La espera como acto de resistencia: seis películas de Nicolas Wadimoff
Un programa en línea de DAFilms sobre la obra del cineasta ginebrino Nicolas Wadimoff nos muestra nuevas perspectivas sobre Palestina, la izquierda suiza y el radicalismo de la “paciencia”. El crítico de cine Alan Mattli nos ofrece una guía de su retrospectiva.
Hay un momento en el documental de 2018 del director suizo Nicolas Wadimoff, El Apolo de Gaza, en el que el empresario palestino Jawdat Khoudary explica la palabra árabe para referirse a los cactus: «Sabr». ¿Y qué significa sabr en español? Paciencia.
Considerada en el contexto más amplio de la obra de Wadimoff, actualmente objeto de una retrospectiva en la plataforma de streaming de documentales DAFilms, la reflexión de Khoudary es casi programática.
La paciencia obstinada, el aguante del presente y la espera de un futuro que está lejos de estar asegurado, como un cactus que desafía el calor del desierto, es un tema recurrente en las seis películas que se presentan en el programa «Nicolas Wadimoff: Todas las formas de resistencia», comisariado por Swiss FilmsEnlace externo y la Cinemateca Uruguaya.
DAFilmsEnlace externo es la plataforma de streaming de Doc Alliance, una asociación creativa de siete importantes festivales europeos de cine documental: CPH:DOX, DoclisboaEnlace externo, Millennium Docs Against GravityEnlace externo, DOK LeipzigEnlace externo, FIDMarseilleEnlace externo, Ji.hlava IDFFEnlace externo y Visions du RéelEnlace externo. El objetivo de la iniciativa Doc Alliance es promover el género documental, apoyar su diversidad y fomentar continuamente el cine documental creativo de calidad. El programa de la plataforma también organiza, desde enero, una retrospectiva de otro cineasta suizo, Thomas Imbach.
El ‘Apolo de Gaza’ es la joya de la colección. En ella, Wadimoff relata el extraño caso del descubrimiento y rápida desaparición de una antigua estatua del dios griego Apolo frente a la costa de Gaza, una historia que llega a ser emblemática del propio territorio palestino en disputa.
Aunque el descubrimiento de la estatua fue motivo de celebración generalizada en Gaza – «por una vez, no fuimos noticia por la guerra», comenta un periodista local-, al final no pudo escapar de la atracción gravitatoria de la geopolítica. Poco después de su aparición, empezaron a surgir rumores: que había sido introducido de contrabando desde Egipto, que era una falsificación, o que el lado militar del Gobierno palestino lo confiscó para mantenerlo fuera del alcance de intrusos extranjeros que buscaban hacer dinero rápido.
Para Khoudary, uno de los muchos entrevistados por Wadimoff, el destino del Apolo refleja el extraño y lamentable estado de su hogar natal. Su mera existencia es un símbolo de la rica historia cultural de Gaza, el hecho de su desaparición es un duro recordatorio de las luchas que impiden a Gaza afirmarse en la escena internacional. No obstante, Khoudary se consuela con la incertidumbre: «Está en Gaza», dice del Apolo; y después de unos 2 000 años bajo el mar (o no), ¿qué son otros cinco o diez años de espera para que Apolo salga a la luz, y para que Gaza florezca?
La realidad surrealista de la guerra y la migración
En DAFilms, El ‘Apolo de Gaza’ forma un programa doble junto a ‘Aisheen’ (Still Alive in Gaza, 2010), dos películas creadas desde la misma zona que en ese momento se tambaleaba por los últimos bombardeos israelíes; su gente espera interminablemente el fin de los bombardeos, la ayuda de Naciones Unidas, el regreso de la electricidad.
A pesar de ser la película menos completa de la selección, ‘Aisheen’ brilla con luz propia cada vez que vislumbra lo surrealista dentro de la sombría realidad de la guerra: destaca la escena inicial, en la que el propietario de una feria guía a un niño por su casa encantada bombardeada, describiendo de dónde provienen las amenazas; así como la desgarradora y a la vez extrañamente edificante secuencia de dos payasos que entretienen a una sala llena de niños con una rutina inspirada en las bombas, mientras el edificio en el que se encuentran es sacudido por las explosiones del exterior.
No es de extrañar que el espectro de la emigración y la diáspora se cierna sobre estas dos películas. De hecho, es un tema que ha estado en la mente de Wadimoff desde su primer gran film, el drama de 1997 ‘Clandestins’, que coescribió y codirigió con el cineasta canadiense Denis Chouinard.
‘Clandestinos’, que narra el intento de seis personas de cruzar el Atlántico como polizones para empezar una nueva vida en Canadá, es el ejemplo más literal de la afición de Wadimoff por las historias de espera.
Ambientada casi por completo en el interior del contenedor de carga que sirve de hogar improvisado a los protagonistas, la película es a veces un ejercicio casi insoportablemente eficaz de desgaste psicológico. A medida que la comida y el agua se agotan, que el barco se detiene en medio del océano y que las tensiones aumentan, el estado de ánimo pasa del optimismo cauteloso al pánico apocalíptico, puntuado por los sombríos efectos visuales de Wadimoff y Chouinard, que se deleitan con el sudor, la suciedad y la mugre que acaban por empapar incluso a los personajes mejor preparados.
Radicales suizos…
Sin embargo, de las dos películas de ficción de la retrospectiva de su obra, es ‘Operación Libertad’, de 2012, la que finalmente resulta más cautivadora. Mientras que ‘Clandestinos’ prefiere plantear sus puntos sociológicos a golpe de mazo -subrayado por la escritura declarativa y la puesta en escena de tipo teatral-, ‘Operación Libertad’, quizás como resultado de la maduración creativa de Wadimoff, deja más espacio para la espinosidad ideológica sin comprometer su inequívoca postura política.
Ambientada como una carta de un padre a su hija, ‘Operación Libertad’ cuenta la historia de un colectivo de la izquierda radical ginebrina que, en 1978, decide asaltar un banco de Zúrich para dar a conocer los lazos ilícitos del sector financiero suizo con varias dictaduras latinoamericanas.
Cuando el banquero al que apuntan se niega a confesar sus conexiones dictatoriales ante las cámaras, los jóvenes revolucionarios entran en pánico, lo meten en una furgoneta y escapan a un piso franco, donde esperan, aparentemente en vano, que las noticias lleven su mensaje de revolución.
Al igual que en ‘Clandestinos’, la dinámica es de desgaste y fractura psicológica, pero, a través de su conmovedor encuadre, se basa en la intrigante observación de que Suiza parece haber olvidado el idealismo revolucionario que animó a partes significativas de la izquierda hasta bien entrada la década de 1980.
En la narración de Wadimoff, la moraleja de la historia no es el oscuro y cómico fracaso de la ficticia ‘Operación Libertad’, sino el mero hecho de que tales movimientos hayan existido, dentro de las estructuras burguesas del país. Con esta historia, concluye el narrador, «puedes construir tu historia». Para rehacer el propio futuro, hay que conocer el propio pasado radical.
… y la Suiza más radical
Uno de estos radicales está en el centro del que podría ser el documental más entretenido de Wadimoff: Jean Ziegler, de 2016: ‘El optimismo de la fuerza de voluntad’, de 2016, ofrece un rápido recorrido por la vida y la obra de Ziegler, posiblemente el intelectual de izquierdas más prominente que ha tenido Suiza, mientras lo sigue en sus conferencias, a las reuniones de los comités de Naciones Unidas y a un viaje esclarecedor a Cuba.
Wadimoff se complace en mostrar la energía contagiosa con la que su octogenario protagonista se compromete en la lucha paciente y deliberada contra los estragos del capitalismo global. Ziegler sigue siendo un firme creyente en las revoluciones de Castro y Guevara, dispuesto a ofrecer apasionadas defensas del recorte de ciertas libertades por parte de los gobiernos cubano y venezolano.
El optimismo de la fuerza de voluntad no hará cambiar de opinión a nadie, pero, en el espíritu de la ‘Operación Libertad’, podría ayudar a una generación más joven a apreciar por qué Ziegler se ha convertido en una figura tan ilustre.
Es, en cualquier caso, un retrato más convincente que ‘Spartans’, de 2014, que ofrece una perspectiva sobre Yvan Sorel, un artista de artes marciales mixtas que dirige un popular club de MMA en el sur de Francia, más precisamente en el deprimido Quartiers nord de Marsella.
Aunque Wadimoff suele adelantarse a las tendencias documentales -con ‘Aisheen’ presentando varios elementos estilísticos que luego resurgirían de forma más prominente en documentales sobre la Guerra Civil Siria como ‘Waad Al-Kateab’ y ‘For Sama’ (2019) de Edward Watts-, ‘Spartans’ se siente inusualmente corriente.
No cabe duda de que Sorel es un personaje fascinante, que difumina habitualmente la línea que separa la disciplina efectiva del abuso verbal y físico, pero los conocimientos que se pueden obtener de este paseo por las calles más pobres de Marsella apenas superan el nivel de la perogrullada documental.
Sin embargo, no se puede negar el carácter fascinante de la retrospectiva de DAFilms sobre Nicolas Wadimoff, ya que la selección consigue poner de manifiesto tanto la diversidad temática como el rigor de la obra de este ginebrino de 57 años. Recorrer las seis películas propuestas es (re)descubrir la belleza de Gaza, el apogeo del izquierdismo suizo y, sobre todo, los diferentes matices y el potencial radical de la paciencia; la resistencia silenciosa inscrita en el simple acto de esperar.
Nacido en Ginebra en 1964, Nicolas Wadimoff tocó la guitarra en un grupo de rock y cofundó un espacio cultural alternativo (L’Usine) antes de trabajar como director de televisión en el canal público francófono suizo TSR. El interés de Wadimoff por las cuestiones israelo-palestinas se remonta a finales de la década de 1980, cuando realizó su primer documental, ‘Yehudi, Arabi, Yemeni’ (Judío, Árabe, Yemení, 1989). Además de sus actividades cinematográficas, es director del departamento de cine de la Universidad de Arte y Diseño de Ginebra (HEAD).
Traducido del inglés por Carla Wolff
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