¿Una quimera o un simple tambor?
Hay algo misterioso en torno al ‘hang’. Este curioso instrumento de percusión inventado en Suiza se ha convertido en una especie de Santo Grial para docenas de miles de personas alrededor del mundo. En una rara entrevista, sus igualmente enigmáticos creadores explican los secretos de su éxito.
“El hang es como un virus”, afirma Felix Rohner. Suele referirse al instrumento que creó junto con Sabina Schärer como algo “infeccioso”. Lo cierto es que Rohner no parece poder alejar sus manos del instrumento.
Mientras habla, sus manos buscan constantemente el extraño objeto metálico que se encuentra a su espalda en el sofá, y lo toca cuando quiere dar énfasis a sus palabras.
El sonido que produce el hangEnlace externo recuerda a los tambores metálicos de Trinidad y Tobago, más conocidos por su nombre inglés de steelpan. De hecho, este instrumento caribeño ha sido su fuente de inspiración. El primer prototipo fue fabricado a partir de dos restos hemisféricos de acero pegados juntos.
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El ‘hang’ tocado por Sabina Schärer
El gusanillo del steelpan le picó tras escuchar a unos músicos de Trinidad en las calles de Berna en 1976. “No era música, sino más bien un baño de sonidos”, rememora. “Todo el mundo a su alrededor bailaba. Fue así que vi el sorprendente impacto que tenía el instrumento en la gente, y al día siguiente comencé a trabajar y a experimentar con el tambor metálico”, comenta Rohner.
A partir de ese momento se dedicó a trabajar con planchas de acero y en los años 90 formó equipo con Schärer para explorar nuevas formas de usar el metal en la fabricación de instrumentos musicales. Y así llegaron al hang en 2001: un instrumento que captura la esencia del steelpan, pero con una intensidad sonora añadida. Además, a diferencia del steelpan, el hang se interpreta con la mano. Tanto es así que hang en dialecto alemán de Berna significa mano.
Al comienzo, la gente compraba el nuevo instrumento en tiendas de música. Al cabo de un tiempo, la demanda de hangs explotó. Pero Rohner y Schärer, operando bajo la marca PANArt, no conseguían satisfacer los encargos.
“Pronto nos dimos cuenta de que no podíamos trabajar al ritmo de los pedidos. Necesitábamos tiempo para poder escuchar, desarrollar el producto y asimilar todo lo que nos pasaba”, rememora hoy Schärer.
Prisioneros, políticos, psicólogos
Mucha gente hubiera aprovechado y capitalizado el éxito. A Rohner y Schärer, sin embargo, el dinero no les interesaba mayormente. Y es por ello que, a fin de ralentizar la demanda, decidieron cambiar la manera en que vendían el instrumento.
Quien deseaba comprar un hang debía acompañar su pedido de una carta explicando sus motivos. Así es que se vieron inundados por miles de cartas venidas de todo el mundo.
“Mire esto”, comenta Rohner mostrando un sobre fechado en 2009 sacado de un archivador en el que pone No Enviado. El remitente pedía un instrumento para un amigo que estaba en prisión y que resultó ser uno de los más notorios asesinos de Estados Unidos.
Pero el hang también atrajo a políticos, neurólogos, psicólogos prenatales y esotéricos varios que se pusieron igualmente en contacto. “En total recibimos unas 20.000 cartas en las que se repite siempre la misma historia. Nos explican cuándo fue la primera vez que escucharon este sonido”, comenta Rohner.
Según Schärer, es la intensidad del sonido del hang lo que atrae tanto a la gente.
“Es demasiada información, o sea que no sabes qué hacer y te dices: Vale, me voy a dejar llevar por la sensación. Entonces comienzas a relajarte y baja la presión sanguínea. Puede incluso tener el efecto de que la gente sienta menos dolor.”
Y una curiosidad más: swissinfo.ch también tuvo que escribir una carta para solicitar esta entrevista, dado que los datos de contacto de PANArt no se encuentran fácilmente.
Los afortunados
Al proponer una oferta muy limitada, el instrumento y sus fabricantes crearon alrededor suyo una cierta mística. En el momento cumbre de la demanda, cada ejemplar se vendía por unos 2.400 francos suizos, y la lista de espera era larga.
Aunque algunos clientes esperanzados han llegado a presentarse directamente en los talleres de PANArt, ubicados en una carnicería reconvertida situada en una zona industrial cercana al río Aar, en Berna.
Hubo que crear una zona especial en el taller para dar la bienvenida a los clientes que vienen a buscar sus instrumentos, pero también para los visitantes indeseados. “Y es que vienen de todas las partes del mundo: de Alaska, Taiwán, China. De todos los países, y muy a menudo sin cita previa”, señala Rohner.
“Puede usted imaginarse lo que ocurre cuando se enteran de que no tendrán su hang”. Algunos se frustran, otros se vuelven muy agresivos, y algunos se pasan un día entero llorando”.
Filippo Zampieri escuchó por primera vez un hang en las calles de Venecia. Escribió entonces una carta explicando su pasión por el instrumento. Poco después, fue invitado a profundizar en sus motivaciones. Unos meses más tarde, fue elegido y vino en coche desde Italia hasta Berna con sus padres.
“Me dijeron que tenía que elegir un hang. Comencé a probarlos uno a uno, tocándolos, buscando el mejor sonido, hasta el momento en el que sentí algo especial. Estaba claro que este era el buen instrumento”, relata a swissinfo.ch.
Zampieri dice que el hang se ha convertido ahora en una parte de su cuerpo. Una forma de expresar sentimientos y emociones. “Ha cambiado mi vida”, afirma.
Especialistas de la vibración
Dado que hay tan pocos hangs originales en el mercado, sus imitaciones han florecido. Algunas de estas copias se parecen al verdadero hang en la forma, pero no en el sonido.
Y es que un problema de estos creadores es que no registraron su invención a tiempo, y a estas alturas, ya es demasiado tarde para obtener una patente de diseño para la creación, aunque tienen derecho exclusivo a la marca hang. Lo que sí han podido registrar es la forma en la que trabajan el material: una forma especial de acero mezclado con nitrógeno.
PANArt ha trabajado con físicos a lo largo de todo el proceso. “Queríamos saber cómo se mueve nuestro instrumento cuando lo tocas, cómo vibra”, anota Rohner.
Uno de sus colaboradores de larga data ha sido Uwe Hansen, un profesor emérito de la Universidad Estatal de Indiana interesado en estudiar el tono y la vibración estructural. Sus análisis y los de otro físico, Thomas Rossing, ayudaron a PANArt a desarrollar sus técnicas de afinación.
“Felix maneja varios elementos científicos”, explica Hansen. “El especifica el calibre del acero que desea. Su rigidez y las propiedades elásticas determinan el tipo de ondas que el instrumento va a propagar”.
Además, PANArt hace que la superficie que se toca sea muy uniforme, por lo que es más fácil de afinar. También se incluye un proceso de calentado durante la producción que hace que el acero sea más duro y al mismo tiempo más capaz de conservar la afinación”, precisa el científico.
Seguir adelante
Durante el proceso de perfeccionamiento del hang, Rohner y Schärer han desarrollado otro instrumento: el gubalEnlace externo. En su taller pueden verse docenas de estos instrumentos con forma de platillo volante. Y es que deben reposar tres meses, “como el vino”.
A pesar de que este instrumento se parece al hang, acústicamente es más rico y posee una esfera adicional, lo que le da volumen y más bajos. También puede ser afinado y tiene un rango que va de los 40 a los 10.000 hercios, mientras que el hang carece de un tono estable.
“Esta característica le añade una nueva dimensión. Es como tener una orquesta en el regazo. No existen otros instrumentos así”, afirma Rohner.
Cien prototipos fueron distribuidos para ser probados. Y en mayo las personas concernidas se reunieron en mayo en PANArt para los Gubal Days, un momento para compartir impresiones y reconocer que el gubal requiere de más tiempo para madurar. Las nuevas técnicas de ajuste del instrumentos deben afinarse y durante una pausa de 4 meses -de junio a septiembre- no está a la venta.
Pero algo ya es evidente de esta nueva escultura musical: “El gubal tiene corazón. Tocas lo que sientes dentro”, explica Rohner. “El gubal tiene un cuerpo, mientras que el hang toma tu cuerpo. El gubal es un instrumento de pasaje, que hace que abandones tu cuerpo por un momento. Es debido a ello que tenemos tanta resonancia alrededor del mundo”. Aunque admite que el gubal ya no es mágico. Pero aún “puedes producir música mágica”, precisa.
Tras veinte años, Rohner y Schärer han aprendido las lecciones de su propio pasado. Ahora se han asegurado de obtener una patente por el diseño del gubal, y han comenzado a dar licencias para el proceso de tratado de los materiales, así otros empresarios pueden hacer instrumentos a partir de él.
En un reciente caso de marca registrada, la pareja llegó a un acuerdo con Samsung, que había bautizado uno de sus tonos de llamada hang drum. La empresa accedió a dejar de producirlo.
También han hecho borrón y cuenta nueva: Ahora el gubal es el único instrumento que venden en su tienda-taller. Una nota en su web oficial fechada en diciembre de 2013 informa de que no se fabrican más hangs. El mensaje precisa que “las cartas y correos electrónicos que piden hangs no serán ya contestados”.
“Esto es el desarrollo. Ser capaz de abandonar cosas para seguir adelante. Pero esperamos que este nuevo instrumento no tenga el efecto de un virus. Incluso es posible que la gente pueda curarse del hang tocando el gubal, reflexiona Schärer riendo.
Traducción del inglés: Rodrigo Carrizo Couto (con información adicional tras las conclusiones del encuentro sobre el Gubal en mayo: P. Islas)
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