Nacidos para bailar
Naike Agostina Oneglia, de Argentina, y Junor de Oliveira Souza, de Brasil, son jóvenes, tienen talento y un sueño en común.
Quieren dedicar sus vidas a la danza clásica, objetivo que quizás están más cerca de lograr, tras su paso por el Prix de Lausanne.
Con sus 15 años recién cumplidos, Naike fue la concursante más joven en la reciente edición del Prix de Lausanne, pero esta bailarina ya ha participado en múltiples certámenes en Argentina, Brasil y Uruguay. «Siempre obtuve buenos resultados, primeros premios, premios especiales, siempre me fue muy bien. Y, bueno, es hora de ir más allá de Sudamérica, así que acá estoy», explica con una sonrisa tímida.
Una joven con muchas tablas
Se inició en la danza jazz a los siete años, a los nueve, siguiendo el consejo de su madre, hizo sus primeros pinitos en el ballet clásico y, cumplidos los doce, ganó una beca para estudiar durante un año en el Institut Supérieur d’Art de Burdeos (Francia). «En esa escuela tomábamos clases, ensayábamos y empezamos a hacer giras. Fuimos a México, por toda Europa, y fue una experiencia impresionante, muy linda».
Esta alumna de María Elisabeth Sture en el Seminario Provincial de Ballet, de Santa Fe, «es bella bailando», subraya Cristina Sánchez, responsable de la oficina de representación del Prix de Lausanne en América Latina. «Tiene un pie muy bello, un equilibrio y un giro muy bellos».
Pese a su corta edad, es una joven con ‘muchas tablas’. El pasado mes de noviembre, por ejemplo, compartió escenario en Santa Fe con Leonardo Reale, una de las primeras figuras del Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires.
Su gran ídolo es Silvie Guillem (Royal Ballet de Londres): «Lo tiene todo, para mí es la mejor. Yo tengo vídeos de ella y me encanta». Y su sueño, «llegar al American Ballet (Nueva York), que es el que más me gusta».
Naike no ha conseguido estar entre los finalistas del Prix de Lausanne, pero asegura que participar «fue una experiencia muy buena, aunque no haya pasado. Yo estoy recontenta», porque ha sabido valorar y aprovechar «las clases con maestros muy importantes, con grandes bailarines, conocer distintas técnicas y a gente de otros países».
De todos modos, es muy joven y le quedan dos oportunidades más para intentar ganar una beca del Prix de Lausanne (límite de edad: 17 años) y poder completar su formación en una de las 23 escuelas asociadas. Sus preferencias son la School of American Ballet (Nueva York), la Royal Ballet School y la English National Ballet School, de Londres.
El ballet «lo es todo» para ella. «Yo creo que nací para esto. Quiero dedicar mi vida a esto, es lo que más deseo. Así que vamos a ver si se cumple…».
Un sueño hecho realidad
También Junor sueña con convertirse en un gran bailarín. Su pasión es el repertorio del ballet clásico, aunque posee muchas aptitudes para la danza contemporánea. «Toda la raza (negra) brasileña tiene una musicalidad increíble, son muy armónicos y plásticos en sus movimientos», señala Cristina Sánchez.
Alto y de extremidades largas, este joven de 16 años, es un bailarín que luce en el escenario. «Es imponente por su altura y, pese a ella, muy armónico en sus movimientos, cosa que no es fácil conseguir en los bailarines altos».
Se inició en el ballet a los 9 años y es alumno de la Escola de Dança Alice Arja, de Río de Janeiro. Este centro pertenece a un proyecto social subvencionado por el Estado y destinado «a niños marginados, en situaciones económicas críticas, que reciben una educación en una disciplina de las artes o los deportes», explica Cristina Sánchez.
«Yo ya he pasado por varias dificultades», confirma Junor. Se refiere a los prejuicios no sólo de índole racista que existen en su medio social. «En Brasil, si un chico hace ballet todos te dicen: ‘eso es cosa de niñas’. A veces me da rabia, porque es gente que no sabe nada de nuestra vida».
«Yo hago ballet porque lo amo y también para luchar contra esos prejuicios. El ballet no es sólo cosa de niñas, es también cosa de niños», puntualiza.
Le encantaría «venir a Europa, entrar en una buena escuela», un sueño que está a punto de ver cumplido. Cuatro academias que lo vieron bailar en el Prix de Lausanne le han propuesto una formación; «y me van a pagar todo».
A su regreso a Brasil, consultará a su maestra antes de elegir. Es tal su emoción que casi no recuerda cuáles son: la Escuela de Ballet de la Ópera de Viena; la English National Ballet School (Londres); la Ecole Supérieure de Danse de Cannes Rosella Hightower y la Balletschule Theater Basel (Suiza).
Muy orgullosa de ellos
Junor y Naike no han sido finalistas en el Prix de Lausanne, pero «son niños muy humildes que saben aceptar», destaca Cristina Sánchez, reflejando lo orgullosa que se siente de ellos.
«Han reconocido que hay gente de mucho talento y que para venir una próxima vez hay que venir mejor preparados y que tienen que saber elegir quién los prepara. Esto es muy importante».
Y también elogia a los organizadores del certamen «que se han esmerado en que la estadía en Lausanne fuera para ellos sumamente feliz», concluye. «Se han sentido muy queridos y muy atendidos por el Prix».
swissinfo, Belén Couceiro
Naike Agostina Oneglia y Junor de Oliveira Souza fueron seleccionados entre 19 bailarines sudamericanos para participar en el Prix de Lausanne.
Ambos fueron premiados en Danzamérica 2005, certamen internacional en Córdoba (Argentina) que organiza y coordina Cristina Sánchez.
8 bailarines latinamericanos han sido premiados hasta la fecha en Lausana: 1 de Argentina, 4 de Brasil, 1 de Cuba y 2 de México.
15 españoles han ganado el renombrado certamen.
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