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La otra montaña mágica

Foto en blanco y negro de María Casares delante de una estantería de libros
María Casares (1922-1996) vivió exiliada en Francia desde los catorce años. Roger-Viollet

La actriz española María Casares (1922-1996), cuya voluminosa correspondencia con su amante Albert Camus acaba de publicar la editorial parisina Gallimard, se reencontró con su padre enfermo en Suiza en plena Guerra Civil.

El 4 de agosto de 1949, María Casares cogía su pluma para escribir a su amante Albert Camus que andaba de gira por Sudamérica. La actriz gallega, que ya se había hecho un hueco en los escenarios parisinos y en el cine francés, confesaba al futuro Premio Nobel de Literatura cómo había pretextado un viaje a Suiza para rechazar una invitación al Festival del Cine Maldito de Biarritz, que ese año presidía el escritor y director de cine Jean Cocteau.

Foto en blanco y negro de un grupo de artistas
María Casares, rodeada de artistas, tras una representación en París de ‘El estado de sitio’, obra de teatro de Albert Camus (dcha). Corría el año 1948. Roger-Viollet

“De todos modos, yo no estoy en París. Estoy en Suiza desde el día 27, en Interlaken [cantón de Berna], por razones personales”, bromeaba con el que era su amante desde el 6 de junio de 1944. El día más largo para muchos de los soldados que desembarcaron en Normandía y probablemente uno de los más felices en la vida María Casares, entonces una joven exiliada española de 21 años recién llegada a París.

Cuando leyó la carta en Brasil, Camus sabía muy bien que María Casares no se había movido de su domicilio parisino. “Es la primera vez que me sorprendo amando apasionadamente a Suiza”, ironizaba en su misiva la actriz e hija del último jefe de Gobierno de la República antes de la Guerra Civil.

¿Qué se le había perdido a María Casares en Interlaken para que citara esa ciudad al pie de los Alpes Berneses como excusa? La verdad es que la conocía muy bien. Se había alojado en medio de ese paisaje de postal, a orillas de un lago y con los impresionantes picos alpinos de la Jungfrau, del Mönch y del Eiger como telón de fondo. Dos estancias en Suiza de las que guardaba un emotivo recuerdo. La primera en 1938 y la segunda en 1939, cuando contaba 15 y 16 años, respectivamente. En Interlaken, pero también en Bienne. Allí fue donde se reencontró con su padre, al que no había visto desde que, unos meses después de estallar la Guerra Civil (1936-1939) ella saliera de Madrid para refugiarse en París con su madre.

Residente privilegiada   

En su correspondencia de casi 1 400 páginas con Albert Camus, que la editorial GallimardEnlace externo acaba de publicar integralmente, María Casares apenas explica por qué conoce bien Suiza. Ella, la niña gallega que había dejado a los 9 años su Coruña natal y el Atlántico cuando su padre fue nombrado ministro de la Marina después de la proclamación de la República. La misma que se había mareado en el coche en las curvas interminables de la carretera que unía Galicia con León. La hija de Santiago Casares (1884-1950), presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra cuando los franquistas se alzaron contra la República el 17 de julio de 1936 y con el que solo se reencontraría dos años después en París. Así lo relata en su autobiografía ‘Residente privilegiada’, publicada en 1980 en Francia.   

Retrato en blanco y negro de Santiago Casares Quiroga
Santiago Casares Quiroga, presidió el Gobierno de la Segunda República española entre mayo y julio de 1936. Roger-Viollet

“Nos lo han devuelto en un estado lamentable”, constató María Casares cuando volvió a ver a su padre en París. El exministro estaba enfermo, padecía tuberculosis. El exilio en la húmeda capital francesa no le sentaba bien. Y aprovechando las vacaciones escolares, María, con 15 años, acompañó a su padre a Suiza a buscar en el aire seco de los Alpes el remedio para sus dolores. “Salimos juntos para Bienne y luego Interlaken, donde me quedé un mes la primera vez y adonde regresé en Navidades para pasar las fiestas con él”, escribía casi cuarenta años después. 

Largas y maravillosas caminatas 

Thomas Mann había publicado en los años 1920 ‘La montaña mágica’ ambientada en la estación alpina suiza de Davos. A finales de la década siguiente, en Interlaken, la magia de los Alpes influiría también en María Casares. Fue allí donde se reencontró con su padre enfermo. Esos momentos de intimidad compartidos en un país tan diferente de su Galicia natal les permitían descubrirse uno al otro. “De esos viajes, me quedan sobre todo en la memoria las nuevas relaciones que se establecieron entre nosotros, después de una guerra civil vivida completamente por él y solo un poco por mí, después de un exilio muy reciente para él y ya viejo para mí, y luego de dos años de separación que convirtieron en mujer a la niña que había visto marcharse”. Así recordaba la actriz aquellos días con su padre en Interlaken y en Bienne. Aquellas “tan maravillosamente largas caminatas con mi padre por las montañas en verano”, pese al dolor que le provocaba su calzado inadecuado para aventurarse por la montaña.

En Bienne también salían a pasear por las calles de la ciudad. Santiago Casares le contaba a su hija los recuerdos de su mocedad y ella se partía de risa escuchándolo. Tomaban “vino caliente” para luchar contra el frío. La actriz posaba pacientemente bajo una intensa nevada mientras su padre preparaba su Leica para sacarle fotos. También compartían “sabrosas” truchas a la entrada de las “gargantas de Bienne”, probablemente el TaubenlochEnlace externo.

María Casares conservó preciosamente esos recuerdos en su memoria. Estaba feliz. Tras el exilio, las montañas mágicas de Suiza le habían devuelto a su padre. “Yo aún no sabía que aquello era la paz, la que compartíamos allí nosotros dos, la paz verdadera, la que nos espera, con paciencia, detrás de lo que llamamos vida, y que de vez en cuando nos honra en los momentos de inocencia”.

Su mayor orgullo 

Desde entonces María Casares nunca dejaría de sentirse orgullosa de su padre, como le confesó a Camus en una de sus cartas más emotivas escrita tras el fallecimiento de Santiago Casares el 17 de febrero de 1950. “Haber sido su hija es y será uno de mis mayores orgullos y me guía para una existencia que siempre tendrá que ser digna de él”.

casa de campo y en primer plano un dos caballos en ruinas
La casa de campo que tenía María Casares en Alloue, un pueblo en el oeste de Francia y que hoy es utilizada por compañías de teatro y escuelas. El coche abandonado perteneció a la actriz. Antonio Rodríguez

Albert Camus se encontraba en ese momento en el sur de Francia. Trataba de curarse de tuberculosis lejos de París, de María Casares, pero junto a Francine, su esposa, que se enteró en esas fechas de la relación entre el escritor y la actriz. Camus y Casares se escribían casi a diario cuando se encontraban ambos fuera de París. Una ciudad que nos les gustaba, que querían abandonar, pero donde vivían su amor. Cuando el escritor contestó a su amante, elogió a Santiago Casares. “Era inteligente, realmente inteligente (…). Sabía que lo admirabas y que le querías. Sabía que él lo merecía y que tenías razón de sentirte orgullosa de él”.

Tras la muerte de su padre, María Casares regresó a Suiza a finales de 1954 de gira con la obra ‘El padre humillado’, del escritor francés Paul Claudel. Pese a volver a Bienne, no mencionó para nada en su correspondencia con Camus sus primeros viajes a Suiza. Eso sí, se quejó del poco tiempo del que disponía y lamentaba no tener un diario personal para contar lo que experimentó durante esa gira que, según sus cartas, la llevó a Lausana, Ginebra, La Chaux-de-Fonds, Neuchâtel y Bienne. Hubo que esperar su autobiografía para que revelara aquellos momentos tan hermosos y únicos compartidos con su padre en Suiza.

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