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La lucha por la igualdad de género en los museos de arte

“Mis obras son como la naturaleza, siguen viviendo”

Vivian Suter
Vivian Suter vive en Guatemala desde 1982. Zuma Press Inc / Alamy Stock Photo

El mundo del arte tardó mucho en redescubrir a Vivian Suter, galardonada este año con el Prix Meret Oppenheim, la presea de arte más importante de Suiza. Cuando abandonó tierra helvética a principios de los años 80, los protagonistas de la escena artística no lo entendieron y la hicieron de lado rápidamente. Pero su radical decisión parece hoy lo más apropiado que podía hacer esta artista.

Hoy en día, son muchos los artistas más preocupados por el cambio climático que por el mercado del arte, o que desean combinar ambas cosas en un nuevo contexto regido por la sostenibilidad. Esto explica que para las nuevas generaciones, Vivian Suter se haya convertido en un inspirador modelo a seguir pues encontró la forma de enfrentarse a su entorno de forma respetuosa, pero sin concesiones. Es vista como una artista ecofeminista, poderosa e independiente.

A pesar de ello, esta artista suiza nacida en Buenos Aires (Argentina) en 1949 y radicada al lado de un volcán en la selva del lago Atitlán, en Guatemala, no despertó demasiado interés durante varias décadas. Esto cambió recientemente, cuando varias de sus pinturas fueron adquiridas por el prestigioso Art Institute of Chicago y fue invitada a tomar parte de la documenta de Kassel. Finalmente, su momento había llegado.

Pero hay mucho más. Su singular forma de vida se ha convertido en un activo a su favor, y su posición poco convencional es su singularidad. Repentinamente, los curadores sintieron que estaban descubriendo un tesoro escondido, una suerte de ave rara hasta hace poco desconocida.

Una retrospectiva de la obra de Vivien Suter fue inaugurada el pasado 6 de noviembre en el Kunstmuseum Luzern con una conversación pública entre la artista y la curadora Fanni Fetzer. La exposición estará abierta al público hasta el 13 de febrero de 2022.

Aunque su objetivo principal era comenzar a hacer arte desde cero, sin influencias, las pinturas de Vivian Suter son una síntesis de varias herencias, desde la que imprimió en ella la naturaleza, hasta el expresionismo americano, el realismo mágico latinoamericano y, claramente, la herencia que le deja su querida madre, la artista Elisabeth Wild (1922-2020).

Esta entrevista fue realizada vía Skype. Vivian Suter desde su hermosa casa rodeada de selva. Yo, junto al lago Leman. Ambas, con un inglés bastante limitado, conseguimos reunir imágenes, anécdotas y figuras para la reconstrucción de la vida y obra de una artista fascinante que hace cuatro décadas prefirió comunicarse con los perros y las plantas en vez de hacerlo con curadores suizos.

Mujer con lienzo y un perro
Flavio Karrer

SWI swissinfo.ch: ¿Cómo empieza a pintar? ¿Alguna vez dibujó primero?  ¿Cuánto tiempo tarda en ir justo al grano?

Intento mantenerme lo más abierta posible. Hago bocetos, pero ocasionalmente y no de forma deliberada. Trabajo en diferentes pinturas al mismo tiempo. A veces, muchas simultáneamente. Pero pocas veces regreso a una pintura que ya está terminada. Aunque quizás la sienta imperfecta, trato de dejarla y regresar a mirarla más tarde.

¿Alguna vez le sorprende lo que está haciendo?

Sí, me gusta mucho cuando un cuadro me sorprende. A veces dejo un cuadro cuando oscurece. Tengo que bajar la montaña con una linterna y esperar hasta el día siguiente para ver qué hice.

Si está decepcionada, ¿tira el lienzo?

No, no lo hago, simplemente lo dejo a un lado y luego lo veo. Y a veces los que me parecieron los peores son los que más me gustan cuando los miro al día siguiente.

¿Cómo encontró su camino dentro de la escena artística de los años 70 que era profundamente conceptual?

Realicé pinturas de diferentes formas, eran de un formato bastante grande y fue todo un éxito cuando estaba en Suiza. Luego me fui y sentí que debía explorar otras cosas. Decidí quedarme en Guatemala, en donde di a luz a mi hijo. Más tarde, mi madre vino a vivir a este lugar.

Esto también cambió la forma de mi pintura. Mi arte no podía seguir haciéndose tal y como se realizaba en Suiza. La forma exterior era muy importante, pero quería concentrarme más en lo interior. Tampoco podía transportar las pinturas, porque los transportes son complicados. Así que empecé a utilizar materiales que tenía disponibles aquí, los lienzos y pinturas locales, aunque siempre he necesitado traer algunos insumos del extranjero.

Mudarse fue una gran decisión, era volver al continente donde usted nació. ¿Se trataba de encontrar una libertad que no podía hallar en Basilea?

Si, absolutamente. No me gustaba la parte social del trabajo, como tener que ir a las inauguraciones, etc. Pero no tuve éxito en absoluto cuando vine a Guatemala. Apenas tuve exposiciones, pero siempre seguí trabajando.

En la década de los 70, un movimiento que llevaba de nuevo a la naturaleza fue algo que compartieron muchos artistas.  Usted decidió instalarse en un jardín-estudio rodeado de árboles tropicales…

No me di cuenta de eso cuando me mudé al bosque. Simplemente no quería ser influenciada por el exterior. Quería que todo naciera de cero.

Árbol y mujer pintando
Flavio Karrer

Usted creció siendo hija de una mujer artista y después se convirtió también en una mujer artista en Guatemala. ¿Cómo vivió esto?

Cuando exhibí mi trabajo en la Galleria Diagramma de Milán, en 1981, recuerdo que había muy pocas mujeres. Yo, por supuesto, era feminista, pero no era un tema que me ocupara especialmente. Me siento mucho más fuerte al respecto hoy, ¡viviendo en un país de machos!

¿Alguna vez, cuando estaba deprimida, sintió que la sociedad patriarcal no apoyaba a las mujeres artistas?

No, porque yo fui impulsada [a crear] desde muy pequeña. Nací en una familia de mujeres artistas. Mi bisabuela era artista. Crecí rodeada de una sensibilidad específica hacia el arte. Mi madre era modelo. Yo realicé mi primera exposición a los 19 años.

Entonces, ¿por qué se sintió tan desplazada en su momento?

La escena artística suiza me hizo a un lado porque yo decidí abandonar Suiza, no por ser mujer. La gente se lo tomó muy mal. No entendían por qué quería irme, ya que había tenido un éxito temprano con una primera exposición individual cuando era muy joven, y así sucesivamente. Estás «fuera del juego», me dijeron y también que no debería esperar nada porque me había ido, y esa había sido mi elección. Yo quería demostrarles que no era así, pero lograrlo me tomó más de 30 años…

En la actualidad, cuando observamos su arte, parece cercano a la estética de los años 70:  hay un gusto por la naturaleza, los textiles, los colores, los hippies. ¿Cuál fue su relación con el movimiento hippie?

Me casé muy temprano, a los 19 años. Probablemente en parte, por el deseo de escapar de casa. Pero ni mi marido ni yo éramos hippies.

¿Y la influencia de la vanguardia latinoamericana, el realismo mágico?

Conocí a algunos artistas muy interesantes en México, Guatemala, Argentina y São Paulo. Quizás el realismo mágico en el arte y la literatura latinoamericanos me influye más de lo que creo, ya que mi abuela siempre me contaba muchas historias también.

Lona del techo de la casa
The studio. Flavio Karrer

Hubo un momento muy importante en la exhibición retrospectiva de Vivian Suter:  El bosque interior (2018) expuesto en el Art Institute of Chicago, y las primeras adquisiciones de su obra por parte de una institución.

Me alegré mucho cuando el equipo de restauración del Art Institute examinó mis obras de arte. Compraron muchas, alrededor de 17, y las exhibimos. Pero antes de eso, pusieron la mirada en ellas y fue muy bueno saber que las habían aceptado.

Siendo una artista que vive en el bosque, ¿cómo se siente viendo su obra en un museo?

Ha sido muy agradable observar mis obras en un contexto diferente al que fueron realizadas. A menudo me preguntaban: «¿por qué no haces cuadros más pequeños para poder venderlos?» Pero siempre he pensado: «no, yo hago estos cuadros, me gusta trabajar en grande». Habrá museos que los comprarán. Estaba en el fondo de mi mente, como un sueño. Y ahora se está volviendo realidad.

Lienzos colgados en una cuerda
Lienzos secándose al sol: el viento, el barro y la lluvia son elementos tan relevantes para el trabajo de Suter como las propias pinturas que utiliza. Flavio Karrer

¿Alguna vez le fue difícil vivir con esa falta de reconocimiento del que hoy goza crecientemente?

Sí, lo fue. Necesitaba mucha fuerza de voluntad para seguir trabajando a pesar de no tener ningún reconocimiento, o lo poca atención que obtenía era siempre muy crítica. Esa crítica no era inspiradora, hay que decirlo. Pese a ello, seguí adelante.

¿Es usted una persona nómada?

Solía serlo cuando era más joven. Viajé mucho por el mundo. Estuve en África, Asia, Australia. Disfruté conocer gente allí y vivir en un entorno natural. Incorporé esto a mi arte y a veces también trabajé en mis obras mientras viajaba. Durante un viaje a América del Norte y Central descubrí el lago de Atitlán …

Su madre (Elisabeth Wild, 1922-2020) era una artista importante y vivieron juntas hasta que ella murió el año pasado. ¿Podría contarnos sobre sus primeros momentos de fascinación por las artes y sobre el papel que jugó su madre en este proceso?

Crecí mientras mi madre pintaba, así que no recuerdo ningún momento de mi infancia sin arte. Vivimos en Argentina hasta que yo tenía 13 años. Luego nos mudamos a Suiza, en donde terminé mis estudios. Fui a la escuela de artes y oficios en Basilea. Asistí a clases de pintura, pero también estudié escultura, color, escritura, etc.

¿Qué se siente ser hija de una artista?

No sentí ninguna presión al respecto. Pero no hablamos mucho sobre lo que yo estaba haciendo. Al principio le mostré a mi madre mi trabajo, pero luego dejé de hacerlo porque ella era muy crítica. Yo siempre observé su trabajo. Hablábamos más bien de sus obras.

Me imagino que para su madre ser artista fue un verdadero desafío. Estaba cerca de Fernand Léger y demás. Pero el trabajo que usted hace luce mucho más salvaje. ¿Cree que desarrolló un estilo en oposición a ella?

Ella era muy fuerte, terca y pragmática. Le encantaba que yo pudiera ser tan libre. Ella no podía serlo, estaba muy controlada. A veces exhibíamos nuestro trabajo juntas y podía sentirse una fuerte proximidad, pero al mismo tiempo era claro que teníamos una forma totalmente distinta de acercarnos al arte.

Siento curiosidad por su infancia y por saber si aún conserva algunos de sus primeros dibujos.

Mi madre los guardó, pero no son nada espectaculares. Mientras veía a mi madre trabajar en su estudio debía sentarme como modelo para ella y es algo que odiaba. Pero no tenía alternativa.

Mi padre quería alejarme del arte porque creía que no me permitiría realmente ganarme la vida. Así que tuve que probar primero la escuela comercial, pero al final lo convencí de que debía asistir a la escuela de artes y oficios de Basilea.

¿Puede hablarme de la relación entre tus padres?

Mi madre venía de una familia judía de Austria. Cuando el nazismo empezó a crecer, sus padres decidieron huir a Latinoamérica. Estaban muy interesados en la cultura y las artes.

Como tenían que cruzar Europa para llegar a los Países Bajos, decidieron que no podían abandonar Europa sin antes pasar por Venecia. Entonces decidieron pasar unos días allí, antes de tomar el último barco de carga que partiría hacia Buenos Aires. Por poco escaparon de las atrocidades que estaban ocurriendo en Europa. Llegaron a Argentina en 1939.

Mi madre tuvo que trabajar para mantener a su familia. Mi abuelo tenía una enfermedad en los ojos que le dejó ciego durante algún tiempo. Pese a ello, logró convertirse en miembro del Círculo de Bellas Artes de Argentina. Recibía lecciones privadas con un viejo pintor de Viena y después con otro pintor alemán. Tiempo después, cuando yo era pequeña, me llevaba a sus clases de cerámica.

Ella logró sus primeras exposiciones en el Instituto de Bellas Artes de Buenos Aires. Y sus padres siempre la ayudaron y la animaron a hacerlo. Mi madre tenía 16 años cuando empezó a trabajar. Fue niñera de familias argentinas muy ricas. Es lo que había aprendido antes en Viena. Y también trabajó en Yugoslavia y aprendió los principios Montessori.

¿Cómo conoció al futuro padre de Vivian Suter?

Mi padre era un industrial suizo dueño de una fábrica. Le estaba yendo muy bien, pero después de que Perón empezara a nacionalizar la industria, a mediados de la década de los 50, decidió hacer las maletas y volver a Suiza en 1962, cuando yo tenía 13 años.

Mis padres se conocieron cuando mi madre fue a ofrecer a mi padre su trabajo de diseño a su fábrica. Era mucho mayor que ella y él ya tenía hijos. Uno tenía la misma edad que mi madre y el otro era incluso mayor. Mi madre estaba en medio de dos generaciones. Fue bastante extraño y difícil para ella. La comunicación no era buena entre mis padres. Yo era mucho más cercana a mi mamá, aunque mi papá era muy cariñoso, pero tenía su propio universo…

La entrevista completa se publicó originalmente en «Swiss Grand Prix Kunst / Prix Meret Oppenheim 2021» (Art Bulletin, julio/agosto de 2021), en el que los ganadores ofrecieron una visión profunda sobre sus respectivas obras. La publicación también se puede solicitar gratuitamente a swissart@bak.admin.ch.

Traducido del inglés por Andrea Ornelas

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