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«En Ginebra se respira el buen vivir»

Place du Bourg de four, en el corazón del casco viejo de Ginebra. Genève Tourisme

“Ginebra es una ciudad verde, elegante, donde se respira el buen vivir”, a decir de un turista argentino que confiesa haber realizado un gran esfuerzo financiero para visitar esta ciudad suiza, “de la que tanto se oye hablar por todos los encuentros de Naciones Unidas que aquí se realizan”.

Recorrido por la ciudad, la segunda en dimensión del país, después de Zúrich.

Ginebra es origen del movimiento humanitario y aquí se realizó en 1920 la primera asamblea de la Sociedad de Naciones, ese intento por mantener la paz en el Viejo Continente tras la Primera Guerra Mundial.

“Los turistas que llegan tienen esa idea primera, pero con un recorrido por el casco viejo de la ciudad comprenden que el carácter internacional de Ginebra se forjó mucho antes y ha continuado transformándose”, explica Gianna Loredan, guía de la Oficina de Turismo de Ginebra.

Con Loredan -italiana de nacimiento y ginebrina desde hace más de 20 años-, swissinfo.ch inicia su recorrido a partir de los Baños de Pâquis, el sitio preferido en días de sol para los nativos, y un excelente punto de partida para comprender visualmente cómo es que apenas un 4% del territorio ginebrino está unido a la geografía helvética. El resto, poco más de 100 km, colinda con Francia.

Los Baños de Pâquis se hicieron públicos y quedaron bajo cuidado municipal en 1890, en tiempos en que se establecieron horarios gratuitos reservados a las mujeres, “para evitar la promiscuidad”.

Hoy es un sitio al que todos acuden a refrescarse en el Lago Léman, “de todas las clases sociales, banqueros u obreros, sin diferencia”, dice Loredan, antes de poner la mira en el Choro de Ginebra, el símbolo de la ciudad.

Chorro de Ginebra

“El Chorro de Ginebra nació por azar, se encontraba en otra parte de la ciudad, en una hidroeléctrica a orillas del río Ródano. Allí una vez por semana, el domingo, se abría una válvula de seguridad que regulaba la presión del agua provocando una fuente de una altura de 30 metros, lo que atrajo a la gente”.

El Chorro fue desplazado en ocasión de los 600 años de la Confederación Helvética al sitio actual. “Puede llegar hasta los 145 metros de altura”, indica la guía.

Atrás, en la colina se encuentra el casco viejo de la ciudad, del lado izquierdo del río Ródano y si la mirada se aleja, dominan las montañas. “Todas pertenecen a Francia, pero solo un tercio del lago está en territorio galo”.

Ciudad otrora amurallada

“En la parte derecha de la ciudad, está la parte moderna, con residencias muy bellas y hoteles de cinco estrellas, construidos después de la demolición en 1850 de la muralla de Ginebra”, anota.

Sí, Ginebra fue una ciudad amurallada con tres puertas que cada noche quedaban cerradas. “Hombres, animales y mercancías que por ellas cruzaban eran objeto de control. Y los mendigos y ‘bocas inútiles’ eran expulsados”, indica un texto del Diccionario Histórico de Suiza sobre la ciudad fortificada.

Entre los siglos XIV y XV se estima en unos 5 mil los habitantes intramuros, en tiempos en que la amenaza militar estaba muy presente en una ciudad próspera por la realización de ferias –cuatro al año- que atraían a mercaderes, banqueros, transportistas y artistas de toda Europa a este centro comercial y cultural de primer orden desde el siglo XIII.

Esa Ginebra antigua o, mejor dicho, lo que queda de ella, se alcanza con solo cruzar las aguas del lago y pasar por debajo del Puente Mont Blanc –justo en la salida del Ródano- con una lancha motorizada, el modo más bello y poco costoso de hacerlo, para dirigirse al Jardín Inglés y subir a pie por la colina que corona la Catedral.

En nombre de la fe

Después del barullo ante el paso por las plazas más concurridas de la ciudad y sus elegantes comercios, se llega a las empinadas callejuelas empedradas del casco viejo. Allí inicia el viaje por una ciudad que perteneció a lo largo de la Edad Media a un príncipe obispo en capítulos de la historia que marcaron el acontecer de Ginebra de modo mucho menos efímero y corto que este párrafo.

“Las ideas de la Reforma luterana se implantan progresivamente. Guillermo Farel, un tipo de ‘misionero’ de los berneses reformados (que tendieron una alianza con Ginebra), se activa en Ginebra. El primer sermón público protestante se pronunció el 1▫ de enero de 1533. El último príncipe obispo abandonó la ciudad ese mismo año”, explica la profesora Béatrice Nicollier, de la Universidad de Ginebra, en un texto de uno de los catálogos del reconocido Museo Internacional de la Reforma, situado a un costado de la catedral.

La ‘Roma protestante’

Y cerca de allí, en la Plaza del Bourg-de-Four -que esconde algunos de los edificios más antiguos y punto comercial incluso desde la época romana-, Gianna Loredan nos lleva a ese pasado: “Si se mira bien, los dos primeros pisos tienen un estilo y los dos últimos, otro. Estos dos últimos pisos fueron añadidos después de la Reforma. Por eso me gusta hablar de estas casas como testigos de la internacionalidad histórica de Ginebra”.

Fue a partir de mediados del siglo XVI que la plaza se vio transformada para acoger a los refugiados protestantes. Eran tiempos de las guerras de religión en Europa y de la llegada del francés Juan Calvino en julio de 1536, dos meses después de que Ginebra diera la espalda a la Iglesia Católica Romana.

“Eran los primeros refugiados. Ginebra construyó en los jardines y elevó las casas para dar hogar a los protestantes. Venían sobre todo de Francia – los hugonotes-, pero también de Italia, España, Alemania”, recuerda emocionada Loredan.

En 1560, con 20.000 personas, la ciudad dobló su número de habitantes en una década, indica Isabelle Graesslé. La directora del Museo Internacional de la Reforma (MIR) invita a descubrir este pasaje histórico adverso que dejó una huella indeleble en la Ginebra de hoy, humanitaria y cosmopolita, y que conviene conocer más a fondo para comprender las razones de su posición internacional actual como sede de Naciones Unidas y del Comité Internacional de la Cruz Roja; y de su progreso, puesto que los otrora refugiados religiosos se abrieron espacio en este polo comercial europeo con la producción textil y la relojería, símbolo actual de la perfección tecnológica suiza.

Ginebra ya fue una población en época celta.

En la era romana se convirtió en un eje del trasbordo.

El pueblo germano de los borgoñones, que ocupó la región ginebrina en el siglo V, transformó la urbe en capital de su reino durante un tiempo.

La ciudad fue sede de un obispado durante casi cuatrocientos años hasta el advenimiento de la Reforma.

El obispo fue expulsado y la ciudad se convirtió en uno de los centros más importantes del protestantismo europeo con el régimen teocrático de Juan Calvino.

La afluencia de refugiados religiosos de toda Europa contribuyó al auge económico y cultural de la ciudad.

En 1602, Ginebra derrotó al ejército del Duque de Saboya y le obligó a abandonar cualquier reivindicación territorial. Ginebra fue una ciudad-estado a lo largo de los siglos XVII y XVIII hasta 1798, cuando fue incorporada a Francia por poco tiempo hasta que ingresó en la Confederación Helvética en 1815 como cantón soberano.

Gran número de organizaciones internacionales tienen su sede en Ginebra.

Entre otras, la sede europea de la ONU, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN).

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