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Suiza se compromete a proteger mejor su patrimonio de la humanidad

En 2014, las espectaculares terrazas vinícolas de Lavaux se convirtieron en objeto de una agria polémica entre ecologistas y viticultores a causa de un debate sobre el tipo de desarrollo que debe permitirse en una zona declrada patrimonio de la UNESCO. swiss-image.ch/Marcus Gyger

A pesar de albergar 11 de los sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, los suizos no acaban de comprender el alcance de esa riqueza cultural y sus especiales necesidades de conservación, afirma el presidente de la Comisión nacional para la UNESCO.

Suiza tiene once sitios inscritos en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, entre ellos los viñedos en terraza de Lavaux, a orillas del Lago Leman, la ciudad vieja de Berna y la Abadía de San Gall.

“No se trata solo de 11 piezas de museo”, señala Jean-Bernard Münch, presidente de la Comisión suiza para la UNESCOEnlace externo, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con sede en París.

Münch ha sido uno de los 200 representantes de los ministerios federales, cantones, asociaciones y sectores turísticos implicados en aumentar la estima y protección de estos lugares únicos, que firmaron hace unos días en Berna un Acuerdo sobre la supervisión y control del Patrimonio Mundial de la UNESCO en Suiza (Charte suisse du patrimoine mundialEnlace externo).

Münch afirma que entre el público suizo está “creciendo” la conciencia sobre la importancia de estos sitios, aunque admite que todavía “la mayor parte de la gente desconoce por completo lo que son”.

Mejorar la valoración de la riqueza de los sitios de la UNESCO en Suiza y garantizar que “cada ciudadano suizo se sienta orgulloso de ellos” es solo uno de los logros que pretende conseguir el presidente de esta Comisión.

El Acuerdo de compromiso, cuya elaboración ha llevado más de dos años, no es desde luego un documento revolucionario, pero al menos se propone conseguir que las personas que trabajan en este ámbito “vayan al mismo paso”, sostiene Münch.

“A menudo es muy difícil gestionar estos sitios y por eso resulta útil poner las cosas por escrito para asegurarnos de que todos entendemos lo mismo. Hasta ahora la gestión era relativamente descentralizada y autónoma, y los sitios sufrían un cierto aislamiento”, afirma Münch, y añade que no existe una legislación nacional específica para administrar este tipo de sitios.

Desde la creación de la etiqueta ‘Patrimonio Mundial’ en 1972, la lista de la UNESCOEnlace externo ha superado ya el millar de sitios en 161 países. Además, 191 Estados han ratificado la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural y Natural del Mundo. Suiza lo hizo en 1975.

Este pequeño país alpino se incorporó a la lista en 1983 con la ciudad vieja de Berna, la Abadía de San Gall, y el Convento benedictino de San Juan, en Müstair, cantón de Grisones.

El año pasado las espectaculares terrazas vinícolas de Lavaux, que fueron declaradas Patrimonio Cultural Mundial en 2007, se convirtieron en objeto de una agria polémica entre ecologistas y viticultores a causa de un debate sobre el tipo de desarrollo que debe permitirse en una zona Patrimonio de la UNESCO. En mayo de 2014, una mayoría de electores locales rechazó una iniciativa popular que exigía una legislación más rigurosa en materia de planificación.

Münch sostiene que esa votación es todo un símbolo de la confusión existente en torno a los sitios Patrimonio de la Humanidad y su protección.

“La convención internacional no se propone grabar las cosas en piedra. La UNESCO es consciente de que esos sitios deben ser protegidos, sometidos a medidas de conservación e investigación, pero al mismo tiempo deben poder desarrollarse con la gente del lugar”, señala.

“Lavaux no es un paisaje natural sino una campiña ‘construida’ por los viticultores. Si estos dejaran de existir no habría más Lavaux. Son dos cosas que van unidas”.

Poco a poco la lista suiza ha ido creciendo. En 2011 quedaron inscritos 56 palafitos prehistóricos en el lago de Neuchâtel. Y otro proyecto internacional, relativo al arquitecto suizo Le Corbusier, espera una decisión oficial.

No hay más proyectos sometidos a consideración, aunque la Oficina Federal de Cultura se ha mostrado “más abierta” a nuevas candidaturas después de “levantar el pie del acelerador”, señala Münch.

Además de los once sitios protegidos por la Convención del Patrimonio Mundial, Suiza está estudiando solicitar un estatus de protección especial para algunos “bienes culturales inmaterialesEnlace externo”.

Entre ellos estarían el yódel, la relojería, la tradición nacional del diseño gráfico y tipográfico –encarnado por la fuente Helvética– o el festival vitivinícola de la ‘Fête des Vignerons, que se celebra cada 20 años en Vevey, cerca de Lausana.

En estudio se encuentran también la temporada ganadera alpina, con las costumbres y ceremonias que los pastores llevan a cabo cuando suben o bajan sus animales de las montañas, así como las procesiones de Semana Santa en la ciudad de Mendrisio (cantón Tesino) o el carnaval de Basilea.

Se espera que a finales de este mes. Suiza tome una decisión sobre la candidatura que presentará a la Lista del Patrimonio Mundial.

En 2008 la Confederación ratificó la Convención de la UNESCO para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural InmaterialEnlace externo.

Traducción del inglés: José M. Wolff

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