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Una película suiza denuncia la xenofobia como arma contra la clase obrera

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Samir de joven (en el centro de la imagen con su hermano pequeño al hombro) en una manifestación en los años 70 del sindicato de tipógrafos Typografia. DSCHOINT VENTSCHR

El nuevo documental del cineasta suizo-iraquí Samir estrenado en Locarno arroja luz sobre la inmigración italiana en la Suiza de posguerra. Es una historia de racismo, xenofobia y resistencia, así como un llamamiento a evitar los prejuicios del pasado.

Quedé con Samir para tomar un café el último día de la 77 edición del Festival de Cine de Locarno, tras el estreno de La milagrosa transformación de la clase obrera en extranjeros, su última película. Está cansado, igual que quienes han asistido a los actos y reuniones que se han celebrado en Locarno durante los diez días del festival, pero feliz. Se agotaron todas las entradas para las cuatro proyecciones de su película y los medios de comunicación suizos e italianos se deshicieron en halagos.

Cualquier debate sobre la inmigración plantea —inevitablemente— cuestiones que tienen que ver con el racismo y los prejuicios, y no siempre se tienen en cuenta las cuestiones socioeconómicas básicas y sus consecuencias. En la película de Samir —como su título, que parece una declaración de tesis, sugiere y hasta cierto punto lo es— todas estas categorías se solapan.

El racismo es un sistema

“Sabía que el racismo es una construcción. Se ‘construye’ la identidad de las personas y a algunas se las excluye. Pero cuando entré en el Bundesarchiv de Berna (archivo federal suizo), comprendí mucho mejor lo vasta y profunda que era esta estructura racista creada durante décadas. No había ningún cerebro malvado detrás. Es un sistema que se reproduce por sí mismo, como la propia naturaleza; una mala naturaleza”, explica.

Una de las principales aportaciones de la lengua alemana de la posguerra al racismo y la xenofobia institucionalizados la encontramos en el término Überfremdung, que significa —literalmente— infiltración extranjera; refiriéndose a la inmigración excesiva. Originalmente acuñado a principios del siglo XX, en la década de 1930 lo adoptaron los partidos fascistas. El término en su acepción moderna resucitó a mediados de la década de 1950, cuando a las primeras oleadas de Gastarbeitern (‘trabajadores invitados’) italianos siguieron otras procedentes del sur de Europa (España, Portugal y Grecia, sobre todo).

Y en 1970 incluso se convirtió en la cuestión clave de un referéndum nacional, conocido también como la “Iniciativa Schwarzenbach”, por el político suizo de extrema derecha James Schwarzenbach (1911-1994). El 54 % de los votantes rechazaron su propuesta de limitar la población extranjera al 10 % de la población total (hoy es más del 25 %) y expulsar al excedente —unas 350.000 personas en la época— de inmediato. Samir, sin embargo, recuerda que “hay que tener en cuenta que el 46 % votó sí”.   

En 1993 la Sociedad de la lengua alemanaEnlace externo declaró Überfremdung la “no palabra” del año, porque da a “la xenofobia indiferenciada una apariencia más razonada y clínica”.

Samir en su película explora de manera exhaustiva el uso de esta palabra, y cómo transmitía una política premeditada. “En mi investigación encontré unas imágenes en las que el ministro federal de Economía —el mismo que había invitado a la gente a venir a trabajar a Suiza— dice en la televisión que en Suiza hay que poner fin al Überfremdung”, explica.   

“Entonces fue cuando empecé a entender que no se trataba de una política esquizofrénica, sino de un sistema que intentaban crear con un mensaje claro a las personas ‘invitadas’: queremos teneros [trabajando aquí], pero no se supone que tenéis derechos”.

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El camerunés Yvan Sagnet, activista a favor de inmigrantes que trabajan en el sur de Italia, es entrevistado en su piso de Roma para la película de Samir. Yvan Sagnet también ha aparecido en una película del inconformista director de teatro suizo Milo Rau, El nuevo evangelio (2020), donde interpreta a Jesucristo. DSCHOINT VENTSCHR

Entre la melancolía y la ironía

Para el cineasta racismo, xenofobia y prejuicios son términos familiares. Su madre —suiza— perdió la nacionalidad al casarse con un iraquí; y Samir, que nació en Bagdad en 1955 y emigró a Suiza cuando tenía seis años, consiguió obtener la nacionalidad suiza ya siendo adulto. Algo que solo fue posible porque su madre recuperó la nacionalidad helvética tras casarse con su segundo marido, un ciudadano suizo.

Su documental también es, obviamente, una película muy personal. Y es que en la película se insertan, como animación, acontecimientos de la vida personal de Samir. Además de su experiencia como extranjero, vemos su etapa después de adquirir la mayoría de edad en el barrio obrero de Dübendorf, cerca de Zúrich, donde frecuentaba los locales de los sindicatos y del partido socialdemócrata.  

Pero en lugar de hacer de sí mismo un retrato victimista, Samir afirma que siempre intenta reírse de “este extraño mundo en el que vivimos”. Cuenta que ha desarrollado dos rasgos de personalidad principales: “Uno, la melancolía, que no es lo mismo que la tristeza. La melancolía es una herramienta poderosa para luchar por algo mejor. El sarcasmo y la ironía son la otra cara», señala.

Las primeras víctimas de esta actitud son los principios que definen la nacionalidad suiza. Y añade: “A la población suiza, por ejemplo, le gusta decir que es especial y que, por eso, no todo el mundo obtiene este pasaporte gratis. Por otro lado, logran su pasaporte por accidente de nacimiento. Y yo tengo una madre suiza por accidente. Entonces, ¿por qué no soy suizo? ¿Porque tengo un padre de piel más oscura, o qué? Incluso, cuando obtuve el pasaporte suizo, la policía me dio una paliza y me llamaron Papierlischwiizer (suizo en los papeles). Solo pude decir: ¿quién eres tú para decirme qué soy yo? Lo mejor es reírse de esto”.

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Samir, en el centro, dirige movimientos que se convertirán en clips animados en los que su vida personal interactúa con la narración histórica. DSCHOINT VENTSCHR

Divide y vencerás en la lucha de clases

Durante décadas, a los trabajadores y trabajadoras que habían llegado con invitación se les abandonó a su suerte, no tenían el apoyo ni de las organizaciones obreras suizas ni de su propio país; hasta el Partido Comunista Italiano solo se acordó de que existían durante las elecciones. Una de las secuencias más esclarecedoras muestra también cómo la gente de izquierdas — y, en particular, los sindicatos— segregaron a los trabajadores extranjeros y absorbieron a los de la Überfremdung.

“A medida que la clase obrera empezaba a diluirse y desmoronarse como clase, los partidos de derechas transmitían el mensaje de que puede que ya no seas un obrero, pero por encima de todo eres suizo”, observa Samir. Y funcionó como una estrategia eficaz para compensar —por lo menos psicológicamente— la progresiva privación de derechos de la clase obrera nativa, al tiempo que creaba una fractura entre la clase trabajadora de origen suizo y la de origen extranjero.

Esta situación no empezó a cambiar hasta los años 70, cuando una nueva generación de dirigentes sindicales, muchos de ellos con titulación universitaria, empezó a dirigirse —y a implicar— a los trabajadores extranjeros de su entorno.

“La clase obrera, mientras tanto, se estrelló con un nuevo sistema de trabajo individualizado. La mayor parte del trabajo ya no se lleva a cabo en la fábrica. Se hace en casa o donde sea. El trabajo pesado se automatiza o subcontrata en otro sitio. Así que aquí sigue habiendo gente que trabaja duro, por supuesto, pero es difícil llamarla clase obrera porque ya no está unida, y ya no es una clase”, explica Samir.

“La clase burguesa sabe muy bien qué son. Tienen su constitución y su cultura. La clase obrera lo intentó durante 150 años, y ahora se está desarmando porque ya no existe como factor o como núcleo en las grandes fábricas. Así que estamos realmente en una situación difícil en la que los nuevos trabajadores, en su mayoría, son inmigrantes o gente autóctona muy pobre”, añade.

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En buena compañía. La película de Samir documenta una cuestión que el veterano director británico Ken Loach planteó, ficticiamente, en su última película, The Old Oak (2023), un “cuento de hadas socialista” en el que la población refugiada se da la mano con la clase obrera británica. © Sixteen Films Limited, Why Not Productions

Integración traumática

La eventual integración de los trabajadores invitados italianos, hoy en día, se menciona como un ejemplo que se extiende a posteriores oleadas migratorias, como quienes huyeron de las guerras en la antigua Yugoslavia en la década de 1990. Aunque el proceso generó traumas enormes.  

Samir cuenta que algunas de las personas que entrevistó mientras investigaba para la película se negaron a hablar ante la cámara. Durante el rodaje de la película el director también descubrió que su exnovia italiana era una antigua Schrankkind [niña del armario, es decir, hija de trabajadores invitados que llegaron a Suiza de manera ilegal]. Esta gente no tenía derecho a la reagrupación familiar y para evitar a la policía se pasaban los días sin salir de casa. “Me quedé de piedra y le pregunté que por qué nunca me lo había contado. Ella me respondió: “¿Por qué debería hablar contigo de esta profunda desesperación emocional?”.

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Los tiempos han cambiado, ¿verdad? La seconda Vania Alleva, hija de inmigrantes de Italia, es la nueva presidenta del mayor sindicato suizo, la UNIA, y una de las entrevistadas en La milagrosa transformación. DSCHOINT VENTSCHR

Hoy, sin embargo, no es raro ver a personas que descienden de trabajadores invitados —conocidos en Suiza como secondos— compartir las ideas xenófobas de los partidos de derechas. Si hay un mensaje final en esta película, es el del periodista italiano Concetto Vecchio, de La Repubblica: “No lo olvide. No nos trataron bien. Y ahora no debemos tratar a los siguientes migrantes como nos trataron a nosotros”.

El proyecto de Samir está llamado a continuar. Hace poco una televisión de Europa le ha encargado al cineasta que produzca una serie en la que cada episodio se centre en un país europeo y haga un repaso histórico de sus obstáculos a la inmigración.

Texto editado por Mark Livingston; y adaptado del inglés por Lupe Calvo / Carla Wolff

SRG, la empresa matriz de SWI swissinfo.ch, coprodujo esta película a través de Radiotelevisione Svizzera (RSI).

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