La obra pictórica de Jack Kerouac, en el Tesino
Es un hecho poco conocido que el escritor estadounidense Jack Kerouac, uno de los "padres" del movimiento contracultural de los años 60, fue también pintor y sus obras pertenecen ahora a dos coleccionistas suizos.
Arminio Sciolli vio por primera vez un lote de cuadros de Jack Kerouac en una feria del libro de Milán hace 15 años y preguntó si alguna de las obras estaba a la venta. Le dijeron que sí, pero que ya estaban reservadas para el actor estadounidense Johnny Depp.
Sin embargo, con la crisis financiera de 2008, Depp renunció a su plan de comprar las piezas. Junto con su hermano Paolo, Arminio, abogado, galerista y coleccionista de arte afincado en el cantón suizo del Tesino, se ofreció a comprar toda la colección, compuesta por un centenar de pinturas y dibujos, además de algunos recuerdos: ropa, zapatillas de deporte, una caja de lápices de colores y una grabadora que contenía conversaciones que Kerouac utilizó en libros como Visions of Cody.
Parte de la colección se exhibió en 2016 en una gran exposición que el Centro Pompidou de París organizó para rendir homenaje a la generación beat. Tres años después, la colección de Kerouac se expuso completa en Milán con un libro-catálogo que por fin sacó a la luz una faceta bastante desconocida de uno de los escritores estadounidenses más influyentes del siglo XX.
El ascenso de Kerouac al panteón de las letras estadounidenses y su reconocimiento mundial se produjo a raíz de la ruptura que él y sus compañeros de la generación «beatnik» llevaron a cabo con las convenciones y el decoro del mundo literario. Durante la mayor parte de su vida, Kerouac fue una figura marginal, despreciado por la mayoría de los escritores consagrados. Truman Capote pronunció quizás el comentario más famoso sobre En el camino (1957) de Kerouac: «Eso no es escribir, es teclear una máquina». Kerouac respondió con un cuadro no muy halagador de Capote.
Por lo que se refiere a sus dibujos y pinturas, su valor no puede medirse únicamente por su estética. Los comisarios italianos Sandrina Bandera, Alessandro Castiglioni y Emma Zanella señalan en su introducción al catálogo de la exposición que «las obras no deben abordarse utilizando los métodos tradicionales de un crítico de arte […]. Después de todo, Kerouac sintió la necesidad de transmitir sus ideas y sentimientos a través de una serie de herramientas y visiones, considerando la expresión artística en su totalidad».
De hecho, las piezas de la colección de Kerouac son difíciles de evaluar individualmente. Hay desde óleos sobre lienzo hasta bocetos dibujados en servilletas, influidos por el surrealismo y el expresionismo abstracto que estaban de moda en el panorama artístico neoyorquino de los años cincuenta.
Los temas abarcan desde retratos de amigos y amantes hasta reflexiones sobre la religión, como por ejemplo, los traumas del catolicismo y una supuesta redención a través de la meditación budista, o el perfeccionamiento de su persona, a la que llamaba «santo loco». Kerouac también pintaba del mismo modo que escribía: en un movimiento espontáneo, en trance, sin estudio ni plan previo.
Incluso escribió una especie de manifiesto personal para su pintura, fechado en 1959. «Utiliza el pincel únicamente de manera espontánea, es decir, sin dibujar, sin pausas ni demoras largas, sin borrar… amontonándolo todo», escribió, y añadía: «Detente cuando quieras ‘mejorar’: eso indica que la obra ya está lista».
Complementos visuales de la palabra escrita
Además de sus escritos y la historia de su vida, el tesoro artístico de Kerouac se convirtió en un tercer eje para comprender la profundidad de su producción literaria y de sus búsquedas existenciales. Sus libros eran básicamente romans à clef, es decir, novelas sobre hechos de la vida real presentados como ficción en las que trataba de describir la energía y los anhelos de un puñado de poetas vagabundos a la deriva en la América posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces, Kerouac, junto con el escritor William S. Burroughs y el poeta Allen Ginsberg, entró a formar parte de una especie de «santísima trinidad» de la llamada generación beat.
Había muchos más artistas y poetas (y no necesariamente con menos talento) a su alrededor, pero esas tres personalidades tan distintas personificaban los problemas sociales (racismo, homosexualidad, ecologismo, etc.), los estilos literarios provocadores y libres, y los distintos tipos de búsquedas existenciales que los beatniks proponían para horror de los valores puritanos estadounidenses – y para éxtasis de una joven generación a punto de implosionar esos mismos valores en los movimientos contraculturales de los años sesenta.
Nacido en Lowell, Massachusetts, en 1922, en el seno de una familia franco-canadiense, Jean-Louis Lebris de Kerouac no empezó a aprender inglés (el francés era la principal lengua hablada en casa) hasta los seis años. Sin embargo, Kerouac fue, al menos entre los principales exponentes del movimiento beat, el más influido por los temas, la historia, la cultura y la geografía estadounidenses.
«Kerouac buscaba la América de Walt Whitman [poeta estadounidense del siglo XIX], una América que ya no existía, ni siquiera en los días de sus primeros viajes», decía William S. Burroughs en una entrevista concedida al autor de este artículo en 1994.
Sin embargo, por mucho que su atención estuviera centrada en una determinada idea de América, sus influencias fueron bastante amplias y globales.
Bajo la influencia de Burroughs, los poetas beat -Ginsberg y Kerouac en particular- se inspiraron en innumerables fuentes, especialmente en los «poetas malditos» franceses como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, en los modernistas europeos (Kafka, Céline, Joyce, Ezra Pound – este último estadounidense, vivió y trabajó principalmente en Europa), en la psicología (Carl G. Jung, Sigmund Freud, Wilhelm Reich), las revistas populares y, por último, pero no por ello menos importante, en la cultura afroamericana y latina, que por aquel entonces era un anatema para la «cultura estadounidense».
Más tarde explorarían la cultura oriental y los temas árabes en sus expediciones a países como Marruecos y la India, así como los rincones más recónditos de la psique a través de las drogas de todo tipo y la sexualidad de todos los colores. A diferencia de Burroughs y Ginsberg, Kerouac era heterosexual, pero apoyaba las posturas públicas descaradamente homosexuales de sus amigos.
Los poetas beats manifestaban explícitamente su homosexualidad en un intento deliberado de escandalizar, pero también de normalizar las actitudes hacia los homosexuales, incluso antes de la aparición de los movimientos de emancipación gay de finales de los sesenta.
Proyectos en la manga
Los viajes de Kerouac relatados en ‘On the Road’ tuvieron lugar en 1947-48, y el manuscrito, un rollo de papel télex de 36 metros, fue escrito prácticamente sin parar durante tres semanas a base de anfetaminas.
El pergamino se convirtió en una obra de arte icónica, expuesta en varios museos de todo el mundo, y en la pieza central de un proyecto expositivo concebido por el director de teatro y artista visual estadounidense Robert Wilson, que se inspiró en el descubrimiento de las pinturas de Kerouac.
El proyecto, que incluye canciones originales compuestas por Tom Waits, otro viejo admirador de Kerouac, pretende encontrar un espacio apropiado. «Se necesita una sala de al menos 40 metros de largo», dice Paolo Sciolli. «Ni siquiera los grandes museos pueden ofrecer tanto espacio».
Los cuadros de Kerouac también han inspirado a otro famoso artista representado por Il Rivellino, la galería de arte de los hermanos Sciolli situada en Locarno. El director de cine y artista multimedia Peter Greenaway ha esbozado distintos trabajos que se basan en la vida, los dibujos y los escritos de Kerouac que cuelgan de las paredes de la villa de Arminio Sciolli en un pequeño pueblo del Tesino.
Estos pintorescos y plácidos espacios no evocan en absoluto los vibrantes tiempos y lugares que vivió Kerouac. Sin embargo, los hermanos Sciolli mantienen la esperanza de que el revuelo mundial en torno al escritor -que no cesó tras su prematura muerte en 1969 a los 47 años- no desaparezca.
Un nuevo empujón a favor de la memoria de Kerouac se produjo en 2016, cuando dos obras inéditas, fechadas entre 1951 y 1952 y escritas en francés (La nuit est ma femme – La noche es mi mujer; y Sur le chemin, que no debe confundirse con el título francés de On the Road, «Sur la Route«), se publicaron en el idioma original y se tradujeron al inglés.
A los hermanos Sciolli les gustaría que la colección recorriera el mundo y dar a conocer mejor esta faceta prácticamente desconocida de la producción artística de Kerouac.
Aunque hasta ahora ninguna propuesta concreta ha convertido el proyecto de exposición en realidad, Paolo Sciolli comenta las ofertas que no obstante sigue recibiendo. «La gente me pide a menudo que venda un cuadro u otro, por separado, pero tengo miedo de dispersar la colección», afirma.
También es difícil estimar el valor monetario de los cuadros de Kerouac. Paolo Sciolli, sin embargo, revela que la colección está asegurada en unos cuantos millones de dólares, pero es consciente de que corre el riesgo de perder parte de su valor si las obras se venden individualmente. En sus manos, la colección sigue estando completa.
Adaptado del portugués por José M. Wolff
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