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Los caprichosos artilugios de Jean Tinguely vuelven a Milán para una exposición centenaria

«Méta-Maxi» (1986), obra de Jean Tinguely expuesta en el Hangar Bicocca de Milán. Alto Piano Srl
«Méta-Maxi» (1986), obra de Jean Tinguely expuesta en el Hangar Bicocca de Milán. Alto Piano Srl

Una gran exposición en el Hangar Bicocca de Milán inaugura las celebraciones del centenario del nacimiento de Jean Tinguely (1925-1991). La selección de 40 esculturas, realizadas entre los años 50 y 90, revalida su reputación como pionero del arte cinético.

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Jean Tinguely era sólo un niño cuando la vieja nave Hangar Bicocca era un engranaje vital en el esfuerzo bélico de Mussolini, transformando hierro fundido en piezas para locomotoras, aviones y equipos militares. La fundición siguió existiendo hasta 1986, cuando se convirtió en un centro cultural.

La exposiciónEnlace externo de Milán cierra un círculo en la carrera internacional de Tinguely. Aquí, en 1954, el artista novel participó en una exposición invitado por Bruno Munari (1907-1998), uno de los creadores del arte programado y cinético. La contribución de Tinguely a la muestra «Triciclo» (1954) forma parte de la retrospectiva de Milán.

Era el comienzo del boom económico de posguerra y la sociedad de consumo estaba emergiendo. Las enormes cantidades de material de desecho de la producción industrial estaban maduras para la resurrección. Tinguely vio en el hierro viejo y abandonado la materia prima de sus esculturas cinéticas.

Para él, «la máquina es ante todo el instrumento que me permite ser poético». Trenes, coches, motos, bicicletas, juguetes y electrodomésticos se apoderaban de las calles y los hogares. Eran grandes novedades, con engranajes ocultos empaquetados en cajas bien diseñadas, todo lo cual acabaría tarde o temprano en la basura.

Tinguely delante del Duomo, la catedral de Milán, noviembre de 1971.
Tinguely delante del Duomo, la catedral de Milán, noviembre de 1971. © SZ Photo / Wolleh Lothar / Bridgeman Images

Diversión y juegos

Tinguely observó, exploró y finalmente desmontó las cadenas de montaje. Prolongó la vida útil de los objetos y los dotó de una divertida inutilidad, esta vez desmontados y esculpidos, verticalizados u horizontalizados, sin identificación con su finalidad original. Restos de maquinaria agrícola, trituradoras, taladradoras, tapas de ollas y mandíbulas de tiburón, entre otros muchos objetos, han adquirido nuevas inutilidades y disfunciones.

El artista subvertía el proyecto industrial, reordenando nuevas formas y funciones casi siempre inútiles y, por tanto, con significados cómicos o trágicos, pero siempre provocadores. Así, como uno de los pioneros del arte cinético, se convirtió en una de las principales figuras del movimiento Nouveau Réalisme, que favorecía el uso de materiales reciclados.

Los artistas que pensaban en reciclar chatarra eran todavía poco frecuentes en aquella época. Uno de ellos, el estadounidense Richard Stankewicz (1922-1986), inspiró a Tinguely con sus obras estáticas realizadas con metales reutilizados. Tinguely conoció su obra en 1948, y ésa fue la chispa que encendió la imaginación del artista, que ya había realizado un pequeño objeto motorizado que colgaba del techo. En honor a Stankewicz, Tinguely construyó y destruyó su famoso Homenaje a Nueva York en el jardín del MoMA en 1960.

«Ciertamente, el elemento efímero de la sorpresa formaba parte del sistema de maquinaria construido por Tinguely. No había mucha planificación, todo se montaba sobre la marcha», afirma Lucia Pesapane, cocuradora de la retrospectiva, durante la inauguración de la muestra milanesa. «Y se divertía mucho cuando no salía bien. Para él, este elemento de improvisación y ruptura en sus obras era un reflejo de la ‘vida real’ que tenemos que aceptar. Cuanto más explotaban y se autodestruían, más verdad alcanzaban».

Jean Tinguely posa en la galería suiza Bruno Bischofberger de Zúrich, septiembre de 1979.
Jean Tinguely posa en la galería suiza Bruno Bischofberger de Zúrich, septiembre de 1979. KEYSTONE/PHOTOPRESS-ARCHIV/Str

Secretos de montaje

Incluso antes de desencadenar las interpretaciones del espectador, la complejidad de los artilugios de Tinguely desafía a quienes tienen que ensamblarlos. Según Pesapane, se revela una característica más del artista: nada puede dejarse al azar.

«El transporte, montaje y desmontaje de las obras de Tinguely es un trabajo monumental, pensado y realizado hasta el más mínimo detalle por el propio artista, y casi siempre sin manual de instrucciones», dice Pesapane. Recuerda que los años 60 no eran como ahora: la lógica del mercado aún no imperaba en el circuito del arte. «A Tinguely le gustaba que se destruyeran las obras y no se preocupaba tanto por su conservación y preservación. Y esto añade un coeficiente de dificultad a la realización de esta muestra, que abarca desde el principio de su carrera hasta el final de su vida, a principios de los años 90», explica.

La mitad de las obras de la retrospectiva proceden del Museo Tinguely de Basilea y el resto de museos de Alemania, Francia, Holanda y colecciones privadas. La preparación de la exposición llevó casi dos años. Cada obra tiene su propia caja, pero las obras monumentales tienen hasta diez o quince cajas. «La complejidad logística aumenta la fascinación de verlas aquí», dice Pesapane.

Infancia adulta

Las obras del artista suizo están impregnadas de curiosidad y creatividad, y recuerdan al mundo de los niños. Por un lado, son lúdicas en su esencia y principio rector. Por otro, las esculturas reflexionan sobre el mundo que se aceleraba en todos los ámbitos de la vida. Al final, el aspecto lúdico pesa más que la ingeniería de los engranajes.

La Vittoria, performance/instalación con motivo del 10º aniversario de los Nouveau Réalistes. Milán, 28 de noviembre de 1970.
La Vittoria, performance/instalación con motivo del 10º aniversario de los Nouveau Réalistes. Milán, 28 de noviembre de 1970. © SIAE, 2024 Foto János Kender and Harry Shunk

«La cuestión del juego es fundamental en su obra», afirma el director del Museo Tinguely, Roland Wetzel. «Creció en un ambiente familiar católico y Basilea es protestante. Creo que esta condición le ha dado una perspectiva diferente del mundo».

El espacio expositivo es proporcional a la grandeza intelectual y la inmensidad artística de Tinguely: cinco mil metros cuadrados están ocupados por sus esculturas. Una sala contigua acoge una proyección de la performance La Vittoria, que tuvo lugar originalmente en Milán en 1970: un enorme pene eyaculando fuegos artificiales justo al lado de la catedral del Duomo, celebrando la muerte del Nuevo Realismo.

Los visitantes recorren las obras expuestas sin una línea temporal ni continuidad alguna. Celebran la lentitud frente al frenesí actual. La deconstrucción de un coche de Fórmula 1 es la apoteosis del caos orgánico (Pit Stop, 1984). Jean Tinguely volvió a montar las piezas del Renault RE 40 de forma desordenada, contrastando con una toma del mismo coche «volando» por el circuito de Monza y siendo reparado en el box. A su lado, girando en espiral vertical, se encuentra la escultura Schreckenskarrette – Viva Ferrari (1985), en honor a la escudería italiana.

«Si la respetas, si te pones a jugar con la máquina, quizá puedas dar vida a una máquina juguetona, y por juguetona quiero decir libre», teorizó Tinguely.

Pit-Stop”, 1984
Pit-Stop”, 1984 Alto Piano Srl

Asistencia médica

En otras obras, la persona que visita la muestra participa activamente pulsando un botón con los pies, encendiendo el engranaje y dando vida a la escultura, como en la mesa Maschinenbar (1960-85). La Méta-Matic nº 10 (1959), en cambio, estaba fuera de servicio, averiada y siendo tratada por el «médico» de la obra, Jean-Marc Gaillard, conservador jefe de la colección del Museo Tinguely.

«Mis herramientas de curación son sencillas: destornilladores, alicates… hay que conectar las manos a la mente a través del corazón para amar estas obras y escucharlas. Suelo llegar temprano por la mañana, sentarme o caminar por los espacios y decir ‘buenos días’ a las obras. Y me quedo allí, escuchándolas, para sentir cuando algo no está como debería», dice durante la pausa de una pequeña reparación en la escultura cinética Rotozaza nº 2 (1987).

Una máquina de dibujar por excelencia: «Méta Matic nº 10», 1959 (réplica en exposición).
Una máquina de dibujar por excelencia: «Méta Matic nº 10», 1959 (réplica en exposición). Alto Piano Srl

Gaillard tiene oído musical y vive entre los gritos y susurros de estas criaturas mecánicas. «A veces se resfrían, como nosotros. Entonces las saco de la exposición», dice, después de recomendar descanso a la Méta-Matic nº 10. Cuando no está restaurando obras de Tinguely, Gaillard recorre el mundo en busca de elementos parecidos y piezas gemelas.

«Sólo utilizo materiales antiguos para acabar sustituyendo una pieza. Siempre necesito tener algo parecido al original. Esqueletos de animales, ruedas de madera. Mi mayor problema es asegurar un stock para el futuro, para los próximos 40 años», concluye el “doctor”.

La vida y la obra de Tinguely estuvieron profundamente imbricadas en su relación con la artista Niki de St. Phalle. Encontrará más información sobre el dúo de artistas aquí (con vídeo):

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Editado por Virginie Mangin/ac, adaptado al español por Patricia Islas

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