Ataques a grandes almacenes de judíos
Cerca de la mitad de los grandes almacenes suizos fueron fundados por inmigrantes judíos. En los años 1930, las campañas antisemitas contra esos establecimientos llegaron al momento de máxima escalada, hasta el punto de que el Consejo Federal se vio obligado a prohibir la construcción de nuevos almacenes.
El 21 de febrero de 1937 se congregaron en Lausana 4 300 comerciantes descontentos para cargar contra el gran almacén de precios bajos Epa. Decían que el almacén —Epa es la abreviatura alemana para “Sociedad Anónima de Precios Unificados”— arruinaba a la clase media y que el Estado tenía que intervenir, pues era precisamente esa clase media arruinada la que había llevado al poder a Hitler en Alemania.
Epa era una tienda que ofrecía precios muy económicos en un período en el que la economía se encontraba en crisis, y era muy popular entre los desempleados y las familias trabajadoras. Pero, por otra parte, su política de bajos precios encendía aún más el ya de por sí exaltado ardor contra los grandes almacenes entre los comerciantes minoristas sacudidos por la crisis.
Todos los grandes almacenes recibieron críticas, pero Epa las sufría con mayor vehemencia que sus competidores. Ni las cooperativas de consumo ni otros grandes comercios fueron atacados tan masivamente como Epa/Uniprix.
Las reclamaciones dirigidas contra Epa eran problemáticas porque sus propietarios suizos eran judíos. Se trataba del empresario Julius Brann y de los hermanos Maus (Maus Frères SA). En 1930 habían inaugurado las tres primeras tiendas Epa en Ginebra, Lausana y Zúrich.
Antisemitismo como crítica a la modernidad
Brann procedía de la ciudad prusiana de Rawicz (hoy de Polonia). En Zúrich inauguró en 1896 el primer gran almacén de Suiza. Las familias alsacianas Maus y Nordmann se establecieron primero en Biena, antes de abrir en 1902 su primer gran almacén Léon Nordmann en la ciudad de Lucerna.
La mayoría de los pioneros que en la época finisecular y en los albores del siglo XX establecieron los primeros grandes almacenes en Suiza procedían de países vecinos, y entre ellos hubo muchos inmigrantes judíos que venían de la Prusia occidental u oriental o de Alsacia.
Ya en aquella época hubo muchos comerciantes pequeños y medianos que se opusieron con vehemencia a la aparición de esas grandes empresas en el comercio al por menor en Suiza. Veían en esos grandes almacenes “comercios gigantes” o “galerías monstruosas” y los consideraban “perniciosos para la economía nacional”.
El creciente consumo en masa desequilibraba sensiblemente el sistema moral de muchos contemporáneos. En una ponencia leída en Zúrich en 1901 se afirmaba, por ejemplo, que los grandes almacenes representaban con su abundancia excesiva de mercancías un “gran peligro social” y que causarían “muchas desgracias”.
Pero al mismo tiempo se criticaba también la nueva libertad de movimiento de la que gozaba la clientela preponderantemente femenina.
Métodos empresariales modernos como la publicidad o los anuncios fueron denunciados no solo por ser “turbios” y “fraudulentos”, sino también por ser prácticas comerciales específicamente “judías”. Los argumentos de los detractores de los grandes almacenes se caracterizaban por su naturaleza antisemita.
En Bienne, por ejemplo, se desató ya en 1902 una encarnizada resistencia contra los grandes almacenes de Knopf y Brann, ambos propiedad de judíos. A continuación, el secretario de la Asociación protectora de los detallistas y artesanos de la región de Biena realizó una campaña de propaganda moralizadora y difamatoria contra esos almacenes “judíos”. Denunciaba que representaban una “degeneración cultural”, que eran un “engendro de la más soez codicia” y, en comparación con los comercios parisinos, los “más puros bazares de baratijas”.
El antisemitismo que caracterizaba la censura de los grandes almacenes era al mismo tiempo también una crítica general al capitalismo moderno. Tal y como explicaba el alemán Paul Dehn en 1899, un “representante de la clase media”, los grandes almacenes simbolizaban a ojos de sus críticos la esencia de la “apariencia y el engaño” y de la “especulación insaciable del gran capitalismo”.
Científicos contemporáneos identificaron como agentes principales de este cambio a los judíos, a los que rebajaban a meros integrantes de una clase de negociantes que se caracterizaba por su inmoralidad y su codicia y por atacar al comercio tradicional y al orden social tradicional.
El Gobierno prohibe construir nuevos almacenes
Después de unos años de tranquilidad se reavivaron los ataques a los grandes almacenes en los años 1930. En abril de 1933 aparecieron pintadas con la esvástica en las fachadas de los grandes almacenes de Baden, y en mayo del mismo año se embadurnaron y empapelaron los escaparates de distintos almacenes de Zúrich también con la esvástica y con garabatos que decían: “¡No compren a judíos!” o “¡Judíos asquerosos, judíos fuera!”.
Los “frentistas” suizos adaptaron el programa ideológico del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, por sus siglas en alemán), que se había dirigido ya en una fase precoz contra los grandes almacenes. En el caso de Alemania, todos los empresarios de los grandes almacenes alemanes, a excepción de Rudolph Karstadt y Theodor Althoff, procedían de familias judías asentadas desde hacía varias generaciones en las regiones fronterizas de la Prusia oriental.
Tras la subida al poder de los nacionalsocialistas en 1933, estas empresas fueron sistemáticamente desarticuladas mediante la desposesión, el saqueo, el destierro y el asesinato de los judíos.
Las consignas e ideologías frentistas hallaron resonancia sobre todo entre los pequeños comerciantes particularmente afectados por la depresión económica. La “Nueva Suiza”, un movimiento nacional conservador de defensa de la clase media y políticamente cercano a los frentistas, exigía que se prohibiera hasta 1945 la apertura de nuevos grandes almacenes, comercios y tiendas de precios unificados con sus respectivas sucursales y la ampliación de los establecimientos ya existentes, una demanda que se saldó con un éxito. En octubre de 1933 se aprobó con una gran mayoría parlamentaria un decreto urgente del Consejo Federal (Gobierno) que se expresaba en este sentido.
“Supercapitalistas israelitas”
Pero a pesar de esta prohibición rigurosa se siguió agravando la situación. Mediante consignas y polémicas combativas se incitaba a los pequeños y medianos comerciantes contra Epa.
En el Journal de Genève se podía leer en 1937 que Epa era un peligro para la paz social en Suiza y una idea importada del extranjero con capital internacional y métodos antisociales. El periódico ginebrino aseveraba que la rápida extensión de Epa había hundido en la anarquía y la miseria al comercio al por menor patrio, y que se trataba para los comerciantes de una cuestión de vida o muerte.
De forma oficial, los promotores de esta campaña originaria de la Suiza occidental se distanciaron de cualquier clase de antisemitismo. El presidente del comité precisó en sus declaraciones a la Gazette de Lausanne del 22 de febrero de 1937, que la demanda del cierre de Epa no se debía entender como una reivindicación “antisemita” sino “antiparasitaria”, y que por este motivo lucharía con todas sus fuerzas contra estos “supercapitalistas israelitas” “extranjeros” o “recién nacionalizados” que gobernaban Suiza a través de la imposición de su negocio del precio único.
Esta campaña de 1937 exigía de Julius Brann y los hermanos Maus nada menos que la liquidación de Epa y la emigración al extranjero. Los propietarios de Epa fueron denigrados como “monstruos” y “tiburones financieros”.
Venta y emigración
Los acontecimientos referidos de los años 1930 no pasaron sin dejar huella en la mayoría de los propietarios judíos de almacenes. Julius Brann, que no tenía hijos, emigró con el estallido de la Segunda Guerra Mundial a Estados Unidos y vendió la Brann SA y Epa, obra de toda una vida, a Oscar Weber, que durante muchos años había ejercido de presidente del consejo administrativo.
En la galería Jelmoli, fundada por el italiano Giovanni Pietro Jelmoli, todos los consejeros administrativos y miembros de la directiva judíos abandonaron sus puestos y emigraron también a Norteamérica.
Sin embargo, los propietarios de la empresa Maus Frères se aseguraron, mediante la adquisición del gran almacén Bergner’s en 1938, de forma preventiva un segundo pilar en Estados Unidos. Fue una estrategia que también utilizaron grandes empresas sin propietarios judíos como la multinacional farmacéutica Roche, que inauguró entonces en Nutley, Nueva Jersey (EE. UU.), su segunda sede principal.
El Consejo Federal, que, llevado por la presión antisemita, había aprobado en 1933 el decreto contra los almacenes judíos, realizó en mitad de la Guerra Fría un giro de 180 grados: con Canadá y Australia negoció unos convenios que en el caso de una guerra les hubiesen permitido a las empresas suizas trasladar sus sedes principales a ultramar bajo el amparo de la jurisdicción suiza.
Angela Bhend es historiadora y autora del libro Triumph der ModerneEnlace externo. Jüdische Gründer von Warenhäusern in der Schweiz, 1890–1945 [Triunfo de la modernidad. Fundadores judíos de grandes almacenes en Suiza, 1890-1945], editorial Chronos, 2021
Lecturas adicionales: Lerner, Paul: “Circulation and Representation: Jews, Department Stores and Cosmopolitan Consumption in Germany, ca. 1880s–1930s”, en Godela Weiss-Sussex y Ulrike Zitzlsperger (eds.): The Berlin Department Store. History and Discourse, Fráncfort del Meno, 2013, pp. 93–115.Briesen, Detlef: Warenhaus, Massenkonsum und Sozialmoral. Zur Geschichte der Konsumkritik im 20. Jahrhundert, Fráncfort del Meno, 2001.Reich, David: Direkte Demokratie in der Krise. Die Funktion des Notrechts in der Schweiz während Weltwirtschaftskrise und Zweitem Weltkrieg dargestellt am Beispiel des Warenhausbeschlusses 1933–1945, Basilea, 2007.
Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela
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