«No sé por qué no vienen más bailarines españoles»
Daniel Vizcayo, de 17 años, alumno del Real Conservatorio de Danza de Madrid, ha sido finalista de la 35ª edición del Prix de Lausanne que concluyó el pasado domingo en la ciudad suiza.
Fundado en 1973 y destinado a los bailarines de entre 15 y 18 años, este prestigioso concurso internacional está considerado como un trampolín para las jóvenes promesas de la danza.
«Desde muy pequeño siempre estaba bailando por casa y dando giros», asegura este joven madrileño que en el momento de realizarse la entrevista no sabe aún que es finalista del Prix de Lausanne. Congregados tras los bastidores del Teatro Beaulieu, los concursantes esperan ansiosos que se proyecte en pantalla la lista de los candidatos seleccionados.
Probablemente debido al nerviosismo lógico del momento, tal vez por la timidez y modestia que le caracterizan, no menciona que ha compartido tablas con Tamara Rojo, primera bailarina del Royal Ballet de Londres, distinguida hace dos años con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Daniel Vizcayo interpretó a uno de los siete enanitos en ‘Blancanieves’, ballet que el compositor Emilio Aragón y el coreógrafo Ricardo Cué crearon para una de las más destacadas figuras que ha dado el ballet español.
La obra se estrenó en noviembre de 2005 en el Teatro Arriaga de Bilbao «y luego estuvimos dos semanas en Madrid», en el Teatro Albéniz. «Fue una gran experiencia pisar escenario y conocer a Tamara, una gran persona y bailarina».
Primeros pinitos
Tenía seis años cuando su madre «y un grupo de amigas decidieron apuntar a sus hijos a ballet los sábados» en un centro del barrio madrileño donde residían y así, aprovechando el rato que los críos estaban en clase, «ellas salían». A los tres meses, la profesora ya se había percatado de que el niño rebosaba de talento y debía realizar las pruebas para ingresar en el conservatorio. «Y nada, las hice y me aceptaron». A partir de entonces las mallas y las zapatillas pasaron a formar parte del atuendo diario de Daniel.
Una década después, el Real Conservatorio Profesional de Danza (RCPD), de Madrid, le brindó la posibilidad de participar en uno de los concursos más codiciados del mundo, costeándole el viaje y los siete días de estancia en Lausana.
«Siempre que ha traído a gente, se lo ha pagado, pero hay muchas escuelas en España que no lo hacen. Por ejemplo, mi compañero (Gabriel Barrenengoa, el otro concursante español este año) lo ha tenido que pagar todo», explica. Quizás por esa razón no hay muchos concursantes españoles en el Prix de Lausanne. «No sé por qué no vienen más, porque la verdad es que hay nivel en España».
Sea como fuere, Daniel no defraudó a quienes apostaron por él. A sus 17 años, ha sido distinguido como uno de los seis finalistas de la 35ª edición del Prix de Lausanne, entre 62 bailarines (43 chicas y 19 chicos), de 27 países.
Mucha presión
Considerado como un trampolín para las jóvenes promesas de la danza, el certamen que fundaran en 1973 el industrial suizo Philippe Braunschweig y su esposa Elvire, una bailarina rusa, es único en su género.
En lugar de premios en metálico, los laureados reciben una beca para completar su formación en una de las 27 escuelas o 22 compañías más prestigiosas del mundo asociadas al Prix. Entre ellas figuran la Royal Ballet School de Londres, la American Ballet School de Nueva York, el Ballet Béjart de Lausana, el Ballet de Hamburgo que dirige John Neumeier…
«La verdad es que está muy bien este concurso. Es decisivo para tu futuro y, sobre todo, aprendes mucho porque hay grandes profesores», como Sergiu Stefanschi, de la Escuela Nacional de Ballet de Canadá, o Samuel Wuersten, director artístico de la Rotterdam Dance Academy.
Pero el Prix de Lausanne es mucho más que una competición. Cada año, la ciudad suiza se transforma en la meca mundial de la danza durante la última semana de enero. Aquí se dan cita reputados coreógrafos y directores artísticos en busca de talentos para sus academias y compañías.
«Aunque te guste bailar y lo disfrutes, sabes que hay gente que te está observando, que te está juzgando… Hay mucha presión». Tanto en el escenario como en los ensayos, los bailarines están permanentemente expuestos a la mirada crítica de quienes tienen nombre y renombre en el mundo de la danza y son conscientes de que se juegan mucho. «He tenido altibajos, a veces bien, a veces mal… No sé, supongo que es normal, pero me lo he pasado bien».
Un bailarín que promete…
Daniel llegó a Suiza arropado por su madre, otros familiares y su profesor, Víctor Álvarez, que en 1990 quedó segundo en el Prix de Lausanne (detrás del cubano Carlos Acosta) y ahora ha revivido con su alumno los nervios y la emoción de aquella experiencia inolvidable.
«Sí, esta vez ha sido desde el otro lado… Cuando esperas que salgan los números de los semifinalistas, de los finalistas, se te pone el corazón en un puño. Además, ves el trabajo de él y cómo se desarrolla. Tú has puesto tu granito de arena ahí, pero es su trabajo. Y eso es muy, muy bonito», confiesa orgulloso y emocionado.
«Daniel es un bailarín muy limpio, muy armónico en lo que es su distribución de cuerpo. Tiene muy buena presencia y mucho que ofrecer, pero le cuesta sacarlo», destaca. «Le falta un poquito más de madurez, vivir un poco más…, lo que nos pasa a la mayoría de los bailarines que somos muy tímidos y que, luego, vamos aprendiendo que en la vida tienes que hablar, comunicar…».
Y es que los bailarines, como los buenos vinos, mejoran con el tiempo. Necesitan crecer como personas y como artistas, adquirir confianza en sí mismos y forjarse una identidad propia. «Eso es lo que Daniel va a ir consiguiendo poco a poco. Lo vamos a ver y va ser muy bonito. Yo creo que nos puede dar más sorpresas…».
swissinfo, Belén Couceiro, Lausana
Continúa en ‘Más sobre el tema’: ‘Esta semana ha sido increíble’ (Gabriel Barrenengoa) y ‘Yo les aconsejo pasión, paciencia y tenacidad’ (Mónica Zamora)
Este año el Prix de Lausanne seleccionó a unos 62 concursantes (43 chicas y 19 chicos), de 27 países.
Los bailarines presentaron dos variaciones clásicas y una contemporánea.
Seis de los doce finalistas consiguieron una beca para proseguir su formación en una de las 27 escuelas o 22 compañías de danza asociadas al Prix.
El presupuesto de esta 35ª edición fue de 1.935.000 francos suizos.
En la lista de concursantes del Prix de Lausanne – unos 3.049 entre 1973 y 2004 – figuran 130 bailarines españoles, 15 de ellos premiados.
Este año fueron dos los concursantes españoles: Gabriel Barrenengoa (semifinalista) y Daniel Vizcayo (finalista).
En esta edición no hubo concursantes suizos.
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