Monedas alternativas para impulsar la economía local
En Suiza se multiplican las monedas complementarias (o sociales). Esta primavera, los consumidores y negocios del cantón del Valais comenzarán a utilizar los billetes denominados 'Farinet'. La asociación que lanzó el Leman (una moneda que comenzó a circular en Ginebra en 2015 para estimular las transacciones locales) acaba de celebrar su primer aniversario.
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Nacido en Londres, Simon es periodista multimedia y ha trabajado para www.swissinfo.ch desde 2006. Habla francés, alemán y español y cubre temas de ciencia, tecnología e innovación.
Monedas como el Isenau, que ya circulan en el pueblo alpino de Les Diablerets, se inspiraron en el ‘Sablier’, una divisa conmemorativa que se usó durante las Fiestas de Ginebra en el año 2000.
El ‘Farinet’ es una moneda local muy parecida a una que se introdujo en Sion, en el cantón del Valais, para apoyar la candidatura para los Juegos Olímpicos de Invierno 2006.
El interés por este tipo de divisas crece cada vez más en Suiza.
El ‘FarinetEnlace externo’ renacerá este mes de abril, después de que una asociación consiguiera reunir, gracias al micromecenazgo, 25 600 francos para imprimir billetes de ‘Farinet’ que utilizarán las empresas locales del Valais.
Se espera que sean puestos en circulación 80 000 billetes que permitirán dinamizar la economía local a través de transacciones en un centenar de negocios (cafés, tiendas, traslados en taxi e incluso servicios de arquitectura podrán ser pagados con esta moneda).
«El objetivo no es solo aumentar los intercambios comerciales, sino la pertenencia a una red de negocios”, dijo la portavoz del proyecto Cathy Berthouzoz.
El ‘Farinet’ se unirá al LemanEnlace externo, una moneda lanzada en Ginebra en 2015 para estimular las transacciones locales, que también tiene unos 80 000 billetes en circulación y es aceptada por 350 empresas alrededor del Lago Leman.
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Les Diablerets crea su propia moneda para sobrevivir
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El pueblo alpino de Les Diablerets ha puesto en circulación la moneda local ‘Isenau’, como parte de una estrategia para preservar su estación de esquí. Su desaparición pondría en riesgo el futuro del pueblo entero. El fenómeno de las monedas sociales crece en Suiza como medio para recaudar fondos y para animar a la población al consumo local.
“Este corre por mi cuenta”, dice Jean-Marie Schlaubitz, miembro de la Fundación de Defensa de los Intereses del Isenau mientras estira el brazo por encima de la mesa para pagar mi café.
En su mano brilla una enorme moneda plata y gris. En una de sus caras lleva grabado en relieve de telecabina y, en la otra, un Diablotin, una pequeña figura mitológica que toca la flauta y es el símbolo de Les Diablerets.
El pasado 1 de diciembre, un total de 50 000 monedas de Isenau -con un valor de 10 francos suizos cada una de ellas – comenzaron a circular en esta pequeña localidad junto con los francos tradicionales.
La fundación a la que pertenece Schlaubitz lanzó esta divisa para cofinanciar la sustitución del antiguo sistema de telesquíes burbuja de cuatro plazas que está en la zona esquiable de Isenau. Este fue construido en 1953 y requiere ser cambiado.
Pero la fundación persigue un objetivo aún más amplio: concienciar a la gente sobre el futuro de esa soleada zona de esquí, con pistas aptas para principiantes y familias en invierno, y un sinfín de senderos para excursionistas y ciclistas de montaña en verano.
La nueva divisa permite que residentes y turistas apoyen la iniciativa simplemente pagando los productos y servicios locales con Isenau y no con francos.
Uno de los primeros conversos al nuevo sistema es Lucien Morerod, a quien podemos ver detrás de un gran montículo de quesos en la Laiterie du Petit Diable, la quesería del pueblo.
“Funciona muy bien. Algunas personas compran queso por 10 francos suizos y si nos pagan con un billete de 20 francos, les preguntamos si quieren recibir la vuelta en monedas de Isenau o en un billete de 10 francos”, explica. El sistema avanza, pero por ahora “las personas tienden más a guardar los billetes en su bolsillo sin reutilizarlos en otras compras. En los restaurantes hay un poco más de movimiento y esperamos que en el futuro los Isenau circulen más”, agrega.
Reemplazar el emblemático sistema de telecabina se ha convertido en una batalla que tiene además un alto valor simbólico y emocional para un pueblo cuya población aumenta de 1 400 a 10 000 habitantes durante el invierno, con la llegada de turistas suizos, pero también británicos, franceses y escandinavos.
Si se asegura el futuro de la estación de Isenau, también se preservará el futuro del pueblo, explica Schlaubitz. La zona de esquí genera 50 empleos -directos e indirectos-, y representa el 80% de los ingresos de las escuelas de esquí y es una de las principales fuentes de ingresos de los hoteles de Les Diablerets.
La estación alpina funciona las cuatro estaciones del año y no es aceptable que algunos quieran deshacerse de ella.
La lucha por rescatar la estación de Isenau se remonta en realidad en 2011, cuando el cantón de Vaud decidió cortar los fondos públicos destinados a los proyectos de esquí. Se propuso eliminar la estación de Isenau por razones financieras. Pero los habitantes locales se rehusaron y lograron en 2013 que la estación renovara su registro en el Plan de Desarrollo Cantonal de los Alpes de Vaud [cantón].
Pero la salvación de la telecabina y la zona esquiable de Isenau ha tenido su precio: la fusión de las Oficinas de Turismo de Les Diablerets y de Villars, cuyas compañías de remontes y comunidad local deben colaborar en la financiación del nuevo teleférico.
La fundación espera reunir 250 000 francos suizos para abril, mes en el que concluye el plazo para recaudar. Este dinero se utilizará esencialmente para reembolsar un préstamo municipal, pero la fundación aspira a reunir 4 millones de francos de donantes particulares porque el proyecto será costoso. De hecho, la empresa de remontes debe aportar, a su vez, otros 9,5 millones de francos.
Schlaubitz asegura que esta campaña para salvar Isenau ha supuesto un esfuerzo enorme. Pero una de las satisfacciones es que se ha conseguido la participación de los habitantes permanentes, pero también de los propietarios de residencias secundarias, y ha unido a jóvenes y gente mayor.
La nueva moneda ha estrechado la relación entre la gente más comprometida con el proyecto y los jóvenes del pueblo que solo se habían involucrado marginalmente. Hay adultos jóvenes que se han dado cuenta de que necesitan dedicar parte de su energía a salvar su propio futuro, así que en su tiempo libre visitan negocios y realizan actividades para ayudar a que el proyecto final llegue a buen puerto, según Schlaubitz.
Pero queda mucho por hacer. Aunque el proceso de recaudación de fondos avanza con solidez, aún es necesario que el Gobierno de Vaud y el Parlamento den ‘luz verde’ su luz verde al proyecto. A los habitantes locales les preocupa que otros proyectos, que atraerán atención y recursos en otros sitios de cara a los Juegos Olímpicos Juveniles de Lausana 2020, arruinen en el último minuto las expectativas de Les Diablerets.
«Perder Isenau sería un desastre. No podemos permitir que esto suceda. Ningún inversor estará dispuesto a invertir en nuestro pueblo si dejan de funcionar las pistas de esquí. Es la peor señal que podemos esta sería la peor señal que podríamos enviar”, puntualiza.
Pero existe al menos una decena adicional de proyectos en gestación.
«El creciente interés en las monedas locales proviene de la sensación de que nuestro actual sistema económico sigue siendo frágil y que las economías locales están en riesgo de crisis sistémicas. Las monedas locales resisten mejor las crisis y ayudan a crear vínculos entre los diferentes socios económicos”, dijo Jean Rossiaud, portavoz del proyecto Leman.
Pero, ¿podrían las monedas locales ser solo una moda pasajera? Christian ArnspergerEnlace externo, profesor de Sostenibilidad y Antropología Económica de la Universidad de Lausana, duda de su solidez y de su impacto económico.
Argumenta que tienen un efecto débil y de corto plazo. Pero reconoce que el entusiasmo que despiertan las monedas sociales prueba que “una divisa es un objeto político, no una herramienta neutral. La gente quiere tomar decisiones sobre su estilo de vida. Por ello es un movimiento que cobra fuerza”, expresó a la radio pública suiza RTS.
Traducción del inglés: Andrea Ornelas
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El pueblo alpino de Les Diablerets ha puesto en circulación la moneda local ‘Isenau’, como parte de una estrategia para preservar su estación de esquí. Su desaparición pondría en riesgo el futuro del pueblo entero. El fenómeno de las monedas sociales crece en Suiza como medio para recaudar fondos y para animar a la población al consumo local.
“Este corre por mi cuenta”, dice Jean-Marie Schlaubitz, miembro de la Fundación de Defensa de los Intereses del Isenau mientras estira el brazo por encima de la mesa para pagar mi café.
En su mano brilla una enorme moneda plata y gris. En una de sus caras lleva grabado en relieve de telecabina y, en la otra, un Diablotin, una pequeña figura mitológica que toca la flauta y es el símbolo de Les Diablerets.
El pasado 1 de diciembre, un total de 50 000 monedas de Isenau -con un valor de 10 francos suizos cada una de ellas - comenzaron a circular en esta pequeña localidad junto con los francos tradicionales.
La fundación a la que pertenece Schlaubitz lanzó esta divisa para cofinanciar la sustitución del antiguo sistema de telesquíes burbuja de cuatro plazas que está en la zona esquiable de Isenau. Este fue construido en 1953 y requiere ser cambiado.
Pero la fundación persigue un objetivo aún más amplio: concienciar a la gente sobre el futuro de esa soleada zona de esquí, con pistas aptas para principiantes y familias en invierno, y un sinfín de senderos para excursionistas y ciclistas de montaña en verano.
La nueva divisa permite que residentes y turistas apoyen la iniciativa simplemente pagando los productos y servicios locales con Isenau y no con francos.
Uno de los primeros conversos al nuevo sistema es Lucien Morerod, a quien podemos ver detrás de un gran montículo de quesos en la Laiterie du Petit Diable, la quesería del pueblo.
“Funciona muy bien. Algunas personas compran queso por 10 francos suizos y si nos pagan con un billete de 20 francos, les preguntamos si quieren recibir la vuelta en monedas de Isenau o en un billete de 10 francos”, explica. El sistema avanza, pero por ahora “las personas tienden más a guardar los billetes en su bolsillo sin reutilizarlos en otras compras. En los restaurantes hay un poco más de movimiento y esperamos que en el futuro los Isenau circulen más”, agrega.
Reemplazar el emblemático sistema de telecabina se ha convertido en una batalla que tiene además un alto valor simbólico y emocional para un pueblo cuya población aumenta de 1 400 a 10 000 habitantes durante el invierno, con la llegada de turistas suizos, pero también británicos, franceses y escandinavos.
Si se asegura el futuro de la estación de Isenau, también se preservará el futuro del pueblo, explica Schlaubitz. La zona de esquí genera 50 empleos -directos e indirectos-, y representa el 80% de los ingresos de las escuelas de esquí y es una de las principales fuentes de ingresos de los hoteles de Les Diablerets.
La estación alpina funciona las cuatro estaciones del año y no es aceptable que algunos quieran deshacerse de ella.
La lucha por rescatar la estación de Isenau se remonta en realidad en 2011, cuando el cantón de Vaud decidió cortar los fondos públicos destinados a los proyectos de esquí. Se propuso eliminar la estación de Isenau por razones financieras. Pero los habitantes locales se rehusaron y lograron en 2013 que la estación renovara su registro en el Plan de Desarrollo Cantonal de los Alpes de Vaud [cantón].
Pero la salvación de la telecabina y la zona esquiable de Isenau ha tenido su precio: la fusión de las Oficinas de Turismo de Les Diablerets y de Villars, cuyas compañías de remontes y comunidad local deben colaborar en la financiación del nuevo teleférico.
La fundación espera reunir 250 000 francos suizos para abril, mes en el que concluye el plazo para recaudar. Este dinero se utilizará esencialmente para reembolsar un préstamo municipal, pero la fundación aspira a reunir 4 millones de francos de donantes particulares porque el proyecto será costoso. De hecho, la empresa de remontes debe aportar, a su vez, otros 9,5 millones de francos.
Schlaubitz asegura que esta campaña para salvar Isenau ha supuesto un esfuerzo enorme. Pero una de las satisfacciones es que se ha conseguido la participación de los habitantes permanentes, pero también de los propietarios de residencias secundarias, y ha unido a jóvenes y gente mayor.
La nueva moneda ha estrechado la relación entre la gente más comprometida con el proyecto y los jóvenes del pueblo que solo se habían involucrado marginalmente. Hay adultos jóvenes que se han dado cuenta de que necesitan dedicar parte de su energía a salvar su propio futuro, así que en su tiempo libre visitan negocios y realizan actividades para ayudar a que el proyecto final llegue a buen puerto, según Schlaubitz.
Pero queda mucho por hacer. Aunque el proceso de recaudación de fondos avanza con solidez, aún es necesario que el Gobierno de Vaud y el Parlamento den ‘luz verde’ su luz verde al proyecto. A los habitantes locales les preocupa que otros proyectos, que atraerán atención y recursos en otros sitios de cara a los Juegos Olímpicos Juveniles de Lausana 2020, arruinen en el último minuto las expectativas de Les Diablerets.
"Perder Isenau sería un desastre. No podemos permitir que esto suceda. Ningún inversor estará dispuesto a invertir en nuestro pueblo si dejan de funcionar las pistas de esquí. Es la peor señal que podemos esta sería la peor señal que podríamos enviar”, puntualiza.
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Se le llama “valle suspendido”. El camino del Val d’ Annivers comienza con un acantilado al que se sube por un camino de una quincena de curvas cerradas. La vista es clara del otro lado del valle del Ródano. Allí, la montaña es más clemente. Las terrazas de los viñedos se extienden hasta la meseta…
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