Esplendor y azote: la firmeza del franco suizo
En tiempos de crisis, los inversores internacionales confían en el franco suizo. Debe su reputación de moneda estable a políticas que a menudo anteponen la estabilidad monetaria a los intereses de la industria exportadora.
Hay muchas canciones de hip-hop sobre el dólar. Pero desde la crisis económica de 2008, el franco suizo ha hecho cada vez más apariciones en la música popular, como símbolo de riqueza junto a la cocaína, el champán y los Rolls Royce.
El cantante de R’n’B Ryan Wesley dedicó en 2012 una canción entera a la moneda con el título de «Swiss Francs»: acompañado de opulentos metales y ritmos, el cantante conduce por la orilla del lago de Zúrich en su Porsche mientras rapea un tema sobre los francos suizos que tiene en una cuenta suiza frente a la Grossmünster. La esencia de su imaginario éxito.
Las apariciones del franco en la cultura pop rara vez son tan glamurosas. Pero su evolución como moneda es impresionante: en 1914, por un dólar estadounidense se obtenían más de 5 francos, hoy algo menos de un franco. Por una libra se obtenían 25 francos, hoy un franco y 10 céntimos. Incluso ahora, en 2022 y 2023, desafía a la inflación mejor que muchas otras monedas.
La guerra santa por una moneda estable
El franco suizo estuvo sobrevalorado al principio: poco después de su aparición en 1850, era fundido frecuentemente porque su plata valía más que su valor acordado. Luego, durante mucho tiempo, fue poco utilizado como moneda y se convirtió en un apéndice débil de su padre francés, el franco.
«En las décadas de 1880 y 1890, el franco tendió a ser ligeramente débil porque no había una política monetaria coherente», explica el historiador Patrick Halbeisen, que dirige los archivos del Banco Nacional Suizo (BNS).
A partir de 1907 el BNS impuso una política monetaria coherente. Desde entonces, abrió las puertas de la producción monetaria y las volvió a cerrar; sus decisiones siguen dando forma al franco hoy en día.
En sus años de fundación siguió estrictamente el patrón oro internacional: el valor de los billetes emitidos tenía que estar cubierto por una proporción fija de oro en las cámaras acorazadas del BNS.
El hecho de que Suiza se librara de la Primera Guerra Mundial sentó las primeras bases para el ascenso del hasta entonces discreto franco suizo a la liga de las monedas fuertes. El franco se estableció como una moneda de crisis, un refugio seguro para los activos.
En 1929, el mercado bursátil se desplomó y todas las divisas empezaron a depreciarse rápidamente. En Suiza se mantuvo el patrón oro y el franco permaneció relativamente estable, lo que puso en apuros a la economía exportadora.
En 1936, sólo tres países mantenían el patrón oro: Francia, Suiza y Holanda. Entonces, el Consejo Federal decidió por ley de emergencia reducir el respaldo en oro del franco suizo.
El historiador Halbeisen ve sobre todo en esta larga espera la expresión de una mentalidad interiorizada del patrón oro: «La gente no podía imaginar cómo llevar a cabo una política monetaria estable sin anclarla en el oro». Sin embargo, el BNS no era el único en pensar así. Sólo que otros bancos centrales se vieron obligados por el mercado a abandonar el respaldo en oro».
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Cuando Suiza daba rienda suelta al franco
A pesar del efecto económico positivo, la despeedida de este patron tuvo feroces críticas fuera del banco central. La «Finanz-Revue» habló de «desastre nacional» y de «golpe de Estado económico». Ernst Laur, figura central del campesinado suizo, derrochó una gran cantidad de patetismo al recordar este acontecimiento:
«La madre Helvetia (…) tuvo que descender de su lugar de honor, la sede de la buena fe. (…) ¡Sí! habría sido una gran hazaña si (…) nuestra moneda hubiera seguido siendo el polo fijo con respecto al cual se hubieran podido alinear las monedas de todo el mundo».
Fritz Leutwiler, director del BNS de 1959 a 1974, describió más tarde el compromiso del BNS con una moneda estable y el patrón oro como una «guerra santa». En el sistema monetario de tipos de cambio estables que prevaleció después de 1945, el dólar se convirtió en la moneda de reserva, pero seguía estando vinculado al oro. También en este caso, Suiza cumplió meticulosamente las directrices hasta finales de los años sesenta – Leutwiler lo consideró parte del «juego limpio» monetario.
El látigo monetario
Pero a finales de los años 60 resultó casi imposible mantener el tipo de cambio fijado, el dólar había tropezado y apenas se podía combatir el flujo de fondos hacia el franco. Por ello, en 1973, el BNS pasó a un sistema de tipos de cambio flexibles.
El franco ya no tenía un anclaje fijo. Junto con Alemania, Suiza se apoyaba ahora en conceptos monetaristas y comunicaba el aumento previsto de la cantidad de dinero impreso. La inflación era ahora el centro de los esfuerzos de estabilización, y no el valor del franco, lo que provocó inmediatamente una apreciación masiva en la crisis económica imperante. El colapso de la economía suiza en la crisis del petróleo de los años setenta tuvo posteriormente consecuencias más graves que en casi cualquier otro país.
La industria exportadora sufrió una contracción sin precedentes, especialmente la industria textil. Sólo el desempleo se mantuvo moderado porque 250.000 de los llamados «trabajadores invitados» tuvieron que regresar a sus países de origen.
En 1978, el BNS cedió y fijó un objetivo de tipo de cambio para ahuyentar a los compradores de francos suizos. Un franco no debería valer más de 80 pfennigs alemanes, un anuncio que calmó el mercado del franco durante años.
Suiza vivió una fase similar a principios de los años 90 – la polémica discusión sobre estos años continúa entre los economistas hasta nuestros días. También en este caso, el BNS dejó subir el valor del franco durante mucho tiempo. No fue hasta 1996 cuando comunicó un objetivo a los mercados – de nuevo a expensas de las exportaciones.
En respuesta a la crisis económica de 2008, el tipo de cambio del franco volvió a subir: en 2011, el BNS vinculó el franco al euro. Cuando retiró esta vinculación en 2015, el valor volvió a subir bruscamente. Esta vez con consecuencias menos brutales para la industria. Los entusiastas de la época alabaron el franco fuerte como un «látigo monetario» que impulsó la economía suiza hacia una mayor eficiencia.
Daniel Lampart, economista jefe de la Federación Suiza de Sindicatos, lo ve de otro modo. «Cada fase de apreciación del franco ha provocado dolorosas pérdidas de empleo». En los años 70 afectó a la industria relojera, en los 90 a las industrias eléctrica y ferroviaria, y en la actualidad a las industrias alimentaria y de maquinaria. «Una y otra vez, los iconos de la economía suiza se ven afectados: Toblerone se va a Oriente. El Matterhorn desaparece del logotipo de Toblerone. El franco fuerte nunca es el único problema, pero está acabando con muchos puestos de trabajo».
Lampart, que formó parte del consejo general del BNS entre 2007 y 2019, también considera que la reticencia del BNS a fijar el franco se debe a una desconfianza fundamental hacia la eurozona: «La eurozona -especialmente con países como Italia, España o Francia- se consideraba inestable y políticamente diferente. Eso también tiene rasgos conservadores nacionales».
Contrarresta el orgullo por el franco diciendo que el franco en sí no es tan importante como moneda de crisis: «El franco es importante sobre todo para los suizos. Los inversores extranjeros invierten en el franco para no invertir sólo en dólares o euros. O especulan con la apreciación del franco en tiempos de crisis. Nuestra moneda no es tan central internacionalmente». A pesar de todos los elogios, es probable que el franco suizo nunca cuelgue de una cadena de oro alrededor del cuello de un rapero.
Texto adaptado del alemán por J.Wolff
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