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Visions du Réel: Lucrecia Martel expone las trampas ficticias de la no ficción

Lucrecia Martel en el Festival de Nyon
Lucrecia Martel como Invitada de Honor en el Festival de Cine documental de Nyon, Visions du Réel. Nikita Thévoz

Invitada de honor del festival de cine documental Visions du Réel de este año en Nyon, la cineasta argentina, conocida por su obra de ficción, explica a SWI que el formato documental es uno de los mayores retos de su carrera. 

Lucrecia Martel es una mujer con una misión. Cuando SWI le preguntó, durante una entrevista realizada en los primeros días del festival, por sus proyectos actuales y futuros, fue directa: «terminar ChocobarEnlace externo«.

Martel lleva más de 12 años trabajando en la historia del asesinato del líder indígena argentino Javier Chocobar a manos de un terrateniente blanco en 2009. Este será su primer largometraje de no ficción, para el que se ha enfrentado a una larga lista de obstáculos. La película es «muy difícil de encasillar», señala Martel.

«El proceso de hacer esta película es diferente de todo lo que he hecho hasta ahora. Este film tiene que ver con la construcción histórica de mi país, con un acontecimiento real. Es mucho más difícil hablar de un documental porque son precisamente los documentales históricos los que están en la raíz del problema. Cuanto más los veo, más fuertemente siento que la historia es una construcción ficcional muy poderosa, tanto que no la percibimos como ficción».

Nacida en 1966, Lucrecia Martel se convirtió en la cineasta de autor más aclamada de Argentina con sólo 4 largometrajes (de ficción) y una docena de cortometrajes. Su primera película, ‘La Ciénaga’ (2001), la lanzó a la fama de inmediato. Un drama familiar ambientado en un entorno ruinoso y decadente, que lograba abordar temas universales en un complejo escenario doméstico y muy local. Le siguieron ‘La Niña Santa’ (2004) y ‘La Mujer sin Cabeza’ (2008), donde también destacan escenas íntimas y familiares.

Pasó casi una década hasta que estrenó su cuarta película. ‘Zama’ (2017) narra la historia de un funcionario de la corona española del siglo XVIII que espera el regreso a su patria en una colonia olvidada a orillas del río Paraná (Argentina). La trama de la película está basada en una novela de 1956 de Antonio di BenedettoEnlace externo.

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Podemos intentar encontrar pistas sobre la visión de Martel del cine documental y su dimensión política en la forma en que subvirtió las «reglas del realismo» en sus obras de ficción. Su registro es innegablemente realista, no hay en absoluto vuelos de fantasía o paisajes oníricos en sus narraciones, no obstante, lo absurdo también es característico de sus películas, tanto que uno sale de la sala sin saber exactamente dónde situar la historia.

Con su estilo distintivo, Lucrecia Martel se ha ganado la admiración de la crítica internacional y ha logrado hacerse con un público fiel a su cine.

Cartelera con Lucrecia Martel y grandes maestros del cine
En el panteón de los grandes maestros del cine: una valla publicitaria en la capital uruguaya, Montevideo, sitúa a Lucrecia Martel junto a (de izquierda a derecha) Federico Fellini, Alfred Hitchcock y Luís Buñuel. 2020 The Associated Press. All Rights Reserved

Hablar de política sin hablar de política

La visión de Martel sobre el cine político también se desmarca de películas como el reciente éxito ‘Argentina 1985’, una recreación lineal y poco imaginativa del espinoso proceso para llevar a los generales argentinos ante los tribunales por los crímenes cometidos durante la dictadura de 1976-82. «No hago películas que denuncien crímenes, ni tengo un programa político al que ajustarme porque no pertenezco a ningún partido político».

Eso no significa que Martel no considere la dimensión política de sus películas, o de cualquier otra. «Siempre hay un elemento político», señala, «veo el cine como un discurso público porque hay un deseo de compartirlo con una comunidad. Nunca tuve la intención de tener éxito internacional, lo único que quería era compartir lo que veía con mis vecinos. No podemos cambiar el mundo, pero podemos cambiar nuestro entorno más cercano, o aportarle algo nuevo. Por eso entendí muy pronto que el cine, y no el activismo político, era mi forma de posicionarme políticamente».

Esta postura se materializa en la forma en que Martel enmarca los comportamientos coloniales y las cuestiones indígenas aún presentes en las sociedades argentina y latinoamericana 200 años después de que estos países se independizaran formalmente de España y Portugal.

«En Argentina es muy difícil hacer una película que no refleje a la población indígena porque forma parte de nuestra cultura, y de la de cualquier país con historia colonial».

Martel destaca que es especialmente sensible a la difícil situación indígena también por haber nacido en Salta, en el norte de Argentina, donde hay una fuerte proporción de población indígena. El vínculo con estas comunidades es ineludible, «está en nuestra vida cotidiana, no se puede ocultar», afirma.

«La humillación, el abuso de poder, la explotación [de los pueblos indígenas y esclavizados], son características comunes de la cultura latinoamericana», añade. En sus ficciones, Martel siempre se las ingenió para insertar personajes indígenas cuya interacción con los blancos reproduce las actitudes históricas de opresión en situaciones domésticas aparentemente banales, que en cierto modo reflejan la propia educación de Martel.

«Crecí en una familia numerosa, en una casa con mucha gente. Es muy difícil inventar algo que escape de lo que has vivido. Incluso si hiciera una película de las Tortugas Ninja, representaría algo que he vivido».

El poder del sonido

En su largometraje más reciente, ‘Zama’ (2017), la opresión colonial blanca se representa con el estilo característico de Martel: crudamente con sutiles toques de oscura ironía, y no sólo en el comportamiento de los funcionarios coloniales, sino también en la música. El diseño sonoro de las películas de Martel es siempre un elemento cuidadosamente elaborado. «El sonido forma parte de la historia incluso antes de que empiece a escribirla», afirma.

En ‘Zama’, toda la banda sonora procede del dúo de guitarrista ‘Los indios Tabajaras’. Estos músicos, originarios del nordeste brasileño, se convirtieron en un éxito de taquilla en Estados Unidos, México y Europa en los años 50 y 60, tocando transcripciones de piezas clásicas y canciones populares occidentales. Un caso típico de apropiación cultural, pero en este caso de los oprimidos que adoptan los modos de los opresores. Martel, sin embargo, subraya que su origen indígena no fue la razón principal por la que eligió su música.

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«Me pareció una música muy pretenciosa, y la gran industria cinematográfica estadounidense prestó atención a esa música en un momento determinado. Es una música que quiere ser importante, y eso era fundamental para la película». La pretensión de grandeza es, de hecho, un rasgo común de los funcionarios coloniales en ‘Zama’, así como de las clases dirigentes de las naciones poscoloniales.

Profusión de productores

Aunque nunca aspiró al reconocimiento internacional, Lucrecia Martel ha sido halagada en los más importantes festivales de cine latinoamericanos y europeos desde el estreno del primero de sus cuatro únicos largometrajes, ‘La Ciénaga’. No ha ganado, sin embargo, ningún premio importante en Berlín o Cannes, donde sus películas son siempre un acontecimiento cinéfilo, de esos en los que sabemos que lo que vamos a ver va mucho más allá de las expectativas suscitadas por su sinopsis.

En 2020, el Festival de Cine de Locarno le concedió una subvención especial de 70 000 francos de un fondo destinado a películas cuya producción se vio interrumpida por la pandemia de la Covid, en este caso, a ‘Chocobar’. Esa cantidad puede parecer una humilde muestra, pero Martel valora todo el apoyo que pueda recibir.

En el siguiente vídeo, Martel habla con Lili Hinstin, entonces directora artística del Festival de Cine de Locarno, tras el anuncio del premio:

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«En mi carrera siempre hemos conseguido financiar cosas sin apoyo. La financiación de festivales como Locarno es fundamental. El apoyo estatal en Argentina no es suficiente para hacer una película», afirma.

En los créditos de ‘Zama’ hay una enorme lista de productores asociados, entre ellos Pedro Almodóvar y Gael García Bernal. Martel nos cuenta que la película también contó con unos 40 inversores. A veces es la única manera de conseguir que se produzca una película, añade: «reunir a mucha gente que no es millonaria para sacar adelante el trabajo».

«Alguien me dijo una vez: ‘pero si hay tantos productores, debe de haber mucho dinero’. Pero es todo lo contrario. Hay tantos porque no hay suficiente dinero. Los cineastas del Sur siempre tenemos que contar con los fondos de festivales e instituciones de Francia, Alemania, Holanda. Debemos estar muy agradecidos a Europa».

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