Folclor suizo busca inspiración fuera de norma
Hay mucha gente en el camerino. No es de extrañar. Un trío folclórico, una cantante de jazz y un violinista de formación clásica se relajan antes de salir a escena. Esta simbiosis entre diversos géneros se ha hecho muy frecuente en la música folclórica suiza.
Dispuestos para el concierto en Stans (Nidwalden) hay dos semicírculos de acordeones diatónicos – o Schwyzerörgeli – instrumentos centenarios con el sello de la música tradicional suiza. Pero en lugar de utilizar las antiguas normas, este colectivo estrena un álbum de canciones populares reinterpretadas en romanche, lengua minoritaria de Suiza, y en dialecto suizo-alemán.
La idea fue de Corin Curschellas. Luego de varios años de vivir en el extranjero, la carismática actriz y cantautora volvió al país dispuesta a redescubrir sus raíces y se sumergió en un archivo de 2.000 piezas recopiladas por Alfons Maissen, quien en la década de 1930 viajó a diversos pueblos para pedir a sus habitantes que le dieran a conocer sus canciones locales.
“Es una increíble colección de perlas”, dice Curschellas a swissinfo.ch. La cantante se unió al popular trío Pflanzplätz y al violinista Andy Gabriel para reinterpretar y revivir 22 canciones.
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Instrumento entre tradición y techno
Simbiosis musical
Tanto Pflanzplätz como Gabriel están acostumbrados a trabajar con diferentes estilos, los miembros de Pflanzplätz con el rock, el jazz y la danza, entre otros, mientras que Gabriel improvisa en una amplia gama, desde pop hasta música clásica.
¿Por qué? “Para promover encuentros e intercambios interesantes”, dice Simon Dettwiler, el miembro de mayor edad de Pflanzplätz. “Es también una cuestión de sonido. El acordeón diatónico suizos es diferentes, pero suena como un acordeón. Cuando usted tiene un violín, un címbalo, un clarinete, un cantante, abre el sonido”.
Una semejante amalgama de géneros se ha hecho común en la música folclórica suiza que puede inspirarse en lo tradicional o de vanguardia. Así, un creciente número de jóvenes músicos mira hacia atrás para reinventar estilos de hace un siglo.
Colaboración «institucionalizada»
La música folclórica se ha mezclado con otros estilos a lo largo de su historia, pero por primera vez este tipo de colaboración es ‘institucionalizada’. La Universidad de Ciencias Aplicadas y Arte de Lucerna ofrece, por ejemplo, un módulo especial de ese género a los estudiantes de jazz y de música clásica.
Coordinador del Máster, Daniel Häusler considera que el impulso principal fue proporcionar capacitación en instrumentos tradicionales, como el acordeón diatónico y el dulcémele. Pero el curso no pretende convertir a los estudiantes de jazz en músicos folclóricos, advierte.
“Cada músico tiene que encontrar su propio camino. Hay muchos exitosos intérpretes folclóricos autodidactas. Buscamos simplemente ofrecer a los estudiantes una formación lo más completa posible, de manera que puedan manejar cualquier posible desafío futuro”.
Se trabaja en el desarrollo de habilidades como la memorización y la improvisación, lo que beneficia a estudiantes de jazz y música clásica, explica.
El curso se encuentra todavía en sus inicios. Sin embargo, su presencia se advierte en los escenarios de música folclórica.
Dieter Ringli, un etnomusicólogo que escribió una guía sobre la música folclórica de Suiza en 2005 y enseña diversos estilos, dice a swissinfo.ch: “Este curso va a permitir contar con músicos más instruidos, pero no sé si la música será mejor. Ya veremos”.
Dice que algunos folcloristas aficionados están preocupados por el curso y temen no ser capaces de competir con los profesionales.
Es difícil ganarse la vida con la música folclórica, añade. “La mayoría de sus intérpretes no profesionales tocan por la comida, la cerveza y unos 50 francos o menos. Pero no se puede vivir de eso. Tal vez estos cursos cambien un poco el escenario, pero es demasiado pronto para saberlo”.
El nuevo curso genera entusiasmo. “Es muy, muy grande”, dice la cantante de yodel, Nadja Räss. “Si vemos en el extranjero, en Escandinavia o Austria, hay más folclor en la vida cotidiana. En Finlandia es posible estudiar música folclórica durante 20 años. Ahora tenemos la oportunidad de estudiar en Lucerna. Tal vez en 20 años estaremos como en Finlandia”.
La música folclórica no tiene una clara definición y es conocida como música tradicional que es transmitida oralmente. Etnomusicólogo y autor de un libro sobre la música folclórica suiza, Dieter Ringli la define como la música en la cual es posible conocer su procedencia.
A lo largo del último siglo la escena de la música folclórica suiza se ha diversificado. Fue estructurada hace poco más de 100 años con la fundación de la Asociación Federal de Yodel, que publica melodías tradicionales y nuevas composiciones e introdujo reglas estrictas para los músicos. La resultante LändlermusiK (un término general para la música tradicional rural) fue usada como la parte de la propaganda patriótica del gobierno durante la Segunda Guerra Mundial y creció en popularidad. Con el tiempo esta forma se estandarizó más y fue vista como un modo de preservar la tradición.
Al mismo tiempo, la música folclórica suiza siguió su diversificación. Incluye ahora la música Schlager –mejor conocida por sus canciones populares transmitidas por la televisión en países de habla alemana-, piezas de mayor tradición comercial (como Oesch y die Dritten y Jodlerklub Wiesenberg) y la mezcla de instrumentos y estilos y folclor vanguardista.
Hoy, un creciente número de músicos trabaja en la reinterpretación de viejos estilos de los inicios del Siglo XX.
Volver a las raíces
Räss imparte cursos propios, enseña yodel a los niños en campamentos de una semana y a directivos de empresas, como “una forma de comunicación”.
Es parte de un movimiento de vuelta al origen. Y no solamente en la música, dice.
Es algo que Dieter Ringli ha observado también. Hace treinta años “absolutamente” nadie en las ciudades suizas escuchaba música folclórica, “la hallaban horrible”, pero eso cambió en los últimos 15 años.
“La gente escuchaba música folclórica de todo el mundo y se preguntaba si había algo en Suiza. Es una tendencia que también se puede advertir en otros campos, un retorno a las tradiciones locales. Con la cerveza, por ejemplo. Hace veinte años bebíamos cerveza de todo el mundo, y ahora tenemos fábricas en cada pueblo que producen cervezas locales. Es una tendencia que también se puede ver en la música”.
A principios del Siglo XX, músicos folclóricos suizos tocaban canciones de Suiza y el extranjero, pero lo hacían en un “especial estilo local”.
“Y ahora hay una gran cantidad de jóvenes que tratan de descubrir esos viejos estilos. Pero no los interpretan como hace 100 años, dice Ringli. “La gente está ahora más educada técnicamente. Algunos jóvenes tratan de mantener la pureza y otros tratan de mezclar la música folclórica con sonidos contemporáneos y formas de interpretación”.
Nadja Räss está entre aquellos que buscan en los archivos. “Escucho atentamente grabaciones antiguas. En el yodel usamos ahora solamente ‘yu’ y ‘yo’. Hace cien años utilizaban ‘e’, ‘eh’, ‘a’, ‘eu’, algunas vocales muy diferentes, y eso es más interesante para cantar. Para mí es interesante buscar esta vieja pero también nueva vocalización”.
En cierto modo, los músicos vuelven atrás para ir adelante. Los folcloristas suizos han buscado ponerse al día ya que la música tradicional fue organizada de manera muy ajustada en 1960 por aquellos que sentían la necesidad de protegerla de los cambios. Se introdujeron reglas estrictas para cualquiera que deseara formar parte de las agrupaciones del ramo o participar en sus competiciones.
Esas regulaciones han sido consideradas como una camisa de fuerza para la creatividad. “Pero creo que vamos ahora en la dirección correcta”, comenta Räss. “Hay una forma tradicional de interpretar música folclórica y la posibilidad de un uso más libre de la misma”.
“Creo que la música folclórica es interesante para todas las edades en Suiza”, añade Simon Dettwiler, del Pflanzplätz. “Es evidente que el público está más interesado en eso ahora. Pero si es más interesante que hace 100 años, no lo sé”.
En la busca de viejas canciones retorromanas para revigorizarlas, la cantautora Corin Curschellas tropezó con un archivo de alrededor de 2.000 canciones recopiladas por Alfonso Maissen a principios de los años 1930.
Maissen recorrió pequeños poblados para pedir a sus habitantes que le cantaran las piezas musicales locales. Un archivo de los trabajos fue constituido en los últimos cinco años.
Curschellas reunió a Pflanzplätz y Andy Gabriel para grabar un álbum, Orígenes, con 22 de esas melodías. Incluye canciones retorromanas en cinco idiomas y algunas canciones de la Suiza de expresión alemana.
Colaboración: Christian Strickler. Traducción: M. A. Rubín
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