Un país sin rascacielos
En Suiza son escasos los edificios de dimensiones exorbitantes, pero el paisaje urbanístico helvético se va a transformar en los próximos años.
Zúrich, Basilea y una localidad alpina prevén construir torres de cristal y acero que despuntan al cielo.
Hasta el día de hoy en Suiza no hay rascacielos propiamente dichos, término que define a los edificios que superan los 150 metros de altura. Todos los países vecinos presumen por lo menos de uno, mientras que Hong Kong tiene más de 7.000.
La primera torre de más de 100 metros en Suiza es reciente: el palacio del Centro de Exposiciones de Basilea (Messeturm) se inauguró hace tres años.
Con sus 105 metros de altura supera apenas en 5 metros la punta de la catedral de Berna, que ni siquiera figura entre las construcciones medievales más altas de Europa.
Fenómeno frenado
Después de la Segunda Guerra Mundial, con el relanzamiento de la economía y el ‘boom’ demográfico, en Suiza comenzaron a construirse edificios de 10 a 20 plantas.
Pero la tendencia se revirtió en los años 70: Esos inmuebles no correspondían al paisaje urbanístico helvético, que se había desarrollado de forma armoniosa incluso durante la industrialización.
Además, la sustancia arquitectónica, sujeta a razones puramente especulativas, dejaba mucho que desear. Se habían construido únicamente torres de cemento, feas y pesadas, sin ninguna aspiración innovadora.
La resistencia a estas construcciones condujo a la adopción de reglamentaciones restrictivas. En Zúrich, por ejemplo, la población aprobó en 1984 una ley que prohibía la construcción de torres y que estuvo en vigor hasta el 2001.
¿El fin de un tabú?
La supresión de esta ley y la construcción de la ‘Messeturm’ de Basilea son una muestra de que las cosas están cambiando.
Zúrich y Basilea tienen proyectos para construir nuevas torres. En los próximos años en esas ciudades despuntarán unos diez edificios colosales.
Uno de ellos es la ‘Swiss Prime Tower’, en la periferia de Zúrich, que en el 2009 se convertirá probablemente en el vértice arquitectónico del país, con sus 126 metros de altura.
Y hasta en la región alpina se construirá una torre. Recientemente, el gobierno del cantón de los Grisones rechazó los recursos presentados contra la construcción de un cilindro de 105 metros en Davos, proyecto que lleva la firma de los célebres arquitectos suizos Herzog & de Meuron.
La construcción de este coloso cuenta con el respaldo la población de la estación alpina. Para permitir su realización, los habitantes de Davos aceptaron una revisión de la ley de urbanismo.
Cautela económica
¿Será que dentro de algunas décadas varios centros urbanos helvéticos se asemejarán a una aglomeración de pequeñas Manhattan, como la que presentó en uno de sus pabellones la Exposición Nacional del 2002?
«Es una realidad que algo está cambiando: se han flexibilizado las leyes y hay nuevos proyectos», confirma Köbi Gantenbein, redactor jefe de la revista de arquitectura ‘Hochparterre’.
«A diferencia de Hong Kong o Shangai, en Suiza sigue siendo difícil encontrar inversiones para obras tan costosas. Por una parte, el mercado inmobiliario helvético está saturado; por otra, en este país predomina una política anclada en la tradición y la cautela».
Y no es porque carezca de recursos económicos. Basta pensar en los beneficios multimillonarios que registran los grandes bancos o las multinacionales helvéticas. Pero estas empresas prefieren acoger a sus clientes en edificios impregnados de historia y de dimensiones menos aparatosas.
Swiss Re construyó en el 2004 un prestigioso rascacielos de 180 metros en Londres y no en Zúrich, donde el líder mundial de las reaseguradotas tiene su sede – en un antiguo edificio.
Mentalidad campesina
Si los suizos no congenian con los rascacielos parece que es, ante todo, debido a una cuestión de mentalidad. El suizo medio sueña con una casita en la periferia urbana o en el campo, y no con un apartamento en una torre urbana.
«En Suiza, mucha gente que vive en las ciudades conserva en su corazón, por lo menos en parte, un espíritu campesino. Y sigue soñando con paisajes idílicos», sostiene Köbi Gantenbein.
Un planteamiento que comparte Raimund Rodewald, director de la Fundación Suiza para el Ordenamiento Territorial: «En la mentalidad de los suizos el espíritu urbano siempre ha sido menos fuerte respecto a las tradiciones rurales, al mito del pueblo y de unos orígenes muchas veces idealizados».
«Así las ciudades se desarrollaron poco en forma vertical. Pero, entre tanto, se han sacrificado y deformado grandes regiones rurales. Pocos países europeos tienen un territorio tan desmembrado y fraccionado: casi toda Suiza se ha transformado hoy en una gran aglomeración, que guarda aspectos de una ciudad y de un pueblo a la vez», lamenta Raimund Rodewald.
swissinfo, Armando Mombelli
(Traducción del italiano: Belén Couceiro)
Se consideran rascacielos los edificios que superan los 152 metros (500 pies) de altura.
El mayor número de rascacielos está en Asia: solamente en Hong Kong hay cerca de 7.000.
El edificio más alto del mundo es el Taipei 101 en Taiwán (508 metros), seguido del Petronas Tower de Kuala Lumpur, Malasia (452 metros), la Sears Tower de Chigaco (443 m), la Jin Mao Tower de Shangai (421 m).
En Suiza las leyes de urbanismo y reglamentaciones de construcción son competencia de los 26 cantones y cerca de 3.000 municipios.
La construcción de edificios muy altos generalmente está sujeta a restricciones severas, si no prohibida.
La obra arquitectónica más alta de Suiza es la torre de telecomunicaciones Chrischona, en el cantón de Basilea, cuya antena alcanza los 250 metros de altura.
El palacio más elevado, de 105 metros, es la torre de la Feria de Basilea (Messeturm), inaugurada en el año 2003.
En el 2009, Zúrich dispondrá de la ‘Swiss Prime Tower’, una torre de 126 metros, cuya construcción costará 200 millones de francos.
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