¿Qué me pongo hoy? Una prenda impresa en 3D
Resulta inquietante y revelador imaginar cómo vestirá la gente en el futuro. Seguramente las impresoras 3D, presentes en las Jornadas Textiles y de la Moda de Zúrich, serán parte de esa realidad. Pero aún está claro cómo y cuándo empezarán a competir de lleno con las máquinas textiles tradicionales.
Por lo pronto, la diseñadora israelí Danit PelegEnlace externo tiene claro que no le interesa perder el tiempo en fabricar telas y utilizar máquinas de coser tradicionales para confeccionar sus prendas. Su innovadora visión de la moda la convirtió en una de las oradoras más solicitadas durante la reciente edición de las Jornadas Textiles y de la Moda en ZúrichEnlace externo. Peleg no es pionera en la impresión de piezas de vestir, pero sí es la primera diseñadora que produce toda una colección en impresoras 3D.
El desafío que se ha fijado es que uno día solo envíe a sus clientes los archivos de las prendas que diseña para que ellos puedan imprimirlas cuándo y dónde quieran. Como la mayoría de la gente aún carece de impresoras 3D, Peleg concentra sus esfuerzos en producir una edición limitada de chaquetas personalizadas. Además de obtener una prenda de vestir hecha a la medida, sus clientes pueden elegir el color de la misma y el forro con el que vendrá. Y es que sin forro o ropa interior, los ligeros diseños de Peleg pueden resultar fríos al contacto con la piel y también excesivamente reveladores para mucha gente.
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¿Tiene futuro la moda en 3D?
Textiles suizos
La tendencia de la ropa impresa en 3D contrasta con el delicado mundo de los encajes, los bordados y las telas finas que hicieron de Suiza uno de los principales centros mundiales de la moda en el pasado. El sector textil es, de hecho, la rama industrial más antigua de Suiza y San Gall fue su punto de partida en la Edad Media.
El negocio de bordados desarrollado en esta ciudad alcanzó su cima en el año 1870, pero se vio golpeado por la guerra franco prusiana, de cuyos estragos jamás logró recuperarse del todo. Lo que sí ha sobrevivido es la reputación de calidad e innovación textil. Hoy San Gall es cuna de algunos de los más exclusivos grupos manufactureros textiles como Jakob Schläpfer y Forsten Rohner, cuyos tejidos se utilizan en colecciones de alta costura.
Instituciones como el Swiss Textil CollegeEnlace externo de Zúrich ayudan a preservar la tradición de la moda helvética y a asegurar su futuro a través de la formación de unos 700 estudiantes.
En las Jornadas Textiles y de la Moda, patrocinadas por la citada escuela, las impresoras 3D esculpieron caprichosos botones de plástico y algunos de los diseños de Peleg.
Imprimiendo la ropa
En lugar de hilos tradicionales, Pleg utiliza filamentos plásticos. Durante sus estudios de ingeniería, diseño y arte en la Univesidad ShenkarEnlace externo en Israel, dedicó mucho tiempo a buscar los mejores materiales y la impresora más adecuada para su trabajo. Varias empresas y laboratorios en Tel Aviv la apoyaron en este proceso de experimentación y en la consecución de su licenciatura en diseño de moda.
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Un vestido impreso en 3D
Para Peleg, las principales ventajas de la moda impresa en 3D son la individualidad, la flexibilidad y la sostenibilidad.
“El desperdicio en la producción se reduce a cero” [no hay sobrantes ni ropa no deseada en las tiendas], dice. Además, cuando uno se cansa de una prenda, simplemente la funde y la convierte en otra nueva, explica.
Edición limitada
Como era previsible, la industria textil europea se muestra escéptica ante la perspectiva de que las impresoras 3D sustituyan un día a las máquinas de textiles. La tecnología 3D “es una interesante aportación a la industria”, reconoce no obstante Ernesto Maurer, presidente de Swissmem que representa los intereses de la industria de la maquinaria suiza y vicepresidente del Comité Europeo de la Maquinaria Manufacturera Textil (CEMATEX)Enlace externo.
Pero por ahora no está claro que las impresoras 3D se conviertan en un riesgo real para las 40 empresas helvéticas que se dedican a la fabricación textil tradicional.
Y aunque el concepto que defiende Peleg permite, en teoría, que cualquiera que tenga un carrete con filamentos (que vale 30 francos suizos) y una impresora 3D (que cuesta 2 000 francos) obtenga el color y ajuste perfecto para una prenda, la realidad es que la inversión de tiempo es colosal. Hoy se tarda alrededor de 100 horas en imprimir un vestido. Y aunque este lapso es tres veces menor que hace un solo año, la velocidad de producción está muy por debajo de la que caracteriza a la producción textil. Una máquina tejedora de tela puede producir suficiente materia prima para un vestido en ochos minutos.
Material moderno
Otra desventaja de las prendas en 3D –hechas esencialmente de plástico– es su rigidez. Peleg reconoce que es mucho más agradable la sensación que producen el algodón y la seda. Pero los gustos y la tecnología se transforman de forma permanente. Maurer recuerda, por ejemplo, que hace solo 30 años la mayor parte de la ropa se fabricaba a partir de materiales naturales. “Las medias de nilón eran una excepción y nadie quería ir por la vida vestido en poliéster”, dice.
Eliane Diethelm, cofundadora de la firma de ropa zuriquesa Little Black DressEnlace externo, coincide con esta visión. “Las primeras fibras de poliéster de los años 50 y 60 eran terribles, pero han evolucionado mucho. Observemos la ropa deportiva actual, sería inimaginable sin el poliéster”, afirma.
Diethelm y su socia, Johanna Skoczylas, diseñan ropa confeccionada en algodón tipo jersey y seda, y producen series pequeñas de sus modelos en Suiza y Bosnia. Por ahora, la impresión 3D no forma parte de sus planes.
“Me parece interesante el concepto 3D en la moda. Ofrece nuevas posibilidades para los diseños”, expresa Diethelm, “pero creo que está en una fase inicial. Puede usarse y se ve bien, pero aún no es del todo funcional”.
Traducción del inglés: Andrea Ornelas
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