Luz sobre las reliquias tras un largo purgatorio
La catedral de Friburgo fue testigo esta primavera de una inhabitual ceremonia religiosa que suscitó la curiosidad del público y de los medios de comunicación: el traslado de las reliquias de un santo. Hoy en día, parece algo anacrónico, ya que la veneración de las reliquias perdió brillo desde el siglo XIX. Sin embargo, Suiza fue en su día un importante centro de esta práctica religiosa en Europa.
El pasado mes de abril, en Friburgo, las reliquias de San Pedro Canisio fueron desplazadas del Collège Saint-Michel -el establecimiento escolar que este santo de origen holandés fundó en el siglo XVI- a la Catedral de San Nicolás. La ceremonia atrajo la atención por su carácter insólito. “El traslado de reliquias es un acontecimiento raro en la Iglesia”, recuerda un artículo del portal católico suizo cath.ch.
Una presencia discreta
Toda iglesia católica contiene reliquias de santos o de santas. Esto no es necesariamente conocido, ya que su presencia es casi siempre discreta: suelen colocarse en el altar donde oficia el sacerdote. “Esta práctica recuerda la época en que los primeros cristianos se reunían en las catacumbas de Roma”, explica Jean-Jacques Martin, preboste de la catedral de San Nicolás de Friburgo.
Pero a veces las reliquias son más visibles. En la catedral de Friburgo, por ejemplo, las reliquias de San Pedro Canisio fueron colocadas en un brazo relicario, como también fue el caso con las de San Nicolás de Myra y de San Nicolás de Flüe. Los tres relicarios se encuentran ahora en nichos en el muro de una capilla. Están protegidos por una reja de hierro forjado, pero su contenido es visible para los visitantes.
Pero hubo una época en que las reliquias eran mucho menos discretas. Esqueletos enteros vestidos con ropas preciosas y adornados con joyas eran puestos a la vista del público. La fotógrafa Carole Alkabes pasó tres años viajando por Suiza en busca de esas reliquias. Los catalogó y fotografió y publicó un libro.
Un verdadero comercio
Las reliquias han existido desde el comienzo del cristianismo. Pero su difusión conoció un gran auge en los tiempos modernos. “Comenzó en 1578, cuando se redescubrió por casualidad la entrada a las catacumbas de Roma”, explica Carole Alkabes. Se desarrolló entonces todo un comercio, porque estas reliquias tenían una doble ventaja para la Iglesia católica. Por un lado, permitían reafirmar la fe de las poblaciones y protegerse así de la Reforma Protestante. Por otro, su venta era una fuente de ingresos”.
Esas reliquias procedentes de las catacumbas romanas eran muy populares en Suiza, Alemania y Austria. “No por azar”, revela Carole Alkabes. “Se encuentran sobre todo en las zonas que limitaban con los territorios protestantes, siempre con la idea de preservar a las poblaciones de la Reforma”.
Suiza también cuenta con muchas de esas reliquias debido al papel muy activo de la Guardia Suiza Pontificia en su comercio. “Los tiempos no eran muy seguros y no era poca cosa viajar de Roma al norte de los Alpes”, continúa la fotógrafa. Intentaron que las reliquias fueran transportadas por monjes, pero eran demasiado lentos. En cuanto a los comerciantes laicos, no siempre eran muy fiables y honestos. Así que encontraron una buena solución haciendo que las transportaran los guardias suizos».
“La Guardia Suiza estaba realmente en el corazón de este comercio -insiste Carole Alkabes-. Solamente Johan Rudolf Pfyffer, decimotercer comandante de la Guardia, hizo transportar 25 esqueletos a Suiza. A veces, cuando una parroquia decidía comprar una reliquia, la Guardia incluso ayudaba a recaudar el dinero”.
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Oculte a este santo que no puedo ver
El fervor en torno a estas reliquias duró más de dos siglos, con su apogeo en el siglo XVII. Las ceremonias religiosas alcanzaron un nivel de fastuosidad y una afluencia difícilmente imaginables en la Suiza actual. El récord se alcanza con el traslado de un santo a Wil, en el cantón de Lucerna, donde se reúnen 15 000 personas.
Pero esta expresión piadosa empezó a caer en desuso en el siglo XIX. El declive se explica en parte por el espíritu crítico de la época. La Iglesia Católica se encuentra en una situación en la que tiene dificultades para demostrar la autenticidad de esas reliquias. Pero la inversión se debe también -y, sobre todo- a un cambio de mentalidad.
Esas reliquias representaban un lenguaje funerario que hoy ya no tenemos», explica Carole Alkabes. Nos recordaban que todos somos mortales, y eso establecía un diálogo con la muerte. Pero en el siglo XIX, las cosas cambiaron con la literatura del Romanticismo. La muerte se convirtió en todo un sufrimiento. Ya no queremos mostrar esta muerte que impacta y repugna”.
Este cambio de costumbres lleva a las parroquias a esconder sus reliquias, por ejemplo, detrás de cortinas o paneles de madera o, a veces, en lugares más insólitos. “En un convento, una monja me sacó una calavera que había sido colocada en una caja de cartón con adornos navideños”, narra Carole Alkabes. Me dijo que solamente lo sacaba una vez al año, para su cumpleaños. En otra ocasión, osamentas permanecieron en las estanterías de un almacén, junto al papel higiénico”.
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Necesidad de señales
Aunque la veneración de las reliquias no tiene la importancia de otrora, no ha desaparecido. “Necesitamos señales porque no somos espíritus puros. Tener la impresión de estar cerca de una persona es un signo bastante fundamental”, explicó el obispo de la diócesis de Lausana, Ginebra y Friburgo, Charles Morerod, en entrevista con la radio RTS.
“Todavía hay fieles que quieren ver reliquias”, indica Jean-Jacques Martin. Tenemos regularmente visitantes de Europa Central que vienen a Friburgo para venerar las de San Pedro Canisio, porque él viajó mucho por esas regiones. Es también el caso de San Nicolás de Myra, santo patrón de Rusia y Grecia, y de San Nicolás de Flüe, santo patrón de Suiza. Aunque no hay colas fuera de la catedral para ver estas reliquias, sigue habiendo visitantes todos los días”.
“La veneración de las reliquias depende mucho de las regiones y de la mentalidad”, añade el preboste de la catedral. En Perú, por ejemplo, algunas reliquias siguen atrayendo a las multitudes. En nuestra región, es cierto que esto ha caído en desuso. Pero esta práctica está volviendo un poco, porque siempre hemos necesitado poder ver y tocar”.
Traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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