Mes Amis Espagnols, volver a los orígenes
En el documental Mes amis espagnols (Mis amigos españoles), el director suizo Adrien Bordone invierte la ruta migratoria y relata el regreso de unos jóvenes de Bienne a Galicia —España—, el país de origen de su familia. Tras dejar atrás lo que conocen, Suiza, llegan a una tierra que les es extraña.
Hace tiempo que la literatura, el teatro y el cine se interesan por la espinosa cuestión de la migración, que ya preocupaba a escritores, directores y cineastas mucho antes de la crisis migratoria de los años 2000. En 2008 y 2011 se estrenaron La Forteresse y Vol Spécial; dos documentales en los que su director, Fernand Melgar, observa la vida y el destino de las personas que solicitan asilo en Suiza.
Hijo de inmigrantes llegados de España, Fernand Melgar, que durante mucho tiempo vivió escondido en un piso de Lausana, es una de aquellas personas conocidas en los años 60 como “niños del armario”. Igual que L’enfant lézard, la novela que en 2018 publicó el suizo-italiano Vincenzo Todisco. Una fábula sobre la presencia clandestina de los hijos e hijas de quienes llegaban a Suiza a trabajar temporalmente.
En su película homónima, estrenada en 2017, la cineasta zuriquesa Sabine Gisiger dice: “Bienvenidos a Suiza”. Se trata de un documental —en forma de panfleto— sobre la negativa en 2015 de un municipio de Argovia a acoger a 10 personas refugiadas.
Trailer del documental ‘Mes amis espagnols’, proyectado en el Festival Visions du Réel de Nyon
El trayecto a la inversa
En todas estas obras, como en otras muchas, la migración sigue un mismo patrón: se sale del país de origen y se llega al país de acogida, con todo el dolor personal que este desplazamiento forzoso conlleva. En el documental Mes amis espagnols ese camino se invierte: se parte de Suiza para llegar al país de origen de la familia, en este caso, Galicia. Y también se invierte el dolor. Se siente un profundo desconsuelo por Suiza, al tiempo que recelo por ese norte de España en el que la familia se arraiga, pero que, sin embargo, sigue siendo una tierra extraña.
Mes amis espagnols, que inicialmente se ha proyectado en los cines de la Suiza francesa (tras lo cual se podrá ver en las salas de la Suiza de habla alemana), es una obra de Adrien Bordone, de padre genovés y madre suiza, nacido en 1987 en Bienne (cantón de Berna). “Mis padres se conocieron en Italia. Mi padre siguió a mi madre a Suiza por amor. Digamos que él es un inmigrante ‘emocional’. Probablemente por este linaje, siempre he sido sensible a la cuestión de la interculturalidad. Si fuera 100 % suizo, probablemente no habría querido hacer esta película”, reconoce.
Una escuela limpia
En la escuela, Adrien Bordone se hizo amigo de hijos de inmigrantes gallegos, que trabajan de manera legal en Suiza. Por lo que sus amigos no eran “niños del armario”, sino chicos que han crecido libres en Suiza; felices en esta escuela limpia y disciplinada, frente a aquella de Galicia que parece “salvaje”, tal y como uno de los protagonistas de la película cuenta.
Estamos a comienzos de la década de los años 2000. “Cuando éramos adolescentes, mis amigos veraneaban en Galicia y yo, en Italia. Viví este destino compartido como una riqueza: dos países y una doble identidad para cada uno de nosotros. Pero la que me interesaba no era mi historia, sino la de ellos”, confiesa el cineasta, que rodó parte de la película en Galicia. Allí se encontró con los padres de sus amigos, que habían vuelto “para construir una casa en su tierra natal, después de haber trabajado en Suiza”. Y ¿qué fue de sus hijos, de aquellos queridos compañeros de colegio de Bienne?
Destinos diferentes
Uno de sus amigos trabaja en Múnich, otro enseña francés en Galicia, y un tercero ha regresado temporalmente a Suiza para trabajar en una empresa de construcción… Destinos divergentes, pero un pesar común: Suiza.
Las películas sobre el exilio, en general, son tensas, con un hilo conductor que genera ansiedad. En esta, prevalece la nostalgia, con una visión suave de un pasado confortable. “Aunque hay momentos duros que han marcado los recuerdos de mis amigos. Su marcha de Bienne fue una experiencia traumática. Pero a la cuestión migratoria, tantas veces tratada en el cine, no quería añadirle mi propia versión”, afirma Adrien Bordone.
Y es que el director quiso abordar el tema no como un problema, sino como una realidad compleja, en este caso la ruptura parental: cómo unos padres deciden arrancar a sus hijos adolescentes de una vida feliz sin antes comunicarles que habían planificado regresar a Galicia.
Juntar emociones y energía
En la película, el director ha reunido a los padres y a los hijos. Cada cual expone su punto de vista, con todos los choques que implica. Aquellos que un día fueron adolescentes obedientes ahora son adultos escépticos, que cuestionan las consecuencias de una decisión que hace 20 años tomaron sus padres.
Un apunte: en la película a veces no se distinguen las identidades de unos y otros. Adrien Bordone se defiende: “No quería una narración lineal, con retratos claros de cada persona. En vez de eso, he preferido optar por la forma coral, reuniendo a personas que han experimentado las mismas alegrías y las mismas penas. Es una forma de concentrar emociones y energías”.
Texto revisado por Samuel Jaberg. Adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
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