Omar Porras, la magia en la punta de los dedos
Establecido en Ginebra desde hace varios años, el escenógrafo de origen colombiano traspasa alegremente las fronteras suizas.
Invitado regularmente a París, presenta, por primera vez en la Comédie-Française, una pieza del autor español Lope de Vega. Una delicia para la mirada.
Lo menos que puede decirse, es que Omar Porras no desperdició su entrada en la Comédie-Française.
Invitado a firmar la puesta en escena de ‘Pedro y el Comendador’, una pieza de Félix Lope de Vega, autor del gran Siglo de Oro español, Omar Porras, colombiano de origen, ginebrino de adopción, desplegó para la ocasión los grandes pertrechos de su universo mágico.
Bohemio moderno
Velada de primicia en la Sala Richelieu. Fin del espectáculo, y he ahí Omar Porras tal que sí mismo, bohemio moderno, pies desnudos, pantalones arremangados de terciopelo negro tornasolado. Saluda al público al lado de los actores, a ese público francés que creíamos hastiado y que lo acogió triunfante.
Bravos, hurras, una quincena de llamadas, y Porras en la cumbre de su forma. He aquí el hombre. Plaza para el escenógrafo, también igual a sí mismo. De espectáculo en espectáculo, el colombiano cultiva, con una brizna de narcisismo, la autocitación y cuida su huella: misma brasa para abrir la representación, misma bengala para cerrarla.
Mismo humo de teatro, igualmente, para mostrar la magia, mismo uso de la cortina translúcida con actores en sombra china, y sobre todo, misma utilización de máscaras que permite un juego desplazado, en el límite con la caricatura.
Tantos elementos que ya conocíamos por haberlos descubierto en algunas de las creaciones precedentes de Porras, como ‘Las Bacantes’, ‘La Historia del Soldado’ o ‘¡Ay! Quixote’.
Amor frágil
Reencontramos esos elementos aquí, particularmente, en la apertura del espectáculo, el fuego de las brasas. Hermosa metáfora para hablar del amor que abrasa el corazón de Pedro y Casilda, dos campesinos castellanos. Los dos héroes de Lope de Vega celebran su matrimonio; son felices pero todavía no saben que su felicidad va a trastocarse a causa de un cierto Don Fadrique.
Es el Comendador, un noble que va a cortejar a muerte a la joven Casilda, en la nariz y en las barbas de su marido Pedro.
Esta historia de amor, de celos y de honor, Lope de Vega la cuenta con un fondo de lucha entre campesinos y personas nobles. Con un fondo también de guerra, dirigida por el rey Enrique III de Castilla contra los Moros, en Andalucía.
Estamos pues en el siglo XV, pero el Pedro de Lope de Vega anuncia ya el Fígaro de Beaumarchais. Tiene el mismo sentido feroz de la libertad. Una libertad peligrosamente ganada a punta de espada.
El encanto más que el compromiso
Este temprano lado revolucionario, Omar Porras lo desvía en provecho de la fantasmagoría que le es propia. No la oculta, por otra parte. «Dejamos dormir a la razón –escribe-, para que despierte el sueño». Sea.
Su espectáculo es encantador, en efecto. Y el encanto es sabiamente destilado por Fredy Porras que firma los decorados. La escenografía es una sucesión de cuadros de época que lanzan guiños a los grandes clásicos.
Eso así, de las escenas pastorales al modo de Nicolás Poussin, a los retratos de la corte de Velásquez. Todo está ajustado de manera virtuosa, pero, no obstante, nos decimos: ‘so what?’ Hay en Lope de Vega una voluntad más profunda de interrogar a las tentaciones tiránicas y demagógicas de su época.
Interrogación que Omar Porras barre con una carcajada. Pero esto no es la risa chirriante y espantosa que le conocimos en ‘La Visita de la Vieja Dama’, esa pieza de Dürrenmatt que se mantiene como su obra maestra escénica.
swissinfo, Ghania Adamo
(Traducción, Marcela Águila Rubín)
‘Pedro y el Comendador’ en la Sala Richelieu de la Comédie-Française de París.
Espectáculo presentado de manera alterna hasta finales de junio del 2007.
Omar Porras se formó en danza y teatro en América Latina y en Europa, particularmente en la Escuela Jacques Lecoq, en París.
En 1990, fundó en Ginebra el Teatro Malandro donde desarrolla una aproximación creativa muy personal basada en el movimiento.
Sus espectáculos mezclan el arte del actor, el trabajo de la máscara, del títere, la música y la danza.
Entre sus creaciones: ‘La Visita de la Vieja Dama’ de Dürrenmatt (primera versión en Ginebra en 1993, luego en Meyrin en 2004); ‘Bodas de sangre’, García Lorca (1999); ‘Las Bacantes’, Eurípides (2000); ‘¡Ay! Quixote’, Cervantes (2001); ‘La Historia del Soldado’, Ramuz y Stravinski (2003) y París (2004); ‘El Don Juan’, José Zorrilla (2005).
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