Alegría para quienes aman el cine: la Cinemateca Suiza cumple 75 años
Fundada en 1948, la Filmoteca Nacional de Suiza luchó durante décadas por encontrar las condiciones necesarias para mantener viva la memoria del cine suizo. Hoy se encuentra en unas instalaciones de última generación, con capacidad para mantener a salvo sus joyas incluso en caso de ataque nuclear.
En su 75 aniversario, la Cinemateca suiza (Cinémathèque SuisseEnlace externo) tiene muchos motivos para la celebración. Considerada como uno de los diez archivos cinematográficos más importantes del mundo, conserva no solo la memoria del cine suizo, sino también otras muchas joyas del cine internacional.
A principios de 2024, la Cinemateca Suiza reinaugurará el Cine Capitole, la sala de cine más antigua de Lausana, construida en 1928 y que la Confederación adquirió en 2010 para uso de la Cinemateca. Se renovará la arquitectura original del edificio y contará con una segunda sala subterránea.
Es más, en algunos de los festivales de cine más prestigiosos de este año se han “reestrenado” muchos de los clásicos del cine suizo que la Cinemateca ha restaurado en los últimos años: The VillageEnlace externo, [Sie fanden eine Heimat] de 1953, visto en Cannes y Romeo and Julia in the VillageEnlace externo,Enlace externo [Romeo und Julia auf dem Dorfe] de 1941, en el Festival Internacional de Cine de Berlín.
La Cinemateca forma parte indiscutible del patrimonio nacional y recibe una subvención generosa de la Confederación. Su nuevo Centro de Investigación —inaugurado en 2019 en el pueblo de Penthaz, a 15 km de Lausana— ha reunido en un único espacio y en condiciones de vanguardia toda la colección de materiales fílmicos y no fílmicos que durante décadas han estado dispersos en diferentes lugares.
Y la institución también se ha adaptado a la transición digital: los planos originales del edificio se modificaron para incluir modernos equipos de digitalización y miles de terabytes para almacenar los archivos.
Más allá de los sueños de quienes lo fundaron
Las condiciones de trabajo de este organismo —instalaciones, equipos, personal y apoyo financiero del Gobierno— superan probablemente los sueños más descabellados de quienes en la década de 1940 fundaron la Cinemateca. Mantener un archivo fílmico es un trabajo muy especializado, delicado, caro y peligroso. El celuloide es un material inflamable, y los tipos más antiguos —como los de nitrato—, si no se almacenan correctamente, pueden inflamarse fácilmente por sí solos.
La Cinemateca Suiza fue uno de los primeros miembros de la Federación Internacional de Archivos del Film (FIAFEnlace externo), que hoy cuenta con 94 miembros activos y 79 asociados de más de 85 países. Muchos de los cuales siguen luchando por mantener sus condiciones de almacenamiento en orden.
Los costes de cualquier negligencia, en muchos casos, pueden ser trágicos, como se vio en 2021, cuando una parte de los archivos de la Cinemateca Brasileña Enlace externode São Paulo quedó totalmente destruida en un incendio. Ante este panorama, las condiciones de trabajo de la Cinemateca Suiza son objeto de orgullo nacional y de admiración internacional; y para muchos otros archivos cinematográficos del mundo son un modelo que hay que seguir.
Pero esto no siempre ha sido así, sino más bien al contrario. A pesar de las numerosas subvenciones que a lo largo de sus primeras décadas recibió la Cinemateca, sus condiciones de almacenamiento eran más bien precarias, y su capacidad para restaurar películas, limitada.
Las condiciones de trabajo relativamente ventajosas de la Cinemateca se deben sobre todo a la tenacidad de sus directores, que acabaron ganándose el apoyo de las autoridades federales. Esto permitió que la Cinemateca se beneficiase de más financiación y respaldo político.
Dirigida por amantes del cine
En 1951 Freddy Buache tomó las riendas de la Cinemateca y la dirigió hasta 1996, cuando entregó el testigo a Hervé Dumont. Desde 2009, el timón de la institución lo lleva el crítico Frédéric Maire, antiguo director artístico del Festival de Locarno.
El mandato de Maire —según ha declarado a SWI en una entrevista en la oficina de la Cinemateca en el Casino de Montbenon, en Lausana— representa una sólida continuidad en la misión de la institución definida por Buache y Dumont.
“El paso a lo digital ha sido el único reto al que he tenido que enfrentarme y al que no se enfrentaron los dos directores anteriores”, afirma Maire.
Comienzo difícil, final feliz
La idea de crear un “banco de películas” en Suiza surgió en 1943, cuando un grupo de amantes del cine independiente fundó, bajo los auspicios del Museo de Bellas Artes de Basilea (Kunstmuseum Basel), los “Archivos Cinematográficos Suizos”.
Tomando como modelo la pionera Cinemateca Francesa —fundada en 1936—, cuando un nuevo gobierno de derechas se hizo cargo del cantón de Basilea el grupo trasladó su sede a Lausana; al fin y al cabo, como contó Buache en una entrevista,Enlace externo los fundadores de la Cinemateca eran todos “orgullosos izquierdistas”. En Lausana, la rebautizaron como Asociación Cinemateca Suiza y la inauguraron oficialmente el 3 de noviembre de 1948.
El compromiso de la Confederación no fue sencillo. La asociación dependía de subvenciones locales: el cantón de Vaud empezó a apoyarla en 1955, al igual que otros cantones suizos. Hasta 1963 no empezó a recibir modestas aportaciones del Gobierno federal. Durante sus tres primeras décadas, la Cinemateca luchó por encontrar locales adecuados en los que almacenar sus películas y proyectarlas.
Las condiciones mejoraron en los años ochenta. La Cinemateca adquirió su primer local decente, el antiguo Casino de Montbenon, en Lausana, en 1981. El edificio —que incluye una sala de cine— se renovó, pero su colección siguió dispersa por varios sitios y sus antiguas películas de nitrato, muy frágiles y combustibles, se trasladaron a la central nuclear desactivada de Lucens, en el mismo cantón.
Aquella época ha quedado atrás. La Confederación ha asumido la renovación del centro de investigación de Penthaz (55 millones de francos, 64 millones de dólares) y mantiene la institución a flote con un presupuesto anual de 5 millones de francos (5,830 millones de dólares).
El personal de la Cinemateca —100 profesionales, 75 a tiempo completo— se ocupa de restaurar una media de 15 a 20 películas al año (“lo que es mucho y poco al mismo tiempo”, dice Maire), y está inmerso en un proceso de digitalización interminable para facilitar su acceso al público: no solo de los miles de películas que conserva, sino también de los millones de materiales no fílmicos.
Donde reposa lo más grande del cine
Además de la extensa colección, cineastas, distribuidores y coleccionistas donan a la Cinemateca una media de 400 películas al año. Gracias a los vínculos personales que han desarrollado sus directores, la Cinemateca Suiza se ha convertido en destino preferente para las películas y archivos de muchos grandes del cine: Roberto Rossellini (Italia), Luís Buñuel (España), Theo Angelopoulos (Grecia), Manoel de Oliveira (Portugal), Amos Gitai (Israel) y Darren Aronofsky (Estados Unidos), entre otros.
“Pero aquí entra en juego otro factor que yo llamaría el ‘factor de la caja fuerte’. Suiza es una especie de país neutral, libre de conflictos y guerras, con fama de tener buenas cajas fuertes para el dinero, y ahora indirectamente también para las películas”, explica Maire.
Si se observan las instalaciones de Penthaz, similares a un búnker, también se puede llegar a la conclusión de que los archivos están a salvo, incluso de una catástrofe nuclear.
Maire sonríe. “Sí, todo el mundo va a morir, pero no las películas. En Suiza, algunas de nuestras instalaciones están diseñadas como refugios radiactivos. En caso de guerra nuclear, aquí en Penthaz, cerrando las muy pesadas puertas especiales, podríamos incluso alojar a parte de la población”.
En el laberinto de latas de película a la espera de ser restauradas o digitalizadas, la prioridad es trabajar con las películas cuyos elementos originales están en un estado de deterioro avanzado. El acuerdo con la Confederación estipula que le siguen en la lista las obras importantes de ficción suizas y los documentales de cineastas de renombre. “Cada archivo nacional cuida de su patrimonio. Al fin y al cabo, no vamos a utilizar dinero de la Oficina Federal de Cultura para digitalizar una película estadounidense”, reconoce Maire.
Esta postura, sin embargo, no impide que la Cinemateca colabore en restaurar películas extranjeras, especialmente cuando se han depositado copias raras de estos filmes en los archivos suizos. En estos casos, profesionales de instituciones extranjeras realizan parte de su trabajo en Penthaz y viceversa. La digitalización a veces —como ocurrió con una película argelina encontrada en los fondos de la Cinemateca Suiza— se lleva a cabo por completo en la Cinemateca, ya que en este caso su homóloga argelina no disponía de medios económicos para hacerlo.
La IA, la próxima frontera
La ayuda federal sitúa a la Cinemateca en una posición privilegiada entre sus homólogas. Los archivos cinematográficos en muchos países dependen del dinero de instituciones o personalidades privadas, como la Film FoundationEnlace externo de Martin Scorsese en Estados Unidos. Parte de los esfuerzos de digitalización los ha patrocinado la televisión pública suiza (SBC, Sociedad Suiza de Radiodifusión, empresa matriz de SWI swissinfo.ch).
Contra la idea de la Cinemateca como museo del cine, Maire dice que su trabajo consiste en mirar hacia delante. Ante la rápida evolución del panorama tecnológico, el privilegio también conlleva la necesidad de estar a la vanguardia. Más allá de las nuevas herramientas para trabajar los materiales y las plataformas para distribuirlos, Maire señala que ahora busca constantemente formas de aplicar la inteligencia artificial a las obras del archivo.
“Existe un enorme potencial para la digitalización e identificación masiva de toneladas de cintas de vídeo y millones de fotos. Estamos a la vanguardia, y tenemos intención de seguir ahí”, afirma Maire.
Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo
Vídeo adaptado del inglés por José Kress
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