¿Quién teme a Meret Oppenheim?
Es la artista de mayor reputación dentro del canon modernista suizo. Una gran retrospectiva de su obra se expone actualmente en Berna antes de viajar a Nueva York y Houston. Pero su larga lucha por el reconocimiento entre sus colegas masculinos sigue siendo una cuestión de actualidad.
La última vez que se celebró una amplia exposición de la obra de Meret Oppenheim fue en 1984, poco antes de su muerte. Casi 40 años después se celebra hoy día una nueva exposición en el Kunstmuseum de BernaEnlace externo que no solo sirve para rendir un merecido homenaje a su memoria. Sobre todo nos recuerda que la cuestión de la igualdad de género en las instituciones artísticas y la lucha por el reconocimiento de las obras de las mujeres en pie de igualdad con las de sus colegas masculinos siguen estando de actualidad.
El premio de arte más prestigioso de SuizaEnlace externo lleva su nombre, porque en un momento en el que la escasa participación de las mujeres en las artes era cuestionada, la postura de Meret Oppenheim en medio del ambiente notablemente machista del surrealismo de los años 30 y de la escena artística suiza de su época fue el aspecto más destacado de su obra.
Mon Exposition se anuncia como la «primera retrospectiva transatlántica» de Meret Oppenheim. Después de Berna (13.02.2022), la muestra viajará a la Menil CollectionEnlace externo (Houston, Texas) de marzo a septiembre, y luego al Museo de Arte Moderno (MoMAEnlace externo) de Nueva York de noviembre a marzo de 2023. La exposición del MoMA cierra en cierto modo un círculo: fue la adquisición de Objet (Déjeuner en fourrure) de Oppenheim por parte de este museo en 1936 lo que supuso el reconocimiento internacional inmediato de la artista a sus 23 años.
Una declaración feminista al final de una aventura
Por aquel entonces aún vivía en París, donde se había trasladado a los 18 años. Pronto entró en el círculo surrealista y se hizo íntima de los grandes nombres del movimiento, especialmente de Alberto GiacomettiEnlace externo, André BretonEnlace externo, Man RayEnlace externo y Max ErnstEnlace externo. El hecho de que Oppenheim dejara a Max Ernst y pusiera fin a la relación entre ambos fue quizá la primera declaración feminista fuerte dentro del círculo surrealista machista. Como dijo a los medios de comunicación en la inauguración de la exposición el coleccionista Christoph Bürgi, amigo de Oppenheim desde hacía mucho tiempo, Max Ernst consideraba que una relación había terminado solo cuando él lo decidía. Meret no estaba de acuerdo, e incluso creó una obra de arte que define crípticamente su historia juntos: Husch-husch, der schönste Vokal entleert sich. M.E. par M.O., 1934.
Con la Segunda Guerra Mundial en ciernes, Oppenheim se trasladó a Suiza, se casó con Wolfgang La Roche y cayó en una larga depresión. Durante esa época de reflexión sobre su vida y su carrera rompió gradualmente con los surrealistas y comenzó a interesarse más por la generación más joven que alcanzaría la mayoría de edad en los años sesenta.
Un archivo de la televisión pública suiza SRF, que data de 1963, muestra una visita al taller de Oppenheim en un momento de su vida en el que comenzaba a levantarse de los bajones que había tenido anteriormente. En ese momento estaba trabajando en lo que más tarde se convertiría en la escultura Idol, en una transición desde su formación surrealista hacia una praxis más individual y segura de sí misma, coqueteando con el arte popEnlace externo.
La Berna salvaje
Aunque hoy resulte difícil de creer, la capital helvética, Berna, se estaba convirtiendo en el centro artístico más moderno de Suiza, plenamente conectada con los centros contraculturales más importantes de Europa y Estados Unidos. Los eventos y exposiciones promovidas por el célebre comisario Harald SzeemannEnlace externo en la Kunsthalle de Berna de 1961 a 1969 agitaron conciencias del arte pop y conceptualEnlace externo, atrajeron a las mentes más locas y radicales de aquella generación, indignaron a la tradicional sociedad bernesa… y acabaron por costarle el puesto a Szeemann. Finalmente, Berna pudo volver a dormir tranquila.
Pero fue ese entorno libre el que convenció a Meret para trasladarse de Basilea a Berna en 1967, tras la muerte de su marido. Unas curiosas imágenes encontradas en los archivos de la televisión pública suiza SRF captan un atisbo del ambiente de aquellos tiempos: una multitud de jóvenes vestidos a la moda alrededor de Meret Oppenheim en el Café du Commerce (hoy un restaurante luso-español), la sede bohemia de la ciudad. La fiesta se extendió después a su apartamento.
La pareja de artistas Markus y Monika Raetz, a la que también se ve en esas imágenes, se encontraban entre los nuevos amigos más cercanos de Oppenheim. Markus murió el año pasado, pero Monika estuvo presente en la inauguración de la exposición. Le pregunté si sabía si Meret había consumido alguna vez drogas alucinógenas, para calibrar hasta qué punto Oppenheim se sumergía en el espíritu contracultural. «No sé si alguna vez tomó LSD, pero había muchas otras sustancias», dijo. «Y, ya sabes, todo el mundo las tomaba».
Independientemente de ello, Oppenheim desarrolló una larga amistad con Markus Raetz basada ante todo en sus discusiones y prácticas conceptuales sobre el uso de diferentes materiales. Se trataba de algo mucho más importante que una simple charla de taller. En Berna el arte conceptual estaba dando sus primeros pasos, culminando con la histórica exposición de Szeemann de1969 «Cuando las intenciones se convierten en forma». En esta nueva y radical forma de pensar, apreciar y valorar el arte, las ideas y el proceso eran más importantes o significativas que la propia obra de arte terminada.
Hablar de la condición de la mujer
En ese momento surgían cuestiones más urgentes más allá del mundo del arte que afectaban, si no al cambio, al menos a otro tipo de conciencia en las costumbres sociales. La cuestión de la igualdad de género era todavía un tema muy complicado de abordar en la década de 1970. Es como si aún no existiera un lenguaje o unos términos de comprensión general con los que se pudiera hablar con más fluidez sobre el género, el sexo y la igualdad.
Eso mismo se puede observar en algunas tomas de una entrevista en vídeo realizada a Oppenheim en 1970 en la que la artista se esfuerza por comentar los obstáculos de ser una mujer artista. En las primeras tomas lee de forma fría y desapasionada un ensayo que había escrito recientemente sobre la condición femenina. En las siguientes secuencias conversa con un periodista y surge el tema de la desigualdad de género. En tres tomas sucesivas Oppenheim interrumpe bruscamente su hilo de pensamiento diciendo lo terrible que es abordar el asunto en unas pocas frases. «Me estoy volviendo loca», añade en el tercer intento.
En Mon Exposition, la elección de los documentos expuestos desvela cuáles son sus opiniones sobre la condición femenina y la desigualdad en el arte. En una carta dirigida a Szeemann en la que rechaza una invitación para participar en una exposición únicamente para mujeres, explica que odia que la pongan en el «estante de las mujeres artistas». Es una artista, y punto.
El reconocimiento de más mujeres artistas de la generación de Oppenheim al panteón de los grandes maestros modernistas es un resultado muy real, aunque también muy reciente, tras décadas de lucha.
El mismo MOMA, que pronto recibirá la retrospectiva de Oppenheim, exhibe actualmente una exposición que había estado hasta el pasado mes de junio en Basilea de Sophie Taeuber-ArpEnlace externo, una (reconocida ahora) maestra dadaístaEnlace externo. El año pasado fue el turno de la (actualmente) maestra del expresionismo abstracto Lee KrasnerEnlace externo, que hasta hace poco era tan solo conocida como la esposa de Jackson PollockEnlace externo – y cuya primera retrospectiva internacional también pasó por Berna. Y el título de la Bienal de Venecia del próximo año, La leche de los sueños, está tomado de un libro de la británica-mexicana Leonora CarringtonEnlace externo, una (ahora) maestra surrealista, contemporánea de Oppenheim. Las mujeres parecen estar tomando por fin el centro del escenario. Ojalá estuvieran vivas para verlo…
Con la colaboración de Renat Künzi (traducción suizo-alemán) y Caroline Honegger (archivos)
Traducido del alemán por Carla Wolff
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