen meridional coincide en algunos trechos con las cimas de la vertiente norte de los Alpes valesanos y en otros se abre hacia el fondo del valle. La formidable muralla de los Alpes berneses delimita la parte septentrional.
Innumerables rutas, pistas, funiculares, telesquíes y una cadena de montañas –cuyo pico más famoso es el Jungfrau-, permiten llegar a los confines del área protegida y a veces cruzarla. Una red de senderos recorre la faja externa. Pero su núcleo es aún inaccesible, a menos que sean águilas o alpinistas.
Esta región engloba picos célebres como la triada Jungfrau-Mönch, Bietschhorn, el Wetterhorn, el Schreckhorn y el Finsteraarhorn (el más alto del área con sus 4.274 metros). Nueve cimas superan los 4.000 metros de altitud, otras cincuenta los 3.500. El hielo cubre una superficie de aproximadamente 350 km2.
El paisaje salvaje e inhóspito ha fascinado a generaciones de artistas y viajeros en busca de espacios de naturaleza sin contaminación en una Europa cada vez más industrializada. No obstante, la civilización está presente en esta región distinguida por la UNESCO. Algunas zonas de la franja exterior tienen rastros que dejan el trabajo de los campesinos, la trashumancia secular de los rebaños y la vida cotidiana de la población de montaña.
No sólo montañas
“Para nosotros siempre ha sido importante integrar en el área del Jungfrau-Aletsch el paisaje cultural que la circunda y del cual emana una atracción singular”, señala Beat Ruppen, director del centro de gestión de este patrimonio de la UNESCO en Naters (cantón Valais).
Para ilustrarlo muestra fotos de empinadas sendas que siguen las ovejas para llegar a los pastizales del Aletsch y del ‘suonen’ valesano, canales de irrigación con rasgos vertiginosos.
Esos paisajes modelados por la mano del hombre se sumaron en 2007 a la lista del patrimonio natural de la UNESCO. Los límites de la zona protegida recorrieron así hasta el paso de Grimsel y Meiringen en el este, y en el oeste hacia el lago de Oeschinen (Kandersteg) y la parte baja del valle de Lötschental.
En el largo trayecto que condujo a la candidatura presentada a la UNESCO, la definición de límites y la incorporación de paisajes con relevancia económica en el área protegida dieron lugar a interminables discusiones surgidas por temor a que las regiones de montaña fueran sometidas a condiciones insoportables de protección medioambiental.
Proceso participativo
La idea de convertir la región del Aletsch en un sitio inscrito en la lista de patrimonio natural mundial de la UNESCO se remonta a los años setenta del siglo pasado. El proyecto tropezó entonces con un difuso escepticismo de la población local y fue abandonado.
En la década de los años 1990, casi el 90% de la región hoy protegida por la UNESCO estaba inscrito en el inventario federal de paisajes de importancia nacional. Este hecho disipó los temores de la población y permitió preparar, en 1996, una nueva candidatura a la UNESCO. Y es que las condiciones de ésta coinciden con las de la Confederación.
Largas tratativas para definir el perímetro del sitio acompañaron a la candidatura. “Adoptamos un modelo participativo que incluía a la población local en las deliberaciones. Fue un largo proceso que, sin embargo, permitió a la población de la zona comprender cuál es la importancia del sello UNESCO”, recuerda Beat Ruppen.
El hecho es que las zonas con algún interés económico fueron, en gran medida, excluidas del perímetro. Beat Ruppen defiende esta actitud porque, a su juicio, “sin desarrollo económico, estas regiones corren el riesgo de quedar vacías. Y ese no puede ser el objetivo de un sitio declarado patrimonio de la UNESCO”.
Vivir con la UNESCO
La región Jungfrau-Aletsch-Bietschhorn fue inscrita en la lista de patrimonio mundial de la UNESCO en el año 2001. Tras la ampliación del sitio en 2007 recibió la nueva apelación de Alpes suizos Jungfrau-Aletsch. De entonces a la fecha, la misma población ha comprendido las ventajas de tal clasificación.
“La gente está orgullosa de vivir en una región considerada patrimonio de la humanidad. La identidad local se ha fortalecido”, precisa Ruppen. El logotipo o el sello UNESCO está omnipresente. Incluso los escépticos de antes emplean ahora la palabra UNESCO para publicitar sus actividades.
El reto es garantizar un equilibrio sostenible entre la protección del medio ambiente y el desarrollo económico. Dado el calentamiento climático, tiende a crecer la presión sobre las regiones de alta montaña. Por eso los municipios situados en el territorio UNESCO firmaron en 2001 la Carta de la Concordia, según cuyo espíritu aúnan esfuerzos para que los glaciares, las montañas y la gente puedan convivir durante siglos.
Andrea Tognina, Naters, swissinfo.ch
(Traducción: Juan Espinoza)
Superficie: 824 km2
El 46% está cubierto de hielo (glaciares).
El 80% no tiene vegetación.
En el cantón de Berna: 43%.
En el cantón del Valais: 57%.
Municipios: 26, de los cuales 8 están en Berna y 18 en el Valais.
En el centro del sitio está la Plaza de la Concordia, donde el espesor del hielo llega a 900 metros.
La lengua gélida del Aletsch (23 km) es la más larga de Europa.
“La región Jungfrau-Aletsch-Bietschhorn es un ejemplo excepcional de la formación geológica de los Alpes que incluye la parte más gélida de los Alpes de Europa y el glaciar más grande de Eurasia”.
“El paisaje impresionante del sitio ha tenido un papel importante en Europa, tanto en el ámbito del arte como en los del alpinismo y el turismo alpino. La región es conocida a escala mundial como una de las comarcas de montaña más espectaculares y sus cualidades estéticas atraen a visitantes del mundo entero”.
“Con su gama de altitudes y sus exposiciones (seca en el sur y húmeda en el norte) presenta un amplio abanico de hábitats alpinos y subalpinos. En sus dos sustratos principales de rocas cristalinas y carbonadas se han desarrollado diversos ecosistemas sin intervención importante del hombre”.
(Traducción: Juan Espinoza)
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