Historia de una amistad masculina
Juntos en las pistas de esquí
El Museo Hermann Hesse de Montagnola, en el cantón del Tesino, recorre las huellas de esta amistad.
Thomas Mann: hijo de un comerciante de la alta burguesía, mundano, elegante, virtuoso, extrovertido y siempre muy atento a las apariencias. Hermann Hesse: crítico con la sociedad civilizada, mesurado, poco propenso a las apariciones públicas, introvertido, ‘outsider’.
A prima vista, las diferencias entre Mann y Hesse no podrían ser mayores. Una mirada más cuidadosa para descubrir los paralelismos y rasgos comunes en las vidas y obras de estos dos grandes nombres de la literatura alemana del siglo XX, permite la exposición ‘Hermann Hesse y Thomas Mann: documentos de una amistad’, en el Museo Hermann Hesse de Motagnola, en el cantón del Tesino.
La muestra se centra, sobre todo, en el profundo respeto mutuo de estos dos antípodas literarios, un respeto que se transformó en amistad profunda a partir del año 1933, año en el que la familia Mann se exilió. Cartas, fotografías y artículos —muchos en versiones originales— documentan la historia de esta amistad intelectual.
En una carta enviada a Mann para su 75º cumpleaños, Hesse recuerda su primer encuentro con Mann en Múnich en el despacho de Samuel Fischer, el entonces editor de ambos autores. «Para decir la verdad, no nos parecíamos mucho; esto ya se veía en la ropa y zapatos.»
Pese a ello, de ese encuentro nació una amistad que no se manifestó solamente en un intenso intercambio de ideas, sino también en vacaciones que pasaron juntos en las pistas de esquí de St. Moritz (Suiza).
Antes de emigrar a Estados Unidos en 1939, Thomas Mann era invitado regular en Montagnola, localidad tesinesa donde se había instalado Hesse. La hija más joven de Mann, Elisabeth, recordará más tarde en un artículo publicado por el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung las tardes que pasó jugando bocha con Hesse.
Por su parte, Thomas Mann alude en varias ocasiones con aspavientos de agradecimiento a las largas conversaciones de 1933. Mann había dejado Alemania después de que el nacionalsocialismo llegara al poder. En ese período difícil, poder hablar con Hermann Hesse le sirvió de consuelo.
Más allá de las diferencias
También para Hesse, la relación con Mann representó un enriquecimiento. En una carta remitida en 1950 a la escritora Agnes Miegel, decía: «Que dos caracteres y dos ingenios tan dispares, como somos Thomas Mann y yo, vayan más allá de estas diferencias, hagan amistad y, despertados de las turbaciones de nuestros tiempos, concuerden en asuntos humanos y morales, es una experiencia bella y rara.»
Sin embargo, el curador de la exposición, Herbert Schnierle-Lutz, no se limita a la amistad. También subraya la calidad de las obras. «La crítica literaria alemana utiliza a menudo dos pesos y dos medidas para evaluar a Mann y Hesse», explicó en la inauguración de la muestra. Mann es considerado como representante de una literatura elevada; Hesse, en cambio, como autor de obras de entretenimiento.
Es una valoración que Herbert Schnierle-Lutz contradice, citando al propio Mann que en 1928 afirmó a propósito de El lobo estepario: «Es un libro que, después de tanto tiempo, me enseñó de nuevo qué significa leer.»
Mann propuso a sus colegas muy pronto a Hesse para el premio Nóbel (con el que éste sería galardonado en 1946). Los dos, prácticamente coetáneos, reseñaron sus obras recíprocamente. En El juego de los alborios, Mann encontró paralelismos con su novela Doctor Faustus.
Parangón con James Joyce
El 2 de julio de 1937, con ocasión del sexagésimo cumpleaños de Hesse, Thomas Mann escribió en el cotidiano Neue Zürcher Zeitung: «Es necesario decir que El lobo estepario es una novela que en cuanto a audacia experimental no tiene nada que envidiarle al Ulises de James Joyce o a Los monederos falsos de André Gide.»
Muchos artículos y cartas expuestos en Montagnola son originales. Y para suerte del visitante, los textos redactados a mano fueron transcritos: de hecho, descifrar la caligrafía de Thomas Mann es una tarea para nada fácil.
Para reunir una documentación tan rica, Herbert Schnierle-Lutz ha podido contar con la colaboración del Archivo Thomas Mann de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, los archivos literarios de Marbach del Neckar y Berna, así como el Archivo Editorial de Offenbach del Meno.
Nacido en 1877 en Calw, Baden-Wurtemberg (Alemania), es el autor de lengua alemana más leído del mundo.
Sus obras más conocidas son: El lobo estepario, Siddhartha, Demian, Narciso y Goldmundo y El juego de los abalorios.
De 1919 hasta su muerte en 1962, Hesse vivió en la localidad tesinesa de Montagnola. En 1923 adquirió la ciudadanía helvética.
Recibió el Nóbel de Literatura en el año 1946.
Nacido en 1875 en Lübeck, Thomas Mann es considerado como uno de los autores alemanes más importantes del siglo XX.
Sus novelas más destacadas son: Los Buddenbrook, La montaña mágica, Doctor Faustus y las incompletas Confesiones del estafador Felix Krull. En 1929 recibió el Nóbel de Literatura.
Después de la llegada al poder de los nazis en 1933, Mann dejó Alemania con su familia. Se desplazó primero a Francia y luego a Suiza, antes de exiliarse a Estados Unidos.
En junio de 1952, Thomas Mann regresó a Suiza acompañado de su hija Erika. Se estableció primero en Erlenbach y luego, en 1954, en Kilchberg, a orillas del lago de Zúrich. Murió el 12 de agosto de 1955 en el Hospital Cantonal de Zúrich.
El Museo Hermann Hesse se estableció en 1997. Está ubicado en las antiguas salas de la Torre Camuzzi cerca de la Casa Camuzzi donde Hesse vivió de 1919 a 1931.
La muestra «Hermann Hesse y Thomas Mann: documentos de una amistad», con textos expositivos en italiano y alemán, se puede ver hasta el próximo 1º de febrero. Es acompañada de un filme en el cual Wolfgang Büttner y Will Quadflieg leen extractos de la correspondencia epistolar entre los dos escritores.
(Traducción: Antonio Suárez)
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