Las terrazas de Lavaux, entre el cielo y el lago
Modelados por la mano del hombre desde la Edad Media, los viñedos de Lavaux se reflejan en las aguas brillantes del lago Leman, frente a un majestuoso paisaje alpino. De una belleza excepcional, este lugar fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 2007.
Son numerosos los viajeros que llegan del norte con el tren y que tiran su billete de vuelta por la ventana. Eso es, al menos, lo que afirman las gentes del cantón de Vaud con cierta pretensión.
De hecho, luego de dejar atrás los paisajes monótonos de la alta planicie, a la salida del túnel ferroviario en Chexbres una luz inunda de nuevo los vagones para descubrir uno de los más bellos panoramas lacustres de Europa.
El viajero centra de repente su mirada en el inmenso espejo azul del lago Leman, en el que se reflejan las sombras y el resplandor de un cielo en constante cambio, del alba hasta la madrugada. En la orilla opuesta, en el sur, se despliegan las cimas blancas de la imponente cadena alpina que recorta el horizonte.
En la vertiente norte, las pendientes verdes de Lavaux, esculpidas y organizadas por generaciones de viticultores; desde los monjes cistercienses de la Edad Media hasta nuestros días, forman una suerte de mosaico gigante. Los viñedos se sostienen con los muros de color castaño que dibujan los contornos de las terrazas, separadas por centenares de senderos y escaleras.
Y además, está el sol que recalienta las cepas. O más bien tres soles, como les gusta subrayar a los vendimiadores de Lavaux: el calor del astro, el reflejo de sus rayos sobre el agua y el calor vespertino, liberado por los muros que ciñen las viñas.
La mano del hombre
Lugar de inspiración y remanso de paz para numerosos artistas desde William Turner hasta Oskar Kokoschka, pasando por Ferdinand Hodler y Charlie Chaplin, el Lavaux está considerado como uno de los paisajes artificiales más bellos de Europa. Una obra que había esbozado la naturaleza hace varios millones de años y que ha sido trabajado con harmonía por la mano del hombre a lo largo de los siglos.
No fue ninguna casualidad que la región de Lavaux fuera declarada en 2007 como Patrimonio Mundial de la Humanidad, no como paraje natural pero sí como ‘paisaje cultural’. Éste lleva la marca de la actividad humana.
La idea germinó desde hace años en el espíritu de un visitante.
Como recuerdo de los arrozales en terrazas de Bali, inscritas en la prestigiosa lista de la UNESCO, esta organización dijo que los viñedos en terrazas –que bordean al Leman a lo largo de unos 20 kilómetros en la ribera entre Vevey y Lausana – son también merecedores de ser incluidos.
En 2003, diversos viticultores y amantes de la región fundaron la Asociación para la inscripción de Lavaux (AILU) dentro del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Cuatro años más tarde, en Nueva Zelanda, el Comité internacional de los monumentos y de los sitios de la UNESCO se decidió por el dossier de la candidatura de los viñedos de Vaud.
Y así fue como el 28 de junio de 2007, antes del mediodía, llegaba el ‘sí’ desde las antípodas. Lo que fue anunciado a la población con un concierto de campanadas de los 14 pintorescos pueblos de la región: Lutry, Villette, Grandvaux, Cully, Riex, Epesses, Puidoux, Chexbres, Rivaz, Saint-Saphorin, Chardonne, Corseaux, Corsier-sur-Vevey y Jongny.
Gracias a Franz Weber
«Los expertos de la UNESCO reconocieron el carácter excepcional de este lugar situado a las orillas del lago y frente a las montañas, que ha sabido resistir durante los siglos y la presión urbana y que ha permanecido intacto hasta nuestros días», explica Bernard Bovy, viticultor y presidente de AILU.
Une presión urbana que se acentuó especialmente en el transcurso de las décadas siguientes a la posguerra. Algunos vendimiadores y sus herederos prefirieron el dinero fácil de los promotores inmobiliarios al duro trabajo agrícola.
«Es gracias a una iniciativa popular lanzada en 1977 por Franz Weber que la zona de Lavaux pudo ser preservada de las especulación inmobiliaria y después ser inscrita como Patrimonio Mundial», relata, por su parte, el viticultor Pierre Joly, que se batió desde el comienzo al lado del célebre ecologista suizo (Franz Weber) para proteger esta región vitícola.
Rechazado por la mayoría de los ciudadanos de Lavaux, la iniciativa resultó afortunadamente aceptada por el 56% de los habitantes de Vaud, abriendo el camino a la protección del primero de los 10 lugares helvéticos reconocidos por la UNESCO en la Suiza de expresión francesa. El segundo, integrado por las ciudades relojeras de La Chaux-de-Fonds y de Le Locle, fue incluido en junio de 2009.
Turismo ecológico
En 2005, una segunda iniciativa promovida por Franz Weber para reforzar la protección de Lavaux resultó aprobada por el 81% de los votantes del cantón. Aunque una lucha encarnizada enfrenta siempre a los defensores de una protección rigurosa de la región con sus oponentes, que defienden una flexibilidad de las leyes. Además, el ecologista lanzó una tercera iniciativa en 2009.
Desde un punto de vista jurídico, la inscripción en la lista de lugares catalogados por la UNESCO no obliga, de hecho, a las autoridades cantonales a preservar Lavaux. Sin embargo, este importante reconocimiento ha permitido tomar conciencia del valor de esta zona verde excepcional, que atrae a un número de visitantes cada vez mayor.
Por tanto, los vendimiadores de Lavaux no sueñan con verse desbordados por hordas de turistas, como destaca: «Nosotros privilegiamos el turismo ecológico y comprometido de los paseantes, que disfrutan de la fascinación del paisaje, que aman la naturaleza, la gastronomía y degustar un buen vaso de Chasselas».
El Chasselas, el vino de la región, no puede en efecto, competir con la belleza del panorama. Sin embargo, consigue reunir en torno a una misma mesa a todas las partes enfrentadas en torno al desarrollo de Lavaux y de sus viñedos en terraza.
«Lavaux es un ejemplo excepcional de la interacción plurisecular entre el hombre y su ambiente, desarrollado para optimizar los recursos locales y producir un vino muy apreciado, que desde hace tiempo reviste gran importancia para la economía local.
Los viñedos en terrazas constituyen un lugar cultural único, que muestra su evolución en el curso de un milenio, a través de un paisaje protegido y construcciones bien conservadas, así como la continuidad y la adaptación de viejas tradiciones culturales típicas del lugar.
La vulnerabilidad de sitio frente a los centros urbanos que crecen vertiginosamente ha llevado a una serie de medidas de protección que las comunidades locales respaldan incondicionalmente».
(Adaptación: Iván Turmo)
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