‘Helvecia’, la isla del amor
Su nombre oficial en lengua nativa es Chaullín, pero los habitantes de los archipiélagos la conocen como la isla Helvecia, alias con que la bautizó hace un siglo un suizo que llegó allí por amor.
Esta minúscula isla situada a cinco millas de la costa de Calbuco, en el sur de Chile, es también la fuente de inspiración de la pintora suiza-chilena, Rosy Oelkers Reist.
La isla perteneció a Emil Whilenhausen, un suizo originario de Zúrich que a comienzos del siglo pasado se llevó al Sur del mundo nada menos que a su sobrina, 25 años menor que él. Quizás escapando por un amor prohibido.
La pareja vivió allí su romance hasta el día en que sin previo aviso ni dejar huellas desapareció de la isla. El misterio de la partida y el paso de los años fueron relegando en el olvido no sólo a la historia, sino también al lugar.
Pero ese amor incestuoso pasó con el tiempo a ser una leyenda entre los isleños y pescadores, porque -al parecer-, la joven doncella de la isla Helvecia se convirtió en un icono por su inocencia y juventud.
La historia de la isla tampoco deja de llamar la atención, sobre todo por la forma en que el suizo Whilenhausen logró hacerse dueño de un bien del Estado, porque las islas han sido desde siempre administradas por la marina chilena.
“Fue una excepción, cuenta su actual propietario, Federico Aldunate, porque este suizo tenía buenas relaciones con el Gobierno del presidente Ibáñez. Fue él quien le entregó por decreto de ley de la República, el título de propiedad”.
Juntarse en el paraíso
Durante su estancia, este Robinson Crusoe de los archipiélagos sureños, transformó la isla en un verdadero paraíso. La forestó con especies nativas, introdujo plantas exóticas y construyó una bella mansión con madera de bosques australes.
“El mar, el amor y la belleza de sus jardines confirieron a la isla un estatus que aún conserva. El de un patrimonio natural, donde la impronta suiza perdura a través del tiempo, pues al lugar se le sigue llamando ‘la isla Helvecia,’ en vez de Chaullín, vocablo de los indios Chonas, que significa: juntarse.
“Una isla predestinada para el amor…” agrega Rosy Oelkers Reist, quien una vez por año abandona su taller del Oberland bernés para refugiarse durante 6 meses bajo los bosques de arrayanes de la isla Helvecia y nutrir ahí su inspiración para seguir pintando.
El lugar permaneció abandonado por muchos años , hasta que de Suiza llegó la orden de vender la isla. La familia Aldunate, de Santiago, la compró entonces. Pasó a manos chilenas, pero siguió en el abandono hasta el 2000, cuando un nieto del propietario, Federico, decidió – tras una ruptura sentimental-, vivir allí como ermitaño, .
El ermitaño y la princesa
La casa, tras tanto tiempo deshabitada, se encuentra en un calamitoso estado, pero aún exhala el perfume de las maderas antiguas con que fue construida, y sus rincones guardan el secreto de las historias que allí se fraguaron.
Hasta allí llegó en el 2001 la pintora Rosy Oelkers, invitada por el propietario que asistió a la inauguración de la exposición: ‘Las casas en hileras de Belp’, presentada por la artista suiza en Calbuco.
Desde entonces, la isla se ha convertido también en el paraíso de inspiración de sus obras.
Federico Aldunate la considera “su princesa” y le está agradecido, porque gracias a la tenacidad de esta mujer, hija también de esforzados emigrantes, la isla se ha transformado en un lugar de encuentro para artistas e intelectuales.
“El bosque de arrayanes ha servido de escenario natural para tertulias de poetas y conciertos de música folklórica y clásica”, explica Rosy Oelkers, que sirve de relacionadora en este tipo de eventos.
Hace poco la isla Helvecia volvió a hacer noticia, pues fue escogida por los mejores ‘chef’ de cocina regional (esencialmente mariscos y pescados) para organizar la primera muestra culinaria de los archipiélagos, es decir, de Puerto Montt a Chiloé.
Pero la isla no es exclusiva. La puede visitar quien lo desee. Es posible acampar, para lo cual su propietario cobra la módica suma de 2000 pesos (4 francos el día), aunque su objetivo final, es que el Estado la declare patrimonio protegido y evitar así un turismo masivo que acabe con sus exuberantes bosques y jardines.
Para singularizar más el lugar, el ermitaño propietario aceptó en talaje, (estancia por alimentación), la presencia de llamas, burros y caballos, que le confieren a la isla un encanto adicional.
Pero por sobre todo, para los lugareños, gente de mar, pescadores que habitan los islotes aledaños de generación en generación, la isla sigue siendo recordada por haber cobijado una historia de amor lejos de los prejuicios sociales de la época.
Chaullín o Helvecia, es un refugio para encuentros de amores prohibidos. “Los momentos de felicidad hay que vivirlos para poderlos pintar”, concluye Rosy Oelkers.
Este reportaje continúa en ‘Más sobre el tema’ con retratos de otros personajes que constituyen en cierto modo los últimos testigos de la primera emigración helvética a Chile.
swissinfo, Alberto Dufey
La isla Helvecia está situada frente a las costas de Calbuco, en el sur de Chile.
Su nombre en vocablo indígena es Chaullín, que significa: juntarse.
El suizo Emile Whilenhausen, originario de Zúrich, a comienzos del siglo pasado llevó a vivir a este lugar a su sobrina, y bautizó la isla con el nombre de Helvecia.
Desde entonces los lugareños la recuerdan con ese nombre.
Su actual propietario la ha convertido en un lugar de encuentros culturales y en un santuario natural.
La pintora Rosy Oelkers Reist, originaria de Belp (Berna) se inspira en ese lugar para realizar su trabajo artístico.
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