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Suiza y el colonialismo

La manera en que Suiza aprovechó la esclavitud

La obra de Hans Fässler califica a Suiza de "potencia colonial a tiempo parcial" (Editions Duboiris)

Antiguo diputado, profesor e historiador, Hans Fässler publica un segundo libro sobre un tema ampliamente ignorado por la historia del país del chocolate.

El texto muestra la manera en que Suiza participó en ese complejo sistema que contribuyó a un desarrollo económico que África no ha podido alcanzar.

En 2001 en Durban, la esclavitud fue reconocida como crimen contra la humanidad. Entre los 163 signatarios figuraba Suiza, que jamás fue una potencia colonial, pero que también sacó provecho de ese fenómeno.

Con base en archivos nacionales y privados, Hans Fässler demuestra que en todas las regiones suizas, algunas familias amasaron fortunas gracias al comercio triangular.

Este historiador militó contra el apartheid y por la rehabilitación de Paul Grüninger, comandante de la policía de San Gall revocado sin jubilación por haber desobedecido y salvado a decenas de judíos durante la II Guerra Mundial.

Sus investigaciones lo hicieron descubrir «por casualidad» que Suiza había participado en la esclavitud. «Una Suiza esclavista», su segundo libro, por fin traducido al francés, explica cómo, del siglo XVII al XIX, comerciantes, banqueros, aseguradores y militares suizos invirtieron en las sociedades coloniales, practicaron la trata de esclavos, participaron en expediciones y en la represión de las rebeliones.

Leu, Sarrasin, de Pourtalès, de Saussure, etc…

Su libro habla de los Zellweger de Appenzell, los Gsell de San Gall, los Tschudi de Glaris, los Giger de Turgovia, de los von Graffenried y von Haller de Berna, de los Burckhardt-Sarrasin de Basilea, de los Leu de Zúrich, de los Fatio, los Gallatin, y otros de Saussure en Ginebra, de los de Meuron de Pury, de Pourtalès en Neuchâtel, etc.

Para Hans Fässler, Suiza era una «potencia colonial a tiempo parcial»: «Participar a la altura del 1,5% en el sufrimiento de 12 millones de personas significa participar en el sufrimiento de 180.000 personas y de sus descendientes».

El ejemplo del chocolate

Suiza importó cantidades industriales de algodón, café y cacao. Al transformar esas materias primas participó en la Revolución Industrial que cavó el foso entre Europa y los países productores.

Ejemplo: el chocolate. En el siglo XVIII, era tal la demanda que «sólo la flexibilidad de la economía esclavista estaba en condiciones de satisfacerla», escribe Hans Fässler.

Los Peter, Kohler, Suchard, Cailler, Sprüngli y otros lanzaron sus marcas en la primera mitad del siglo XIX. Hans Fässler no llevó sus investigaciones hasta el punto de poder afirmar que sacaron provecho del cacao esclavista.

Pero recuerda que Nestlé (que compra el 10% de las cosechas mundiales de cacao y de café) participó en 2002 en la ‘International Cocoa Initiative’, que pretendía humanizar un sector donde 27 millones de humanos viven todavía casi en la esclavitud.

Los gérmenes del racismo

No sólo estas familias suizas aportaron su caución ideológica a la esclavitud, sino que numerosos y eminentes intelectuales que compartían las ideas de Rousseau elaboraron minuciosamente los gérmenes anti-negros del racismo.

«No son gente, ni bestias y me dan asco… Además son ladrones, mentirosos y asesinos y no los cuido, salvo a mis trabajadores que son negros ya civilizados», escribe en 1905 Fritz Alphonse Bauer, originario de la Chaux de Fonds

Hay también un glaciólogo de Friburgo, Louis Agassiz, autor de tesis racistas, que descubre a los negros en un hotel de Filadelfia: «la impresión que me causaron está en contra de todas nuestras ideas sobre la fraternidad del género humano y el origen común de nuestra especie».

Un racismo ordinario, apoyado por la Iglesia. ¿El pastor Johann Caspar Lavater, de Zúrich, no había calificado al negro africano de «limitado como un animal pero hábil para las cosas simples»?

¿Y qué decir sobre Carl Vogt, rector de la Universidad de Ginebra, que trató en 1863, la similitud entra el «cráneo de un negro» y el del mono?

Fässler da numerosos ejemplos. Y no es un azar si su libro es prologado por Doudou Diène, relator especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre el racismo.

Los suizos cambiaron de actitud

Gracias entre otras cosas a los trabajos de Hans Fässler, los suizos se dieron cuenta del problema, aunque buen número de familias y de empresas (particularmente los bancos privados) refunfuñan aún para abrir sus archivos.

Para Hans Fässler, los debates sobre la actitud de Suiza durante la II Guerra Mundial, «quebrantaron la conciencia histórica». Además, el fin de la Guerra Fría provocó un «desbloqueo intelectual». Desde los años 90, «los suizos comprendieron que había que confrontarse con el pasado», indica a swissinfo.

Hoy, más que exigir reparaciones ilusorias, Hans Fässler cree más bien en el debate. «Hace falta un diálogo entre las víctimas y los verdugos o sus descendientes. Y finalmente hay que hacer simbólica o materialmente un acto de reparación».

swissinfo, Isabelle Eichenberger
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

‘Una Suiza esclavista. Viaje en un país por encima de toda sospecha’, Hans Fässler, Ediciones Duboiris, París/Ginebra, 2007. Prologado por Doudou Diène, relator especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre el racismo.

‘Suiza y la esclavitud de los Negros’, Hans Fässler, Ediciones Antipodes, 2005.

Embarcaciones occidentales intercambiaban en África mercancías por esclavos a los que trasladaban a América donde los cambiaban por azúcar, café, cacao, índigo y tabaco que traían a Europa para su transformación.

Este sistema permitió el desarrollo económico europeo de los siglos XVIII y XIX y la Revolución Industrial.

Particulares y organismos suizos públicos o semipúblicos habrían participado en la deportación y explotación de 180.000 esclavos.

En el siglo XVIII, Suiza importaba más algodón esclavista que Inglaterra. De 1720 a 1800, su consumo de cacao aumentó de 1000 a 55.000 kilos.

Nacido en 1954 en San Gall, enseña desde el 1992 Inglés e Historia en Trogen (Appenzell, Rodas Exteriores).

Socialista, es miembro del parlamento local de 1984 a 1994.

Durante años ha militado en el Comité antiapartheid así como en la rehabilitación de Paul Grüninger.

Durante la preparación de un espectáculo para el bicentenario del cantón de San Gall, en 2003, cayó en sus manos la historia de Toussaint Louverture, primer líder de la Independencia haitiana, muerto en 1803 cerca de la frontera franco-suiza.

Hans Faessler dirige la campaña ‘Desmontar Agassiz’, contra el glaciólogo de Friburgo Louis Agassiz (1807-1873), para que la montaña denominada Agassizhorn, en su honor, sea rebautizada como Rentyhorn en homenaje a un esclavo de quien Agassiz se sirvió para ilustrar sus teorías racistas.

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