Farmacia del alma en la Abadía de San Gall
Inscrita en 1983 en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO, la Abadía benedictina de San Gall representa desde hace más de doce siglos uno de los principales centros culturales en Europa y alberga una de las bibliotecas más ricas y antiguas del mundo.
Cuna del arte y del conocimiento con más de 1.200 años de historia, posee una extraordinaria colección de libros y una sala barroca considerada como una verdadera joya arquitectónica. No extraña que tanta riqueza haya valido a la Abadía de San Gall ser uno de los primeros sitios del mundo declarados patrimonio de la humanidad, apenas algunos años después de la creación de la prestigiosa lista de la UNESCO.
“La idea de presentar una candidatura no surgió de San Gall, sino que fue sugerida por algunas organizaciones internacionales. En la actualidad vemos una especie de competencia a escala mundial para figurar en la lista de la UNESCO, pero entonces no se sabía cuán importante era verdaderamente ese reconocimiento”, recuerda Karl Schmuki, vicedirector de la biblioteca abacial.
El impacto de la distinción en San Gall se notó sobre todo en la última década, porque el patrimonio mundial comenzó a despertar un gran interés popular y atraer masas turísticas de los cinco continentes. El número de visitantes a la Abadía aumentó sustancialmente y, por ende, esta ciudad de la Suiza oriental ganó renombre y visibilidad internacional.
Una ciudad nacida de la Abadía
La importancia del monasterio benedictino para los habitantes de San Gall es evidente desde hace mucho tiempo. Sin la Abadía, la ciudad no existiría quizás ni se hubiera convertido en una de las principales capitales culturales y científicas de la Edad Media. En efecto, San Gall fue construida en torno al monasterio situado hasta hoy en pleno centro histórico.
El origen se remonta al 612 d.C., cuando el monje peregrino irlandés Gallo se estableció en este lugar junto con muchos de sus discípulos. Un siglo después, el sacerdote alemán Otmar tomó las riendas de la comunidad y dio vida al monasterio, el primero fundado en Suiza.
Con la introducción de la Regla benedictina, que imponía a los miembros de la comunidad cenobita la lectura cotidiana, comenzó a desarrollar el ‘scriptorium’, la oficina donde los monjes copistas se dedicarían al arte de la caligrafía, la decoración y la encuadernación. Muchas bibliotecas en el mundo conservan todavía manuscritos hechos por los benedictinos de San Gall.
Al ‘scriptorium’ se sumaron luego una escuela y una biblioteca que harían de San Gall uno de los centros de estudio y del saber más luminosos de Europa. El monasterio también dejó huellas significativas en la arquitectura: la planta construida en el siglo IX para ampliar el complejo abacial sirvió de modelo a la arquitectura monástica del continente. Y, más recientemente, inspiró el ‘Nombre de la rosa’, de Humberto Eco.
Una mina de oro
La abadía, integrada por la colegiata y un gran patio, conserva numerosos testimonios de estilos arquitectónicos desarrollados en el curso de los siglos. El complejo actual data esencialmente del siglo XVIII y comprende una de las realizaciones más espléndidas de la arquitectura barroca: la sala de la biblioteca, visitada por unas 130.000 personas cada año.
“De buena gana uno se dejaría encerrar eternamente en una biblioteca como ésta”, escribió en 1822 el erudito alemán Andreas Wilhelm Cramer. El salón, considerado como el ambiente rococó más bello de Suiza, es una obra maestra que incorpora armoniosamente columnas, hornacinas, relieves, decoraciones y pintura.
“Sobre la puerta de ingreso a la sala, que contiene 30.000 volúmenes valiosos, se ve la leyenda en griego ‘Farmacia del alma’. Un llamado a las virtudes espirituales atribuidas por los monjes benedictinos al patrimonio del saber que durante siglos ha acumulado la abadía.
La biblioteca, que está entre las veinte más importantes del mundo, tiene una colección completa de 160.000 libros y representa una verdadera mina de oro para los estudiosos del Cristianismo, Germanismo o el Clasicismo.
Patrimonio amenazado
“Es increíble que esos tesoros hayan llegado a nosotros a pesar de una larga historia de incendios, saqueos y guerras”, señala Karl Schmuki. En varias ocasiones, los monjes debieron trasladar la colección a un centenar de kilómetros de distancia, hasta Austria, para resguardarlos de las amenazas. En un primer momento, de las hordas húngaras que en el siglo X asolaron los monasterios en Europa central; luego, de los seguidores de la Reforma que se encarnizaron contra los tesoros de la Iglesia católica, o de las fuerzas de la Revolución que en 1805 suprimieron la Abadía y secularizaron la biblioteca.
La tradición bibliófila en San Gall ha demostrado que puede superar incluso a la revolución tecnológica. Ante la invención de la imprenta, los monjes benedictinos se adaptaron creando su propio taller de imprenta. Y hoy, en la era de Internet, la biblioteca ya ha puesto en marcha uno de los proyectos más innovadores a escala mundial para la digitalización de los textos medievales, de tal manera que facilite el acceso a su inestimable fuente del saber.
“El monasterio de San Gall, ejemplo perfecto de gran monasterio carolingio, ha sido desde el siglo VIII hasta la secularización en 1805, uno de los más importantes de Europa”.
“Su biblioteca, una de las más ricas y antiguas del mundo, contiene preciosos manuscritos, entre ellos el plano de arquitectura en pergamino conocido”.
“La catedral y la biblioteca, reconstruida en 1755 y en 1768 en estilo barroco, constituye el principal componente de este notable complejo arquitectónico que refleja 12 siglos de historia”.
(Traducción: Juan Espinoza)
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