Sacando a flote antiguos asentamientos alpinos enterrados bajo el agua
Mejorar los métodos de investigación ha ayudado a los arqueólogos a saber mucho más sobre las civilizaciones que hace miles de años vivían en asentamientos palafíticos en los Alpes y sus alrededores. Los nuevos hallazgos y lo que queda por descubrir siguen sorprendiendo a los investigadores.
Los primeros rayos de sol se abren paso a través de la bruma irisada del lago de Biel, en el cantón de Berna. Desde una plataforma de madera, un grupo de buzos observa las aguas calcáreas de color esmeralda.
“El invierno es la mejor época para bucear porque está despejado, no hay ni barcos ni vegetación”, dice Lukas Schärer, director del servicio de buceo arqueológico subacuático del cantón de Berna.
Hoy en día, la orilla del lago está surcada por carreteras, complejos de edificios y viñedos. Entre el 500 y el 5000 a.C., esta parte de Suiza estaba salpicada de aldeas de palafitos (casas sobre pilotes), donde vivían cientos de personas que pescaban y cultivaban en una región que sigue siendo uno de los centros agrícolas de Suiza. Schärer y su equipo se encargan de investigar las aldeas de palafitos ahora sumergidas y otros yacimientos arqueológicos de la región.
Su base está en el pueblo de Sutz-Lattrigen, en la orilla sur del lago de Biel, que alberga numerosos yacimientos arqueológicos del Neolítico y de la Edad de Bronce. Fue allí donde en 2007 los arqueólogos descubrieron los restos del edificio más antiguo conocido en Suiza, una vivienda construida sobre pilares de madera fechada en el año 3863 a.C.
Nuevos descubrimientos se suceden con regularidad. Este mismo año, los científicos han dado cuenta de un espectacular hallazgo bajo las aguas del lago de Lucerna, a unos 100 kilómetros al este. Los buzos descubrieron allí un poblado de casas sobre pilotes y aparatos que demostraban que la región había sido poblada 2 000 años antes de lo que se pensaba.
Hasta la fecha, se han documentado casi 1 000 poblados de casas construidas sobre pilares en lagos, ríos y pantanos en seis países de la región alpina: Suiza, Alemania, Italia, Francia, Austria y Eslovenia. El 27 de junio se cumplen diez años desde que la UNESCO, la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, declaró 111 de estos sitios como Patrimonio de la HumanidadEnlace externo (véase el recuadro).
El 27 de junio se cumplen diez años desde que la UNESCO concedió el estatus de Patrimonio de la Humanidad a los palafitos prehistóricos de los países alpinosEnlace externo, entre ellos, Suiza.
En 2011, 111 de los yacimientos más importantes de Suiza, Francia, Alemania, Italia, Austria y Eslovenia recibieron esta prestigiosa etiqueta de Patrimonio Mundial. 56 de estos asentamientos están en SuizaEnlace externo. La UNESCO describeEnlace externo los asentamientos palafíticos prehistóricos de los Alpes como “una de las fuentes más importantes para el estudio de las primeras sociedades agrarias de la región”.
Arduo trabajo
La arqueología subacuática –que se desarrolló a partir de los años sesenta del siglo XX gracias a la invención del regulador de buceo– es hoy una técnica consolidada y una parte esencial en la investigación de los asentamientos a orillas de los lagos. Los avances en las técnicas de investigación han propiciado un mayor número de descubrimientos. No obstante, el trabajo puede resultar difícil.
“Es físicamente exigente, ya que hay que cargar con mucho peso incluso para bucear en aguas poco profundas. Salimos en todas las estaciones. A veces puede ser difícil, sobre todo si hay temperaturas bajo cero en invierno o si llueve todo el día”, indica Schärer.
Incluso ver bajo el agua puede ser todo un reto. Para mantener una buena visibilidad, los buceadores utilizan luz artificial. También se despliegan tubos de succión para descubrir y excavar los yacimientos.
Su trabajo varía de un lugar a otro. Dedican la mayor parte del tiempo a documentar y vigilar los sitios. Mientras que antes gran parte del trabajo inicial se hacía a mano, ahora utilizan dispositivos de alta tecnología como sonares laterales, ecosondas multihaz, cámaras digitales subacuáticas y drones.
Cuando estos lugares corren peligro de erosión, los buceadores emplean otros métodos para preservar las frágiles capas arqueológicas. Una técnica eficaz consiste en cubrir el lecho del lago y los pilares de madera con tejidos naturales –como la fibra de coco– lastrados con grava.
Tesoros ocultos
Nuestros antepasados prehistóricos nos han dejado un legado inestimable de sus vidas, que ha sobrevivido prácticamente intacto durante años conservado bajo el agua, la arena y el barro. Los buceadores siguen encontrando objetos únicos, como una de las ruedas más antiguas del mundo, cazuelas de barro, piraguas, ropa e incluso antiguos chicles y panes.
“Tenemos un plan de gestión para los emplazamientos de la UNESCO; no se inspeccionan por completo. El objetivo es dejarlos y protegerlos todo lo posible, pero si hay partes muy erosionadas, es mejor hacer registros”, explica Regine Stapfer, directora adjunta del servicio arqueológico del cantón de Berna.
En un yacimiento cercano, en Täuffelen, la erosión ha ido demasiado lejos. Schärer y su equipo están excavando el lugar de manera sistemática, con dos buzos que cubren 15 metros cuadrados al día. Pero si hay gruesas capas de sedimento, solo consiguen despejar
Medir los anillos de un árbol
Una de las cuestiones principales de los arqueólogos gira en torno a la edad de los asentamientos y los objetos que encuentran. Eso hace que una de las tareas más importantes de los buceadores sea recoger muestras de madera, ya que para estimar la edad pueden utilizar la dendrocronología: la técnica de datación por los anillos de crecimiento de los árboles.
En la plataforma del lago, uno de los miembros del equipo de buceadores corta pilotes de madera localizados en el lago en gruesas láminas circulares. Para su análisis posterior, estas láminas se pasan a los colegas del laboratorio de dendrocronología de Sutz-Lattrigen.
La datación por anillos de los árboles ha avanzado enormemente en los últimos 30 años, según los expertos. Ahora el método es sumamente preciso gracias a la extensa secuenciación de ciertas especies de árboles y a las detalladas cronologías locales de referencia que permiten a los expertos retroceder mucho en el tiempo. El roble europeo, por ejemplo, puede remontarse 10 000 años atrás.
A primera vista la datación de la madera parece un proceso bastante sencillo. Se prepara una muestra retirando una fina capa superior con una navaja; a continuación se aplica tiza para que los anillos destaquen bajo el microscopio. Y ya más adelante la tecnología toma el relevo: un programa informático traza los anillos en un gráfico y compara la secuencia con referencias estándar.
Resolver el enigma
Gracias a la dendrocronología, los arqueólogos ahora pueden determinar el año exacto en que se taló un árbol concreto. Al cotejar esto con las fotos de los pilotes de madera bajo el agua y otros hallazgos, poco a poco los investigadores pueden ir construyendo la imagen de un pueblo, de cómo se asentó y de cómo se utilizó el bosque local.
Es complejo, sin embargo, resolver el enigma de los asentamientos de los palafitos. A menudo los poblados existían durante periodos de tiempo relativamente cortos, y años después las generaciones siguientes solían reasentarse en el mismo lugar junto al lago.
“A veces acabas teniendo nueve aldeas, una encima de la otra”, dice Matthias Bolliger, jefe del laboratorio de dendrocronología de Sutz-Lattrigen.
En su pantalla aparecen docenas de puntos de diferentes colores –cada uno de los cuales representa un pilote bajo el agua– dispuestos en la forma de un asentamiento rectangular que está estudiando.
“De repente hay algo”
Las sofisticadas técnicas de investigación también han revelado mucho más sobre cómo cultivaban los campos y criaban animales en torno al año 4300 a.C. quienes habitaban en los palafitos en Suiza. También sabemos más sobre cómo cazaban y recolectaban plantas silvestres, cómo utilizaban los lagos para pescar y a modo de rutas de transporte, y cómo gestionaban de forma sostenible los bosques.
Stapfer señala que estas civilizaciones eran mucho más avanzadas de lo que creemos.
“Tenían una idea muy clara de cómo utilizar los distintos materiales naturales para fabricar ropa y otros artículos. Los cazadores neolíticos utilizaban materiales, como la corteza de abedul, para fabricar fundas para flechas resistentes a la lluvia y otros materiales, de forma parecida a como hemos inventado el Gore-Tex”, afirma Stapfer. Su equipo encontró en Sutz-Lattrigen un zapato hecho de fibras de rafia, que data del año 2700 a.C.
Pero, según los arqueólogos, todavía hay muchas incógnitas sobre la gente que vivía en estas casas sobre pilotes.
“Hemos encontrado los materiales que utilizaban, las herramientas y los recipientes, pero tenemos muy poca información sobre sus vidas, cómo se organizaban, qué creencias tenían”, reconoce Schärer.
Los buceadores a veces encuentran peces o huesos de animales, pero es raro que hallen restos humanos u objetos relacionados con enterramientos.
“No está claro si enterraban a su gente en otro lugar especial o si la quemaban y esparcían sus cenizas en el lago”, cuenta Stapfer.
Si los recientes y espectaculares hallazgos de palafitos en Suiza –en el lago de Thun y en el lago de Lucerna– sirven de ejemplo, hay mucho más que descubrir bajo el agua, indican los científicos.
“Se trata de lugares que se estudiaron hace 10, 20 o 30 años. En su momento dijimos: ‘ahí no hay nada’. Y de repente hay algo. Esto simplemente significa que el lecho del lago se ha erosionado y han salido a la luz nuevos hallazgos”, afirma Andreas Mäder, jefe del servicio de arqueología subacuática de Zúrich.
Traducción del inglés: Lupe Calvo
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