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Pese a las bombas, la música debe seguir

Nabil Hani, Angela Kunz y Daniel Schranz en el taller de Thun. swissinfo.ch

'Bitte', 'ein Guete' y 'Grüezi' son las palabras que ha aprendido Nabil Hani Abdul Salam en suizo alemán.

Pese a las barreras del idioma, este músico iraquí -que vino a capacitarse en la reparación de instrumentos-, se lleva a su país algo muy valioso para él: la famosa ‘precisión suiza’.

En Bagdad, Nabil Hani y su colega Jafar Khassaf reparaban instrumentos con intuición y habilidad. En Suiza, gracias a una beca financiada por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), aprendieron a hacerlo de manera sistemática, detallada y concienzuda.

Lo que un aprendiz suizo adquiere en cuatro años, los iraquíes debieron asimilar en un curso compacto de tres meses.

«Mis profesores suizos han hecho un gran esfuerzo por darnos tanto en tan poco tiempo», dice Nabil Hani, constructor y reparador de violines y violoncelos.

Un sueño convertido en realidad

Para Nabil Hani no fue ningún problema que uno de sus profesores sea una mujer. «En Irak hay muchas mujeres en la enseñanza, en los colegios, en las universidades», dice este padre de cinco hijos, dos de los cuales son músicos como él.

«Mi sueño de aprender a construir profesionalmente violines y violoncelos se ha hecho realidad en Suiza. Ahora puedo enseñar y explicar por qué se procede de ésta y no de otra manera».

Los iraquíes se llevan a su país conocimientos y herramientas gracias a la acción organizada por ‘Música y Vida’ de Suiza. «No llevan gran maquinaria, sino lo mínimo necesario para realizar este trabajo en Bagdad, aparatos que pueden manejar con las manos. Ellos trabajarán allá ahora como nosotros lo hicimos hace tiempo», dice Hans-Rudolf Krebs.

Conocimientos útiles y prácticos

Este especialista en la reparación de instrumentos de viento y empleado de Musik Burri desde hace 40 años, señala que la formación de Khassaf se centró en la limpieza interior de los instrumentos de metal.

«Como él se había ocupado sobre todo de la reparación de clarinetes, flautas y oboes, le mostramos, por ejemplo, cómo se elimina la cal con baños especiales».

El sonido de un instrumento de viento depende mucho de su limpieza, agrega Krebs, y añade que lo más importante fue transmitir a Khassaf procedimientos que él puede repetir en Bagdad.

Nos hicimos entender con las manos, con gestos, dice. «Pero, en principio, él ha captado todo y ha trabajado muy bien. De hecho, podrá aplicar lo aprendido en Bagdad. Fue un trabajo interesante, también para nosotros».

Precisión, un punto fuerte de los suizos

Este bernés no oculta su orgullo cuando se le pregunta si acaso los suizos no son demasiado precisos. «Sí, somos muy exactos, así no más no nos conformamos. Entre nuestros clientes están músicos de Jazz que se sorprenden positivamente al ver cómo reparamos los instrumentos en comparación, por ejemplo, a como se hace en Estados Unidos».

La precisión suiza no se limita sólo a la relojería, sino a otras actividades. Talleres como el nuestro no hay en todas partes en Norteamérica y si los hay, están equipados sencillamente, sentencia Krebs.

Por su parte, Daniel Schranz, fundador y propietario del taller donde estuvo Nabil, considera que en lo que respecta a la construcción de violines, Suiza tiene los mismos niveles de Europa y Norteamérica.

De su alumno Nabil Hani señala que hasta ahora había construido instrumentos casi intuitivamente, que ahora tiene el conocimiento sistemático. «Él tiene una gran habilidad, lo único que le faltaba era precisión, fidelidad a los detalles. En eso hemos trabajado mucho, le hemos enseñado lo que es la exactitud».

La madera suiza deberá adaptarse al calor iraquí

En su larga experiencia como constructor de violines, Schranz ha aprendido a tratar a la madera como si se tratara de un ser viviente. «Una vez nos llegó un contrabajo construido en Brasil por un suizo. Como aquí tenemos un clima seco hubo mucho por reparar en este instrumento».

El clima, agrega, es muy importante para un instrumento de madera. «Si ahora, cuando las temperaturas son muy bajas y el aire en las casas muy seco, construimos un instrumento y lo llevamos a un clima tropical o subtropical, con seguridad se va a descomponer en diferentes partes y hasta puede romperse».

Las altas temperaturas en Irak será un problema, la madera tendrá que acostumbrarse a las nuevas condiciones, expresa Daniel Schranz, para quien, la experiencia con Nabil fue también muy interesante y aleccionadora.

La música es el idioma internacional

En los medios, continúa, uno escucha sólo lo malo, pero esta experiencia me ha demostrado que la música es simplemente el idioma del mundo. «Aunque no podíamos entendernos verbalmente, hemos tocado juntos con frecuencia, allí no tuvimos ningún problema».

Nabil, por su parte, sólo tuvo dificultades con los horarios de trabajo tan distintos. «En Irak trabajamos de 8 a 14 horas, voy a casa, como y hago una pequeña siesta. Luego ensayo con los instrumentos, ayudo a mi esposa en el trabajo doméstico, hago compras».

En Suiza, al mediodía, Nabil estaba a menudo cansado, además le molestaba abrigarse tanto para enfrentar temperaturas que le eran desconocidas. Por lo demás, le gustaba levantarse y ver todo cubierto de nieve.

«He aprendido a valorar la mentalidad suiza, los suizos me parecieron amigables y siempre dispuestos a ayudar», opina.

Nabil habla con orgullo de los 7.000 años de historia de su país, llamado otrora Babilonia, de la inteligencia y la sencillez de sus compatriotas.

«Espero que cada día sea mejor», dice este iraquí que se va de Suiza más convencido que nunca de que debe seguir enseñando y tocando música, con tal intensidad como para acallar el estruendo de las bombas.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

El Colegio de Música y Ballet de Bagdad fue completamente destruido tras las acciones bélicas en abril 2003.

El Colegio de Música, que acogía a 400 niños y jóvenes de primaria, secundaria y bachillerato perdió todos sus instrumentos.

Suiza se enteró del incidente a través de uno de los últimos reportajes radiales de Jean-Pierre Gerber, quien fallecería poco después.

La organización ‘Música y Vida’ inició una acción de ayuda. La casa de música Jecklin y algunas personas donaron 13 violines, 8 violoncelos, 2 flautas traversas y 1 trompeta.

El diplomático bernés Martin Aeschbacher, quien dirige la Oficina de Contacto en Bagdad, hizo que los instrumentos llegaran intactos a Bagdad. El primer container arribó el 20 de septiembre del 2003.

Luego se reunieron en Berna más instrumentos: 45 violines, 5 violoncellos, 2 pianos de cola, 8 pianos rectos, 2 espinetas, 1 clavicémbalo y 36 instrumentos de viento.

Este nuevo cargamento fue enviado en colaboración con el Ministerio de Exteriores y llegaron a Bagdad el 3 de noviembre de 2004.

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