Carlos Iglesias, la nostalgia del emigrante
El cineasta madrileño se dispone a rodar la segunda entrega de ‘Un franco, 14 pesetas’, película con la que debutó tras la cámara. Su nuevo proyecto se titula ‘¿Cómo está el franco?' y se realiza en coproducción con Suiza. Entrevista.
Los siete años de su infancia pasados en Suiza le dejaron una profunda huella. Desde entonces Carlos Iglesias siente una nostalgia por este país que le ha llevado a rodar dos películas en suelo helvético: Un franco, 14 pesetas (2006) e Ispansi (2010). El 20 de agosto emprende el rodaje de una tercera, 2 francos, 40 pesetas.
Nos encontramos con el actor y director cinematográfico español a las afueras de El Escorial, localidad próxima a Madrid, en medio de un bosque de fresnos, castaños y pinos, y rodeados de montañas. Un paisaje que sin duda le trae recuerdos de su infancia en Suiza.
swissinfo.ch: ¿Puede adelantarnos algo del argumento de la segunda parte de ‘Un franco 14 pesetas’?
Carlos Iglesias: Se desarrolla siete años más tarde del final de la anterior, en el verano de 1974, año de la crisis del petróleo. Mis padres se plantearon entonces la posibilidad de volver a Suiza a trabajar. Hicieron un viaje para examinar las condiciones y se encontraron con viejos amigos que habían dejado años antes.
Yo tenía entonces 18 años. Compré con un amigo un billete de interrail. Nos detuvimos en un pueblecito cercano a Uzwil, donde encontramos una especie de comunidad hippy… y nunca llegábamos a Uzwil. Con estas dos historias he recreado la evolución de aquella familia que dejamos en 1967.
swissinfo.ch: Antes de rodar ‘Un franco, …’ era ya un actor popular en España. ¿Cómo surgió la idea escribir y dirigir una película? ¿Y por qué una historia de la emigración española de los años 60?
C.I.: Estaba trabajando en la serie televisiva Manos a la obra, que tuvo un extraordinario éxito. En aquel momento España se llenaba de inmigrantes y me chocó mucho el trato que les dábamos. Me parecía muy fácil haber conseguido lo que reprochábamos a nuestros vecinos del Norte, cuando éramos nosotros los que emigrábamos. Y, sin embargo, reprodujimos muchas de aquellas situaciones, cuando evitarlo hubiera sido más fácil, porque una buena parte de los inmigrantes hablaba la misma lengua que nosotros.
Creí entonces que era el momento de contar mi propia historia de emigrante y la de mis padres. Tardé tres años en encontrar un productor y, finalmente, me dejé convencer para dirigir yo mismo la película. Viajé a Suiza buscando un hotel rural con capacidad para todo el personal del rodaje. En Unterwasser (San Gall) hallé el Hotel Sternen, dirigido por Roland y Josefa. Cuando leyó el guión, ésta me dijo que “había escrito la historia de su vida”. La gente del pueblo se volcó con nosotros aportando todo tipo de objetos de la época: coches, bicicletas, etc. Sentí como si me confirmaran y devolvieran el cariño que en el guión hay por Suiza.
swissinfo.ch: ¿Se ven confirmados los recuerdos de su infancia en Uzwil cuando vuelve a Suiza? ¿O son recuerdos que pertenecen a esa patria universal que es la infancia?
C.I.: Lo normal, lo que yo esperaba, era que justamente se produjera un choque. Acercarte a tu memoria suele defraudarte. Pero con Suiza no me pasa nunca. Y no me pasa solo a mí. Cuando íbamos a empezar el rodaje de Ispansi (su segunda película) llevé a unos 70 técnicos. Les conté cómo era Suiza y me llamaron exagerado. Al volver me dijeron que me había quedado corto. Hubo incluso uno que me pidió que detuviera el coche en el que volvíamos a España para contemplar la salida del sol tras las montañas nevadas.
swissinfo.ch: Hay en su primera película una doble correlación: la del autor (director) con el niño y la del actor con el padre. ¿Cómo ha llevado ese desdoblamiento profesional y emocional?
C.I.: Un amigo psicólogo me dice siempre que con la película he ahorrado mucho dinero. Soy hijo único y siempre he estado muy cercano a mi familia. Los años que pasé en Suiza me dejaron una honda impresión y mis padres siempre confirmaron esos recuerdos. En la película no idealizo a mi padre. Incluso le creé un affaire sentimental con Hanna, que por otro lado era una situación común en aquella emigración masculina. Pero en todo lo demás me limito a seguir mis recuerdos y lo que mis padres me han contado.
swissinfo.ch: Las dos películas que ha rodado hasta ahora son historias de personas que por distintos motivos –económicos, políticos o personales– se ven obligadas a dejar su tierra para empezar en otro lugar. Ambas transmiten la idea de que se puede lograr la felicidad lejos de la patria. Pero el fenómeno de la emigración tiene también aspectos menos amables y felices…
C.I.: Por supuesto que sí. Pero yo creo que los aspectos menos amables de la emigración han sido contados mil veces. La historia que yo narro es una historia al revés. La verdadera tragedia es la vuelta a España. Y sobre el retorno se ha escrito mucho menos. En principio se emigra siempre a un país más rico que el tuyo. Pero cuando vuelves a tu patria sientes una nostalgia enorme de lo que has dejado.
Yo conozco gentes de otros países que han venido a España para ganarse la vida y que cuando regresan al suyo, me escriben diciéndome cuánto añoran la seguridad de aquí, la justicia social, la limpieza… Recuerdo incluso un argentino que, de vuelta a Buenos Aires, me decía que echaba de menos la honradez de la gente de Madrid. ¡Figúrate! Creo que siempre ha sido así, el infierno de algunos es el cielo de otros.
swissinfo.ch: Las dos películas –y la tercera que quiere hacer- se han rodado en buena parte en Suiza. ¿Hay alguna razón sentimental, además de las puramente técnicas o profesionales?
C.I.: Un franco, … tenía que rodarla obligatoriamente en Suiza. Recrear el paisaje y el modo de vida suizo en otro país no era factible. En cuanto a Ispansi, debía haber sido rodada en Rusia, pero es un país muy caro y, sobre todo, me obligaba a tomar un equipo técnico ruso. Hice una escapada a Suiza y recorrí el Jura. Me pareció muy adecuado. Se parecía mucho a la República de los Alemanes del Volga: el paisaje, las casas, etc. Además, en el Jura tienes la seguridad de nieve en paisajes de estilo mesetario.
Por otra parte, necesitaba para el rodaje unos 70 niños. Todos los que salen en la película son hijos o nietos de españoles, es decir chicos de tercera o cuarta generación que viven en el cantón del Jura. Y también encontré un apoyo extraordinario, no solo por parte de la comunidad española y de la gente de Saignelégier, sino de las autoridades cantorales.
Un día se presentó en el rodaje la ministra de Cultura del cantón, con un cuaderno de notas para preguntarnos qué necesidades teníamos. Yo le regalé un video de Un franco… Al día siguiente sonó mi móvil. Era la ministra en persona para decirme cuánto le había gustado la película y que quería contribuir a la subvención de la segunda parte. De verdad, estas cosas solo pasan allí.
La película en ciernes cuenta con la participación de la productora suiza Dschoint Venture, de Zúrich.
“No podemos dar cifras exactas o un porcentaje aproximado de la participación, porque aún tenemos abiertos varios escenarios de financiación en Suiza”, señala a swissinfo.ch Jaime Martínez, el productor español (Gona).
El proyecto, precisa, “ha tenido un gran recibimiento por las instituciones suizas, tanto en España como en Suiza, sobre todo por parte del cantón de San Gall”.
Junto con Appenzell, San Gall es uno de los escenarios del rodaje, que comienza el 20 de agosto.
Nació en Madrid, el 15 de julio de 1955. A comienzo de los años 60 sus padres emigraron a Suiza, estableciéndose en la localidad de Uzwil (cantón San Gall). Regresó a Madrid con su familia cuando contaba 13 años.
Tras sustituir a un compañero enfermo en un grupo de teatro independiente, decidió convertirse en actor y estudiar en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid.
En los años ochenta se dedicó fundamentalmente a la interpretación en distintos montajes teatrales, tanto de repertorio clásico como contemporáneo.
En los años noventa se dedicó fundamentalmente a la televisión, en sus diferentes aspectos: producciones dramáticas (Goya, de José Ramón Larraz; La forja de un rebelde, de Mario Camus; y Blasco Ibáñez, de Luis García Berlanga).
Empezó a ser conocido del gran público con la serie televisivaEsta noche cruzamos el Mississippi, de Pepe Navarro, pero el gran éxito le llegó con la serie Manos a la obra, dirigida por Vicente Escrivá, y en la que representaba el papel de Benito. La serie cosechó una audiencia de más de 6 millones de espectadores y supuso un espaldarazo definitivo a su carrera de actor.
En la gran pantalla, ha participado, entre otras, en El caso Almería (Pedro Costa, 1983); Dragón Rapide (Jaime Camino, 1986); Siempre felices (Pedro Pinzolas, 1991); El caballero don Quijote (Manuel Gutiérrez Aragón), en la que interpreta a Sancho Panza y por la que estuvo nominado a los Premios Goya 2022 (categoría de Actor Revelación); Sinfín, (Manu y Pocho); Ninette (José Luis Garci) y Torrente 3 (Santiago Segura).
Ha dirigido Un franco, 14 pesetas (2006), donde se relata la historia de unos emigrantes españoles en Suiza, e Ispansi (españoles en ruso, 2011), que narra las peripecias de un grupo de niños españoles enviados a la Unión Soviética durante la Guerra Civil española.
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