Gilles Jobin, “coreógrafo, pero también activista“
Pionero de la danza contemporánea helvética Gilles Jobin recibió en octubre el Gran Premio suizo de la Danza 2015. Retrato de un artista que “se ha volcado en cuerpo y alma en su trabajo” y que concibe su arte como “una misión”.
Silencio: están bailando. Gilles JobinEnlace externo nos indica con la cabeza que en la sala anexa al despacho donde nos recibe los bailarines asisten a una clase. Nos citamos en su lugar de trabajo, en Ginebra, en un amplio ‘loft’ transformado en oficina. Aquí, Jobin desarrolla ideas y proyectos, a veces propone réplicas de sus espectáculos u organiza seminarios de formación dedicados a la danza. Su ‘loft’ es también un espacio de investigación, reunión e intercambio entre físicos, astrónomos, ingenieros electrónicos, coreógrafos y bailarines; personas que provienen de los cuatro rincones del mundo atraídas por la curiosidad intelectual de este suizo que combina, con una facilidad asombrosa, ciencias y artes visuales.
Gilles Jobin
Nació en Morges (cerca de Lausana, cantón Vaud) en 1964 y es hijo de Arthur Jobin, pintor jurasiano. Se inició en la danza a los 16 años, antes de recibir una formación clásica en la Escuela Superior de Danza de Cannes.
Como bailarín profesional ha trabajado en las compañías de Philippe Saire y Fabienne Berges en Lausana y luego en la catalana Angels Magarit. A los 31 años, mientras codirige el Teatro de l’Usine en Ginebra decide dedicarse a la coreografía. En la década de los 90 se instala en Madrid y luego en Londres, donde perfecciona su talento y se convierte en coreógrafo profesional.
Sus primeros espectáculos son ‘Bloody Mary’, ‘Middle Suisse’ y ‘Only You’. Su obra ‘A+B=X’, presentada en el Festival de Montpellier de 1999, constituye un trampolín para su carrera internacional. En 2005 regresa a Suiza y crea, entre otros, ‘Steak House’ y ‘Text to Speech’. Francia y Brasil son los dos países que más siguen su trabajo, incluso más que la Suiza de habla alemana donde “apenas se representan mis obras”, lamenta.
Para rendir homenaje a los múltiples talentos del bailarín y coreógrafo jurasiano, uno de los pioneros de la danza contemporánea suiza, la Oficina Federal de Cultura (OFC) le entregó, el pasado 16 de octubre, el Gran Premio suizo de la DanzaEnlace externo. Un reconocimiento que el galardonado ve como una valoración de su misión artística.
Activista
“Nunca me planteé hacer carrera, pero desde este Premio lo pienso y me digo que la mía es una carrera rica y que… ya no soy tan joven”, dice con una amplia sonrisa. “Cuando miro atrás y veo mi recorrido, me doy cuenta de que no he sido solamente coreógrafo, sino también activista, es decir, alguien que se ha volcado plenamente en su trabajo”. Testimonio de ello son la calidad de sus obras y el intenso esfuerzo por mantenerse presente en los escenarios internacionales. “Es una opción de vida, una verdadera misión”, agrega Jobin con gran orgullo.
¿Se considera un embajador de Suiza en el mundo, un poco como Federer? “Sí, sabe, he pasado a un escalón superior con esta unión entre arte y ciencia. No represento únicamente la compañía que lleva mi nombre, sino también al CERN [Organización Europea para la Investigación Nuclear, con sede a las afueras de Ginebra] en sus proyectos artísticosEnlace externo”.
Interacciones y afinidades
Desde hace tres años, Gilles Jobin colabora con el CERN. Aquí nació su obra ‘QuantumEnlace externo’ (2013) que reflexiona sobre la capacidad de poner en contacto los cuerpos humanos. Un tema que acaricia las leyes de la física y que aparece en otros espectáculos de Jobin: ‘Spider Galaxies’Enlace externo y ‘Força ForteEnlace externo’, su próxima creación. Gravedad, atracción, fusión, escisión… Son palabras que pertenecen a la ciencia, pero que Jobin pone en escena con maestría, para interrogarse sobre las interacciones y las afinidades entre los cuerpos de los bailarines.
‘Quantum’ suma cincuenta representaciones en Europa y América Latina, una gira por Asia y una escala en la India. Y Rusia no iba a ser menos. En San Petersburgo se celebró a finales de septiembre el preestreno de ‘Força Forte’. El estreno será en Ginebra en abril próximo.
La influencia del padre
Hay que remontarse a la niñez de Gilles Jobin para saber quién influyó en sus gustos: su padre, el pintor Arthur JobinEnlace externo, maestro de la abstracción geométrica. “Desde muy pequeño he vivido rodeado de pinturas abstractas. Tengo una relación orgánica con la geometría”, reconoce el coreógrafo… y con todo lo que son cifras y ecuaciones, se nos ocurre agregar. ‘A+B=X’Enlace externo, ‘The Moebius Strip’Enlace externo, ‘Two Thousand-And_ThreeEnlace externo’ son las otras obras de Gilles que han cosechado un gran éxito internacional.
Esto no quita que a veces uno se quede desorientado frente a sus espectáculos, un poco como frente a un lienzo de Mondrian cuya sofisticación geométrica no conseguimos cerner. ¿Cómo entender este arte abstracto? “Justamente, no hay nada que entender”, responde el coreógrafo. “Cuando miras una puesta del sol, no buscas explicarlo, cada uno lo interpreta como lo siente, según su estado de ánimo”.
Huellas en el aire
Para este artista que se inició en la danza con los coreógrafos suizos Philippe Saire y Fabienne Berger, “el arte en general no es algo superfluo. Sencillamente es”. Una convicción que comparte con su esposa, La RibotEnlace externo, bailarina, coreógrafa y madrileña. El matrimonio tiene dos hijos. “El pequeño aún está en la escuela y viene a veces a mis espectáculos”, confiesa Jobin. “El mayor es horticultor, no le interesa la danza. Y está bien que sea así. Sobre gustos no hay nada escrito”.
Un espectáculo de danza es efímero. Sesenta minutos de representación, es más o menos lo que dura una pieza. Un pintor, en cambio, está condenado a la eternidad. Los lienzos de un gran maestro nos aguardarán siempre en un museo. “La coreografía, tal como yo la concibo, no se diferencia tanto de la pintura”, dice Gilles Jobin. “Con la diferencia de que mi arte es el del instante: yo dejo huellas invisibles en el aire”.
Traducción del francés: Belén Couceiro
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