¿Antisemitismo persistente de izquierda?
El antisemitismo está muy extendido en la sociedad, también en la izquierda. ¿Cómo perciben los judíos, historiadoras y activistas suizos la manera en que se trata el antisemitismo en este campo del espectro político?
Cuando Amir Malcus da un paseo por el barrio con su niño en el cochecito pasa delante de un bar conocido por simpatizar con la izquierda alternativa. Un cartel señala que no se tolera ningún tipo de racismo, sexismo, homofobia u otras formas de discriminación. Pero un concepto falta: el antisemitismo. Para este trabajador social de 37 años esto es típico de la izquierda.
Hoy, Malcus está decepcionado con la izquierda, pese a los muchos años de activismo: “Fue una experiencia frustrante para mí ver hasta qué punto estaba extendido el antisemitismo en aquel sector de la sociedad en el que había depositado las mayores cuotas de esperanza.”
El antisemitismo está muy extendido en la sociedad, también en la izquierda. swissinfo.ch se entrevistó con judíos, historiadoras y activistas suizos que se consideran o se consideraban de izquierdas, para preguntarles cómo perciben la manera en que se trata el antisemitismo en este sector del espectro político.
En el valle conservador en el que creció Malcus, el antisemitismo formaba parte de la vida cotidiana. Como integrante de pequeños grupos del movimiento okupa, informaba sobre los estereotipos antisemitas, como la creencia extendida de que todos los judíos son ricos. Cuando salió del valle para dedicarse a temas internacionales, se dio cuenta que el antisemitismo estaba omnipresente, no solo en su valle.
En mítines vio cómo con regularidad se vociferaban invectivas contra Israel: “Consignas como ‘Vamos a quemar vuestro país’ no se dirigían contra mí personalmente, pero las escuchaba.” En manifestaciones contra la Guerra de Iraq o el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) le perturbaba el uso irreflexivo de caricaturas de capitalistas que en no pocas ocasiones daban la impresión de ser antisemitas.
Una crítica del capitalismo demasiado simplista conecta con una cosmovisión antisemita, en la que unos supuestos “maquinadores” mueven los hilos y lo controlan todo, y se sirve a menudo de imágenes antisemitas con una tradición secular. Así lo demuestra, por ejemplo, el partido de la Juventud Socialista (JS) que durante una campaña electoral en 2016 publicó la caricatura de un “especulador” con nariz grande, sombrero de copa alta y rizos largos en las sienes.
“El antisemitismo se transforma fácilmente”, afirma Dina Wyler de la Fundación contra el Racismo y el Antisemitismo (GRA). “Se adapta constantemente a las narrativas corrientes y con frecuencia se manifiesta a través del lenguaje visual o de palabras codificadas para seguir siendo ‘presentable’ en sociedad.”
Demonización de Israel
Los improperios contra Israel, que Malcus escuchó en los años 2000, eran ya entonces discursos que la izquierda en Suiza por lo menos llevaba asumiendo desde hacía décadas.
Por su parte, Emanuel Hurwitz recuerda cómo en su infancia —en la época de la Segunda Guerra Mundial en los años 1940— hubo niños que arrojaron piedras contra él y le ofendieron con insultos antisemitas. “Este antisemitismo tan evidente jamás lo he vivido luego en la izquierda”, explica Hurwitz en conversación con swissinfo.ch. Después de acabar la carrera académica, Hurwitz entró en el Partido Socialista (PS), fue elegido al Parlamento del cantón de Zúrich y se posicionó en el ala izquierdista de su grupo. Consideraba sensato el posicionamiento que el PS asumió frente al conflicto en Oriente Próximo en los años setenta.
potencia agresora. “A partir de 1982, se acaloraron mucho los ánimos dentro del PS”, se acuerda Hurwitz. Como representante judío en la izquierda le invitaron a “incontables debates” que luego resultaron ser “meros eventos propagandísticos a favor de la OLP”. Entonces le llamaron la atención algunos “extraños patrones argumentativos”: “Israel era el mal y la OLP palestina recibía aplausos entusiasmados.”
Le sorprendió y abrumó el “odio y el fanatismo que se desataron entonces”. Solo encuentra una explicación para esta demonización: el antisemitismo. Hurwitz, que de profesión es psiquiatra, intentó explicar entonces a sus compañeros y compañeras, cómo una tradición secular de prejuicios antisemitas puede resurgir a la superficie en una situación políticamente tensa.
Pero sus compañeros no querían oír nada de eso. El 1 de mayo de 1984, Hurwitz renunció a su acta de diputado y se retiró de su partido. El intercambio de posiciones que el PS de Zúrich le había prometido hacía ya casi 40 años, jamás se ha producido. Pero desde el año 2019, el PS de Suiza declaró vinculante para su formación y sus comisiones la definición del antisemitismo que suscribe la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), que incluye de forma explícita formas de antisemitismo que se dirigen contra Israel. Ante los micrófonos de swissinfo.ch, Hurwitz reconoce que sí le importa esta revisión tardía de sus excompañeros y excompañeras.
El pasado febrero, Hurwitz falleció a los 86 años.
Cuestionar los códigos antisemitas
Berthold Rothschild fue durante muchos años amigo de Emanuel Hurwitz. En los años 1980 militaba en el Partido Obrero Popular (POP), de orientación comunista. Durante mucho tiempo, los comunistas veían en Israel una “nación heroica a punto de nacer”, relata Rothschild. “Pero repentinamente todo cambió.” Señala que antes de desafiliarse del POP, casi en el mismo período que Hurwitz, había presenciado en reiteradas ocasiones cómo surgían entre las filas comunistas estereotipos que pintaban a los judíos como traidores que a la hora de la verdad venderían a la izquierda.
Rothschild subraya el dilema que en relación con Israel y Palestina le sigue doliendo hasta el día de hoy. Dice que tenía muy buenos amigos que durante mucho tiempo no querían ver el odio de Hezbolá y Hamás hacia los judíos. Luchó para conservar esas amistades, pero a veces, ante ciertas declaraciones, se vio obligado a levantarse de la mesa y marcharse. Añade que por otro lado también comprende que la política de Israel y el trato a los palestinos indignan a muchos de la izquierda y que esa indignación muchas veces está justificada.
Dice que una amiga se encuentra allí para ayudar a la población de Gaza. “Entiendo que uno se convierta en propalestino si vive esa situación. Esto implica convertirse en un antiisraelí fanático”, continúa, al tiempo que aclara que antiisraelí no significa lo mismo que antisemita. “Pero la diferencia entre ambos conceptos es pequeña.” Rothschild afirma que el antisemitismo es un problema irresuelto que se disimula y elude en la izquierda.
Los activistas tienen que prestar mucha atención para no caer en la trampa de los códigos antisemitas. “Si yo soy consciente del racismo que la sociedad me ha transmitido, espero de los demás que se den cuenta de los prejuicios antisemitas que llevan dentro de sí.” Rothschild revela que algunos representantes de la izquierda con los que mantiene relaciones de amistad son tan conscientes que le muestran sus folletos o sus textos políticos para que los examine antes. Quieren saber si el texto transmite involuntariamente estereotipos antisemitas. No obstante, esta medida de precaución suele ser la excepción.
Según Erik Petry, directo suplente del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Basilea, hay que tazar la línea divisoria caso por caso: “Con frecuencia se da una situación tóxica que no se sustenta precisamente en una crítica a la política del Estado, sino en la suposición de que existe un comportamiento inmoral relacionado con el ser judío.” Es algo que Petry observa con frecuencia en la izquierda.
Comparar a Israel con los nacionalsocialistas
A los adversarios políticos les gusta poner de relieve que también existe un antisemitismo de izquierdas. La historiadora Christina Späti observa que algunos políticos “de derechas” tratan de “exculpar” así su propio antisemitismo. Pero la profesora de la Universidad de Friburgo y de la Universidad Suiza a Distancia (UniDistance) insiste que esto no significa que no exista el antisemitismo de izquierdas.
En su tesis doctoral “La izquierda suiza e Israel: exaltación de Israel, antisionismo y antisemitismo entre 1967 y 1991”, Späti analiza en un lenguaje sobrio los artículos periodísticos y los sucesos en los que se manifiestan los resentimientos antisemitas de la izquierda.
Así por ejemplo, se podía leer en la prensa socialista de 1970 un comentario que censuraba el secuestro de Adolf Eichmann por Israel, calificándolo como “golpe en la cara de Argentina”. El principal periódico de la izquierda en Suiza comparaba la política israelí de los años 1980 en repetidas ocasiones con la política de la “solución final”, eufemismo empleado por los nazis para referirse a la aniquilación del pueblo judío en Europa.
Späti aporta incontables ejemplos. Con todo, el comentario al secuestro de Eichmann provocó un escándalo tras su aparición en 1970. El antisemitismo en aquel artículo era demasiado grotesco. Pero los sucesos más sutiles no provocaron una reacción comparable. Späti concluye que existe una “continuidad en la actitud indiferente de la izquierda hacia el antisemitismo”. Mientras se inició una reflexión en Alemania en los años 1990, el tema siguió siendo un tabú en Suiza, explica en conversación con swissinfo.ch.
No obstante, en los últimos años Späti ha observado una necesidad creciente dentro de la izquierda de afrontar el antisemitismo en su propio seno. Una activista de izquierdas que lucha contra el antisemitismo declaró a swissinfo.ch cómo en los años noventa otros militantes de la izquierda, todos hombres, le amenazaron con pegarle un “tiro en la rodilla”. A principios de los años 2000, un texto y una caricatura en la plataforma Indymedia Suiza desencadenaron un debate dentro de la izquierda y condujeron a una denuncia. Los mismos operadores de la plataforma consideraron que el texto era antisemita, pero se resistieron a borrarlo.
En esta “psicodinámica de la escalada” se deshicieron amistades, relataba el Wochenzeitung en referencia a estos acontecimientos. El semanario izquierdista citaba entonces también a un responsable que aseguraba que, “en principio”, no se podía “combatir” el “racismo” con “medidas estatales” como una legislación penal antirracista. Hoy, veinte años más tarde, sería casi impensable que se pudiera expresar en público una opinión semejante. Los movimientos feministas y antirracistas de los últimos años han contribuido a la sensibilización sobre temas relacionados con la discriminación.
No obstante, militantes de la izquierda, tanto jóvenes como judíos, perciben aún hoy cómo en su entorno vuelven a surgir los viejos patrones antisemitas. Anna Rosenwasser, de 32 años, que se autocalifica de “no tan judía como suena mi apellido”, dice: “Pese a ello, el antisemitismo me afecta en su totalidad.” En Instagram, donde explica los temas que se someten a votación y se posiciona frente a temas que conciernen a las mujeres y a las minorías sexuales, tiene 25 000 seguidores.
Para Rosenwasser es más peligroso el antisemitismo que viene de fuera del ámbito de la izquierda. Pero los militantes de izquierdas son muy autoexigentes: “Está claro que en la izquierda se necesita abordar de forma consciente el antisemitismo. En nuestra sociedad están extendidos los esquemas de pensamiento antisemitas. Es una misión antifascista importante conocer esos patrones y reflexionar sobre ellos.”
Dina Wyler de la fundación GRA afirma que mucha gente está convencida de que los judíos son un grupo privilegiado y que por este mismo motivo no pueden ser víctimas de discriminación. “A menudo son los propios militantes de izquierdas quienes les niegan el derecho a reivindicar esa experiencia discriminatoria.”
Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela
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