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Suiza devuelve lentamente el arte incautado por los nazis

Pintura de Constable expuesta con el reverso
En el reverso de cada cuadro, los propietarios añaden etiquetas, anotan las exposiciones, y los sellos de aduana dan fe de los largos viajes que experimentan las obras. Y en el caso de obras de arte saqueadas o robadas, también pueden proporcionar valiosas pistas sobre su origen. Musée des beaux-arts, La Chaux-de-Fonds, 2018

Desde que Suiza aprobara los Principios de Washington (las directrices para alentar a los museos a encontrar e identificar el arte de origen nazi), la devolución de estas piezas ha avanzado de manera desigual.

Suiza fue uno de los 44 gobiernos y organizaciones que aceptaron estos principios hace ahora 20 años. El objetivo era descubrir en sus colecciones el arte incautado por los nazis y buscar, con los herederos de los propietarios originales, “soluciones justas y equitativas”.  

Durante más de una década, Alain Monteagle ha luchado por recuperar la pintura del artista británico John Constable, propiedad de su familia y expuesta en el Museo de Arte de La Chaux-de-Fonds, pequeña ciudad suiza junto a las montañas del Jura, cerca de la frontera francesa.

El cuadro ‘Dedham from Langham’, propiedad de su tía abuela, la judía Anna Jaffé, fue saqueado por los nazis después de su muerte, en 1942, junto con todo lo que poseía en su casa de Niza. El museo de La Chaux-de-Fonds lo recibió como parte de un legado.

Cuando Monteagle acudió a los funcionarios municipales por primera vez –aun reconociendo que la obra había sido robada– estos se negaron a renunciar a ella. En 2016, Ronald Lauder, el presidente del Congreso Mundial Judío, describió esta respuesta como una “preocupante falta de vergüenza”.

Dedham from Langham, obra de John Constable
John Constable’s «Dedham from Langham» (entorno a 1812) Photo: Pierre Bohrer, Le Locle, 2017 ©: Musée des beaux-arts, La Chaux-de-Fonds, 2018

Monteagle explica que recogió firmas en el mercado de la ciudad, amenazó con ir a juicio y por fin, en marzo de este año, para recuperar el cuadro ha tenido que pagar 80 000 euros. “No querían oír nada de nosotros”, indica Monteagle, que vive en Francia y ha recuperado obras de arte que pertenecen a su familia de lugares tan lejanos como Texas. “Su abogado les dijo que no tuvieran contacto directo con nosotros. Todo fue muy desagradable”.

Los Principios de Washington, no vinculantes, que Suiza respaldó en 1998, fueron concebidos para evitar, precisamente, este tipo de situaciones. Los gobiernos acordaron alentar a los museos a investigar sobre la procedencia de sus colecciones, identificar el arte incautado por los nazis y buscar con los coleccionistas judíos y sus herederos “soluciones justas y equitativas” respecto a las obras robadas. Entre el 26 y el 28 de noviembre se va a celebrar en Berlín una conferencia para conmemorar el vigésimo aniversario de la firma de estos principios y examinar los logros internacionales alcanzados hasta la fecha y lo que todavía queda por hacer.  

Para Nina Zimmer, directora del Kunstmuseum de Berna, en Suiza las actitudes están cambiando. El tema del arte de origen nazi ha acaparado titulares de manera reiterada. En los últimos tiempos, con el legado que Cornelius Gurlitt donó al Museo de Arte de la ciudad. Un regalo controvertido que Berna dudó en aceptar. Como dice Zimmer, la prioridad de Berna ha ayudado a crear conciencia.   

Max Liebermann s Two Riders on the Beach
El padre de Gurlitt era comerciante de arte y trabajaba para los nazis. El tesoro encontrado en las casas de Cornelius en Múnich y Salzburgo incluía obras que fueron robadas o compradas a bajo precio a judíos obligados a abandonar la Alemania nazi. Pinturas de Henri Matisse y Max Liebermann («Two Riders on the Beach», 1901, ilustrado arriba) son algunas de las obras que hasta ahora han sido restituidas del tesoro de Gurlitt. de.wikipedia.org

“El estado de ánimo ha cambiado por completo. Muchos de nuestros colegas ahora están involucrados en este tema”, señala.

Según ella, entre los problemas del pasado estaba la escasez de financiación y la falta de experiencia. Otro escollo ha sido el mercado del arte, con marchantes que se resisten a abrir sus archivos a la investigación, apunta Thomas Buomberger, historiador y autor de un libro sobre el saqueo de obras de arte por parte de los nazis y Suiza.

Las instituciones helvéticas han abordado los dos primeros asuntos, al menos en alguna medida: el Kunstmuseum colabora con la Universidad de Berna en la formación de jóvenes para que investiguen la procedencia de las obras de arte, y el Gobierno suizo en 2016, por primera vez, ofreció financiación para que los museos pudieran investigar cuál es el origen de sus piezas.

Nina Zimmer, directora del Kunstmuseum de Berna
“Aunque estas iniciativas son un comienzo alentador, necesitamos financiación permanente”, dice Zimmer (en la foto de arriba). “Por el momento, todo está financiado por subvenciones especiales e iniciativas de financiación únicas”. Keystone/Lukas Lehmann

La Oficina Federal de Cultura (OFC) ha asignado 2 millones de francos (unos 2 millones de dólares) para que, entre 2016 y 2020, los museos investiguen la procedencia de las obras de arte que albergan. Los museos deben presentar un proyecto y buscar financiación independiente equivalente a la que reciban del Gobierno.

Según la OFC, entre 2016 y 2018, los primeros 12 proyectos se han completado en gran medida, y se han publicado sus resultados. Benno Widmer, jefe del departamento de museos y colecciones, explica que la demanda de financiación ha sido alta, lo que sugiere que los museos asumen cada vez más responsabilidad.   

Marc-André Renold, profesor de derecho del arte en la Universidad de Ginebra y el abogado que, en el caso Constable, representó a Monteagle contra La Chaux-de-Fonds, apunta a otra comunidad de la Suiza francófona como ejemplo del cambio de actitud en los últimos diez años.

Pintura de Gustave Courbet
En 2015, el cantón de Jura recibió como legado un cuadro de Gustave Courbet, un paisaje del Jura valorado en unos 300 000 francos suizos. No figuraba en el catálogo oficial de la obra del artista, y cuando las autoridades cantonales descubrieron que el padre del donante pudo haber comprado el cuadro en Düsseldorf en 1939, sonaron las alarmas. République de Canton du Jura/Pierre Montavon

En 2015, el cantón del Jura recibió como legado un cuadro de Gustave Courbet, un paisaje del Jura valorado en unos 300 000 francos. Una pintura que no aparecía en el catálogo oficial de la obra del artista. Cuando las autoridades cantonales descubrieron que el padre del donante pudo haber comprado el cuadro en Düsseldorf en 1939, sonaron las alarmas. El Gobierno cantonal encargó un informe de expertos para conocer el origen de la obra y su autenticidad. Los funcionarios no entregaron el paisaje al Museo de Arte e Historia de Delémont hasta que encontraron pruebas de que no había sido saqueado. Y entendiendo que si más tarde se descubría que había sido robado, sería restituido. Publicaron el informe en internet.   

“Hicieron todo bien”, dice Renold. Sin embargo, reconoce que en general Suiza podría haber hecho más de cara a aplicar los Principios de Washington. “No somos muy voluntariosos”, observa. El último de los principios, el número 11, por ejemplo, pide “procesos nacionales para implementar estos principios, en especial en lo que se refiere a mecanismos alternativos de resolución de conflictos para resolver cuestiones de propiedad”.

Francia, Alemania, Austria, los Países Bajos y el Reino Unido han creado grupos de expertos designados por el Gobierno para emitir recomendaciones sobre las obras de arte en litigio. Este año los museos suecos han pedido al Gobierno que establezca una comisión similar. Suiza, sin embargo, nunca lo ha hecho. Widmer, de la OFC, asegura que se planteó la pregunta en el Parlamento, pero que el Gobierno respondió que no había suficientes casos para que mereciera la pena crear un grupo de este tipo.

Renold, en cambio, afirma que un grupo así sería útil en casos como el del Constable de Monteagle.

“Hay una falta de voluntad política y no quieren poner dinero en ello”, sostiene Renold. “Cuando estábamos atrapados en el caso del Constable, nos dirigimos a Berna y pedimos ayuda y nos dijeron: ‘claro, podemos ofrecerle una sala de conferencias’. Si tienes un caso, estás solo”, apostilla.

Y algunos demandantes –igual que Monteagle– han tenido que esperar años. Hace diez años, el Kunstmuseum de Basilea rechazó la reclamación que hicieron los herederos de Curt Glaser: más de 100 obras de arte de su colección, incluyendo piezas de Henri Matisse, Marc Chagall y Edvard Munch. La comisión de arte de la ciudad el año pasado acordó revisar la decisión; todavía no ha anunciado los resultados.

Parte de la razón por la que Suiza ha sido lenta a la hora de aplicar los principios puede ser que no combatió en la Segunda Guerra Mundial, dice Olaf Ossmann, un abogado con sede en Suiza que se ocupa de casos de saqueo de obras de arte. “En opinión de los suizos, Suiza ni siquiera participó en la guerra, así que ¿por qué deberían resolver los problemas de los alemanes?”, interpela.  

Ossmann cuenta que algunos marchantes y coleccionistas no estaban contentos con que el Kunstmuseum de Berna aceptara el controvertido legado de Gurlitt. La investigación sobre la procedencia de la colección Gurlitt se llevó a cabo por primera vez en Alemania, y “les preocupaba que las normas alemanas de investigación sobre la procedencia y la restitución ahora se aplicaran a Suiza”, añade.

Una diferencia en el modo en que Alemania y Suiza han afrontado la cuestión del arte expoliado por los nazis ha sido, en parte, lingüística. En Suiza, durante mucho tiempo se ha utilizado el término “Fluchtgut” o “activos de fuga” para describir el arte vendido por los judíos para financiar su huida de la Alemania nazi o para iniciar una nueva vida en otro lugar después de haber perdido el resto de sus posesiones, sus hogares y su sustento. En Alemania, el término “arte perdido por la persecución” abarca estas y otras ventas forzadas o ventas bajo coacción.

Los museos suizos habitualmente han rechazado las reivindicaciones de “Fluchtgut”. Pero en abril, la Oficina Federal de Cultura publicó un glosario que recuerda a los museos y a los coleccionistas que “Fluchtgut” no es un concepto internacionalmente reconocido y está “abierto a diferentes interpretaciones”.    

Los Principios de Washington nunca se diseñaron para proteger a los coleccionistas privados, y los medios que los demandantes tienen para recuperar el arte de origen nazi en colecciones privadas siguen siendo limitados. Si acuden a los tribunales, las demandas suelen fracasar por los plazos de prescripción. Pero los coleccionistas particulares son cada vez más conscientes de las dificultades de vender o exponer obras de origen poco claro. Y Suiza, como país rico, tiene muchos coleccionistas.   

Ossmann indica que le han contactado particulares suizos buscando consejo. “Los propietarios privados están empezando a revisar sus colecciones, particularmente después de una herencia”, dice. “Normalmente para su propia información, pero es un buen primer paso”.

Y si eligen quedarse con bienes adquiridos ilícitamente, los coleccionistas tienen a su disposición, en Suiza, zonas francas donde esconderlos. Ossmann las describe como “un enorme agujero negro en un mundo en el que todo se mueve hacia una mayor transparencia”.

Traducción del inglés: Lupe Calvo

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